OPINIÓN

PLANO TANGENTE
14/04/2025

LAS ENFERMEDADES DE UNO MISMO

Las enfermedades autoinmunes engloban al menos 80 padecimientos que comparten una patogénesis común: un ataque inmunitario a los órganos del cuerpo. Por lo general, su prevalencia crece con la edad e implican una importante carga social y económica debido a la falta de tratamientos efectivos.

Las enfermedades autoinmunes son un grupo de trastornos que se caracterizan por respuestas inmunitarias anormales que atacan erróneamente células, tejidos y órganos sanos, lo que provoca inflamación y daño tisular.

Sus síntomas más comunes son fatiga crónica, inflamación, dolor articular o muscular, fiebre leve, erupciones cutáneas y cambios en el peso o en el estado de ánimo.

Las principales causas estudiadas en el desarrollo de enfermedades autoinmunes se basan en la interacción multicausal de la predisposición hereditaria y variantes en genes del sistema inmune, infecciones, exposición a toxinas, radiación UV y factores asociados a la dieta y el estilo de vida.

El aumento de las últimas décadas en la prevalencia de ciertos trastornos autoinmunes, como la diabetes tipo 1, plantea la pregunta de si la incidencia general de los trastornos autoinmunes también está aumentando, posiblemente debido a factores ambientales compartidos o cambios en el comportamiento.

Las causas exactas de las enfermedades autoinmunes siguen siendo un misterio y están sujetas a mucha investigación.

A la fecha, la evidencia sugiere que existe una posible interrelación entre el consumo de algunas proteínas alergénicas, el desarrollo de una mayor permeabilidad intestinal (a veces llamada "intestino permeable") y la aparición o exacerbación de enfermedades autoinmunes en individuos susceptibles.

Dietas altas en alimentos procesados, azúcares refinados, grasas trans y gluten, en algunos casos, pueden alterar la función de las uniones estrechas que mantienen la barrera intestinal.

La exposición repetida a estos componentes puede inflamar la mucosa y debilitar la capa protectora. Una microbiota alterada (quizás causada por el consumo excesivo de antibióticos, dieta inadecuada o infecciones) puede contribuir a la inflamación y a la alteración de la barrera intestinal.

Algunos microorganismos pueden producir metabolitos que dañan las células epiteliales o inducen respuestas inflamatorias.

En algunas personas, componentes como la caseína y la beta-lactoglobulina pueden generar reacciones inmunitarias atípicas. Cuando la barrera intestinal está comprometida, fragmentos de estas proteínas pueden cruzarla y exponerlos al sistema inmunológico, lo que podría desencadenar respuestas inflamatorias y generar autoanticuerpos.

Esto ha llevado a buscar formas de contrarrestar la inflamación crónica. Consumir constantemente fármacos antiinflamatorios no es una opción viable, pues conllevan efectos secundarios que solo se asumen cuando son necesarios. Afortunadamente, hay un variado compendio de opciones, sobre todo en los nutracéuticos.

Los ácidos grasos omega-3, por ejemplo, poseen propiedades antiinflamatorias y pueden disminuir la actividad inmunitaria anormal. Sin embargo, su papel en diversas enfermedades autoinmunes aún no está claro.

Los aceites de pescado contienen naturalmente dos formas de ácidos grasos omega-3: eicosapentaenoico (EPA; 20:5 n-3) y docosahexaenoico (DHA; 22:6 n-3). Ambos poseen actividades antiinflamatorias y pueden tener beneficios potenciales para la enfermedad autoinmune, condiciones inflamatorias autoinmunes, enfermedades cardiovasculares, trastornos neuropsiquiátricos y enfermedad del hígado graso no alcohólico (Lu et al., 2024).

Desde la década de 1980, ha habido un aumento exponencial en el consumo dietético a largo plazo de omega-3, disminuyendo el riesgo de varias enfermedades humanas crónicas. Los ácidos grasos omega-3 son un posible contendiente para prevenir o tratar enfermedades autoinmunes tales como diabetes tipo 1, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico y esclerosis múltiple.

Sin embargo, muchos intentos de utilizar suplementos de aceite de pescado, principalmente omega-3, para tratar enfermedades en humanos han mostrado resultados variados y, en ocasiones, poco claros, a pesar de la gran cantidad de datos epidemiológicos. En algunos casos, el análisis no llegó a conclusiones o las aportó con escasas pruebas.

El papel del omega-3 en la artritis reumatoide es uno de los más explorados en estudios clínicos sobre enfermedades autoinmunes. Tanto los experimentos con animales como los estudios clínicos intervencionistas han demostrado los beneficios de los ácidos grasos omega-3 para aliviar el dolor, aminorar la rigidez matutina, disminuir el número de articulaciones dolorosas y reducir los marcadores inflamatorios.

Estudios recientes han encontrado efectos significativos de los omega-3 en la reducción del dolor, con sus propiedades analgésicas potencialmente atribuidas a su capacidad para suprimir la inflamación.

Las enfermedades autoinmunes son otro recordatorio de lo valioso que es el monitoreo recurrente de la salud y forjar hábitos saludables. Ya sea en su prevención o tratamiento, siempre suman cuidar la dieta y la actividad física. Si bien los suplementos alimenticios pueden ser muy costosos, hay que tener presente que su filosofía no es más que concentrar una sustancia o nutriente ya presente en los alimentos. De ahí que una dieta variada pueda conseguir ese mismo propósito.

Aún hay mucho que investigar sobre las enfermedades que nos rondan, e invertir en esos estudios sólidos y de calidad también es una cuestión de salud pública. (jorgequirozcasanova@gmail.com)




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