Mujeres violentadas, una mirada desde la literatura
Una de las primeras referencias a estos actos de discriminación y violencia la hallamos en el libro del Génesis
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se conmemora el 25 de noviembre para sensibilizar acerca de un flagelo que es, a todas luces, una de las más extendidas trasgresiones a los derechos humanos.
Puesto que la fecha es propicia para la concientización desde distintos enfoques, no se puede pasar por alto que se conmemora en Latinoamérica en honor a las hermanas Mirabal, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, hecho del que da cuenta Mario Vargas Llosa en su novela “La fiesta del chivo”, una obra que relata con crueldad helada la violencia machista ejercida con total impunidad.
Si la literatura es una especie de acta notarial o un testimonio del tiempo que le tocó vivir al escritor, como decía Camilo José Cela, o una forma de mentir bien la verdad, en palabras de Juan Carlos Onetti, gracias a ella sabemos que las agresiones contra las mujeres han quedado evidenciadas en miles de páginas a lo largo de la historia.
Una de las primeras referencias a estos actos de discriminación y violencia la hallamos en el libro del Génesis, donde se relata la creación del mundo y de la humanidad, a través de personajes insignes. En el capítulo 12, versículo 13, se narra que cuando Abraham entró a Egipto le dijo a Sara, su mujer: "Di que eres mi hermana para que me vaya bien por causa tuya y viva mi alma por causa de ti”.
La decisión fue tomada por Abraham ante el temor de que Abimelec lo matara y le quitara a su esposa si el rey se enteraba de que estaban casados. No le preocupaba protegerla, sino salvar su propia vida.
Allá por el año 1200, el Cantar de Mio Cid, famoso poema épico que se considera uno de los documentos fundacionales de la literatura española, muestra un pasaje de maltrato femenino, la llamada Afrenta de Corpes. En este escabroso episodio se cuenta que los infantes Ferrán y Diego González, tras casarse con las hijas del Cid en Valencia, regresaron a Castilla con sus esposas, pero alejados de la comitiva que los acompañaba. Aprovecharon para desnudarlas y azotarlas con sus armas, hasta dejarlas casi al borde de la muerte. Así, trataron de humillar al Cid en venganza por haberlos calificado inferiores en valor y honor. Es decir, hicieron víctimas de su fracaso social a sus mujeres.
Vayamos a 1603 con “Otelo, el moro de Venecia”, obra del dramaturgo William Shakespeare que dio lugar al llamado “Síndrome de Otelo”, un trastorno delirante producido por celos completamente irracionales y una desmesurada obsesión por la infidelidad. Otelo es víctima de un complot que le hace creer que su mujer Desdémona le es infiel y él, loco de celos, acaba asesinándola.
La historia tiene cierto paralelismo con la novela “El túnel”, del escritor argentino Ernesto Sabato, publicada en 1948, que relata la vida de Juan Carlos Castel, un pintor neurótico y obsesivo que mata a María Iribarne, la mujer de la que se enamora y la única que podía comprender uno de sus cuadros, pero cuyo abandono no pudo soportar.
Podemos pasar horas y horas, páginas y páginas revisitando muchas historias más sobre violencia de género, como la novela “2666”, del chileno Roberto Bolaño, que aborda el lastimoso tema de los feminicidios en México, o “Las Elegidas”, de Jorge Volpi, en la que se denuncia enérgicamente el crudo tema de la trata de mujeres. Todas ellas son un grito desde la literatura para visibilizar un problema que atenta contra la dignidad humana.
Que te golpeen, violen, insulten y menosprecien es violencia. Que te priven de la libertad es violencia. Rompan el silencio. Las queremos libres. Las queremos dignas. Las queremos vivas.