Página blanca

...PERO DECÍA SOBRE LA PÁGINA EN BLANCO. Como nuestra vida misma. Como que alguien la escribe. Mueve hilos. Un personaje camina por aquí. Otro da la vuelta. Otro se enoja, reniega.

QUEDARSE EN LA PÁGINA EN BLANCO y radicar allí, como el hogar por siempre. No como rendirse ante la evidencia, sino saber que siempre está allí el potencial texto, sea carta de amor, o fragmento de una historia por contar, una receta de cocina. A lo mejor es un apunte para clase. O un ejercicio de grafógrafo. 

ME ACUERDO DE TODO, NÍTIDO. Como si tuviera los hechos ante mí. Es la memoria. Y la puedo detallar tan fiel, como fotografía. Suena repetidas veces el teléfono. Ella mira el nombre en el identificador de llamadas. Descansa el teléfono. Y minutos después vuelve a repiquetear. Parece que urge comunicarse al que está de aquel lado de la línea.

"CONTESTA TÚ", ME DICE. Es un juego, lo sé. De aquel lado alguien le llama. Y me pide que yo conteste con el fin de que al escuchar una voz que no espera, que es de cualquier persona, hombre, no más insista. No sé de cierto lo que pasa. Solo que sigo el juego y contesto, e inmediatamente cuelgan. Me dice el nombre de quien llama. Lo apunto en la memoria.

LA PÁGINA BLANCA SIGUE IMPONIENDO destinos. Solo que desde la más clara blancura. Superficie donde la luz rebota y se dirige a varias partes. Así la imaginación, que al plasmarse en dicha hoja potencialmente podría decir algo, poco o mucho, de cualquier momento, situación, lugar. Bastaría con ponerle un nombre o varios. Y desde ese inicio, solar, la memoria alumbrada, los recuerdos iluminados, la imaginación desplegada.

UNA VEZ, EL NÚMERO SEIS CINCO veces como si llamara Dios. Recuerdo la clase sobre las estalactitas y estalagmitas. Ahora no sé cuál es una y cual es otra. Solo que son escurrimientos pétreos que se complementan, una parte del suelo y otra baja, ambos en el momento exacto para encontrarse en un viaje de miles de años. Y acuden puntuales a la cita.

ASÍ TÚ, YO, TODOS. Acudimos puntuales a la cita. Nuestro nacimiento fue allí, en geografía precisa. Fueron nuestros padres los que son o fueron. Como si el destino fuera encontrarte con las personas con las que conviviste en los salones de clase, en los centros de trabajo, en el camión donde coincidieron las miradas, la sonrisa. Como ese nacer en el sur o cualquiera de los puntos cardinales. Y encontrarte allí, precisamente, con el asombro, la emoción. Como si todo fuera parte de un plan maestro.

PARECE CASUALIDAD QUE YO ESCRIBA. Pero yo escribo. Algo sucede en mí mientras sujeto algunas palabras libres y las uno a otras. Alguien en otros lugares hace lo mismo (con mejores resultados o no). Y lanzamos las palabras agrupadas intentando decir algo. ¿Qué? Una fórmula, una idea, una propuesta, una invitación. Algo que mueva la emoción, la inteligencia. Algo que pueda contarse, cantarse, publicarse. La Torre de Babel es porosa y tiene rendijas, y podemos colar un fragmento de nuestros recuerdos. Es posible.

COINCIDIMOS. "ÉCHAME EL RAID, PUES". Me había dicho que andaba sin coche. Le ofrecí llevarlo. Aceptó. Era la primera vez que platicábamos. Aunque nos habíamos saludado en varias ocasiones. Ésta no fue la excepción. Hay muchos temas en los que coincidimos. Dime por dónde tomo rumbo. Le dije. Me dio datos específicos de dónde vivía. Y me fui lento disfrutando la plática. Fue en un momento que coincidimos en un nombre. "Detente, párate, te voy a contar mi historia de amor".

YO TENÍA PRISA, le dije que en otra ocasión. Perdón por lo abrupto. Estoy en la hoja en blanco. Yo no tenía prisa, y sí interés. Así que me detuve y por quince minutos o algo más me estuvo detallando lo que él llamaba su historia de amor. "Deberías escribirla", le dije, animándolo. Es probable que lo haga, dijo. Se bajó del auto. Antes me dijo que le gustaría que hiciéramos una tarde de bohemia. Le dije que sí. No quedamos cuándo.

PERO DECÍA SOBRE LA PÁGINA EN BLANCO. Como nuestra vida misma. Como que alguien la escribe. Mueve hilos. Un personaje camina por aquí. Otro da la vuelta. Otro se enoja, reniega. Otro acude a una iglesia. Otro más camina por el parque se sienta. Saca su cuaderno. Y se enfrenta con la página en blanco y empieza a escribir, sin pensarlo. Como que alguien le dicta. "Suena su teléfono. Le dicen que ha muerto el amigo". No me dicen el nombre. Solo lo supongo. Me dicen vagamente: "el amigo del teléfono. El que hablaba aquella vez".