Pensar la nueva convivencia cultural en tiempos de pandemia
A partir de este panorama, generar contenidos recreativos con propuestas propias basadas las nuevas circunstancias
Si alguna experiencia deja la reciente pandemiación mundial en los terrenos del trabajo creativo es esta: la necesidad de reflexionar sobre cómo mantener la distribución y convivencia de la experiencia estética en un entorno de ostracismo social atemorizado, estresante, atosigado por la sobre información, de apariencia global y flujo internacional sellado, y una "vida online" generalizada. A partir de este panorama, generar contenidos recreativos con propuestas propias basadas las nuevas circunstancias, que vayan más allá del registro de archivo pero explorando con estrategias multidisciplinarias los recursos culturales, históricos y naturales de nuestra región, integrando los conocimientos tradicionales y las vanguardias, generando sensibilidad y compromiso hacia el Mundo que es la vida, aportando herramientas prácticas para la competencia digital e instaurar la alfabetización cultural de la lectura visual y lectora.
Ya lo sabemos, una política cultural lo es en la medida que se plantea problemas y los resuelve de acuerdo al tiempo y entorno en el que se circunscribe. No somos el Tabasco de los años 80, ni el mundo fue el mismo durante la crisis mundial de salud y no lo será después de la primera oleada de contagio. En México se le puso nombre: Nueva Normalidad. Y si hay una nueva normalidad hay una nueva convivencia cultural.
La capacidad de respuesta de la política cultural durante la larga encerrona marzo-junio de 2020 se midió con la capacidad de imaginar y proponer estrategias de recreo creativo, los recursos económicos en combinación con los recursos técnicos como la digitalización de las redes de divulgación.
Bajo el lema que se impuso a manera de salvavidas provisional para sobrellevar la cuarentena sanitaria: ¡Revive tu arte, digitalízate!, se estableció un cambio de paradigma en las redes de convivencia simbólica entre los productores de contenido estético y el público, pues durante el confinamiento establecido para enfrentar la pandemia del covid-19, esa convivencia fue mediada por la omnipresente pantalla de luz, y al parecer esta será la ruta por delante para las exposiciones, encuentros literarios y festivales culturales que vienen y estarán bajo el estigma del rebrote del coronavirus en agosto-diciembre 2020 y los dos años que vienen mientras los seres humanos se aclimatan a esta nueva presencia.
En el sector cultural tabasqueño vivimos la misma situación que se vivió en la inundación de 2007 -aún no se sabe si se suspenderán el Festival Cultural Ceiba y la Feria de Libro tabasqueña-; pero en esta ocasión, además de eso, la pandemia anularía la corporalidad de la convivencia, o más bien, aceleró la ya inevitable "experiencia online" del arte y la redujo a espectáculo en pantalla touch: contemplación pasiva, donde la lectura, el recorrido por una galería virtual, se aprecia lo que dura la rapidez de un dedo.
En suma, no se trata de verter contenidos análogos en espacios digitales; se trata de crear contenidos desde y para la nueva convivencia digital en la cultura. La convivencia digital tiene sus propias dinámicas y es evidente que nuestras necesidades son diferentes a las que se tienen el centro y norte del país bajo el mismo techo del imperio de la imagen y el audiovisual.
Una política cultural sin una comunidad cultural es una ficción de menor cuantía. Dentro de esa comunidad están los mediadores culturales, los autores y los burócratas de la cultura. Pese a que la protege, estimula y utiliza, a la producción creativa no la contiene. El autor trabaja bajo la presión del confinamiento, y se apoya en sus relaciones de poder o esfuerzo propio, y eso no cambió. Pero lo otro, todo lo otro, sí. Es el público el que pagará el costo más alto. (Mediador cultural, productor visotextual y practicante de la encuadernación recreativa).