Para prevenir la violencia contra las mujeres (I)
21/03/2025
En este mes de la mujer todos los mexicanos tenemos un enorme reto. Tomar acciones o políticas efectivas para evitar la violencia contra las mujeres.
En este mes de la mujer todos los mexicanos tenemos un enorme reto. Tomar acciones o políticas efectivas para evitar la violencia contra las mujeres. Los mexicanos tenemos la tendencia a creer que si se emite una ley o reglamento se resuelve un problema. Es el caso por ejemplo de las declaraciones de alerta por violencia de género que desde el decenio pasado exigen las organizaciones feministas en diversos estados.
Sin embargo, no han analizado lo que dicen a la letra estas declaraciones: se trata sólo se medidas administrativas y no de acciones directas para prevenir o detener actos de violencia. Ni siquiera se trata de algún tipo de "protocolo" (guías de acciones). Pero eso es la mera superficie del problema: el de no querer mirar al monstruo a la cara y atacar las causas del problema en sus diferentes niveles y formas. Aceptar que es un monstruo con el que no se puede jugar.
Hay dos tipos de violencia física contra las mujeres según los espacios donde ocurre y donde se deben de tomar acciones preventivas: los espacios públicos, sobre todo los aislados (donde pueden ser acorraladas, interiores de edificios, pasillos) o los mal iluminados (calles, pasajes, etc.); y los hogares, en donde la violencia viene de los propios parientes masculinos, sea contra hijas, hermanas o compañeras. Esto está bastante bien identificado, pero poco se escucha que se difunda públicamente el trabajo de prevención de los orígenes de la violencia. ¿Qué es lo que hace a los hombres violentos contra las mujeres ya sea en el hogar o en espacios públicos?
Lo que llega a los medios y opinión pública es una confusa contradicción (una aporía) maniquea entre que ser hombre es ser violento o que es necesaria una nueva masculinidad "deconstruida" (me imagino la confusión para un hombre adolescente que recibe este tipo de mensaje: o no eres lo suficientemente violento para ser hombre o para ser un buen hombre no debes de ser masculino -ignorando que siempre ha existido la definición de masculino como "responsable" de sí y de los otros respetando la autonomía de los otros).
Sobre esto habría que entender que la violencia contra las mujeres no es "sexual" (en tanto lo sexual se relaciona con placer), incluso si incluye una violación: es de "género" sí, pero no sexual porque no busca una gratificación erótica (de hecho el acto de violar es manifestación de impotencia e incapacidad de relacionarse), sino una especie de venganza (en otra persona), un acto de demostración de poder (parte de la identificación de un acto de poder es la expectativa de impunidad) y de proyectar la humillación sufrida antes por quien ahora ejerce la violencia.
Sobre esto, por experiencia de vida más que por estudio, por la conversación intragénero entre los hombres, quisiera señalar dos elementos principales: la reacción contra la humillación familiar o social en la infancia (muy comunes en las sociedades de origen colonial como la mexicana) que lleva con los años a reacciones de violencia en general de todo tipo ("Pedro Páramo es un rencor vivo"); y de la misma manera las presiones e inseguridad socioeconómicas que muchas veces llevan a tensiones internas en el hogar, sea como lugar de desahogo sin represalias de las frustraciones, impotencias o problemas económicos o jerárquicos, las humillaciones en los espacios laborales; o incluso como reacción a las presiones internas por las frustraciones de quienes esperaban de la relación marital seguridad económica y sobre todo satisfacción del tipo ahora caracterizado como aspiracionista;
Para el primer tipo de casos ayudan los programas que evitan las situaciones económicas de necesidad extrema como las becas a personas mayores, sembrando vida y a jóvenes sembrando el progreso. Lo ideal, sería, por supuesto, la condición de ingreso universal y prestaciones sociales universales gratuitas básicas. Pero, también, por supuesto, un cambio cultural donde se resalten como objetivos los fines convivenciales más que las jerarquizaciones sociales. E incluso un tema nunca mencionado: enseñar a los hombres jóvenes a convivir con las mujeres sin juzgarse a sí mismos por sus resultados de relaciones sexuales.
En el primer caso se hace necesario trabajar sobre las paternidades y las maternidades para evitar las tendencias naturales a buscar proyectarse sobre los hijos de manera positiva o negativa, sea con exigencias mayores a sus posibilidades, con expectativas más propias de los padres, o como víctimas inermes e indefensas respecto a la satisfacción de deseos y necesidades que los padres no han encontrado en la sociedad, el resto de la familia, o la pareja. Y en ese sentido evitar todo tipo de acciones o prácticas, que, aunque para el padre o madre, le pueden parecer didácticos, son en los hechos humillantes. Relacionado con lo mismo está la necesidad de limitar las expectativas de excesivo control de parte de los padres, que terminan (a través de la castración psicológica) produciendo el mismo efecto. Y en sentido contrario también, en la onda posmoderna, no darse cuenta de que "negar la diferencia" se convierte meramente en otra forma de humillación y castración. (Continuará)
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