Los peligros de una democracia minúscula y arrinconada

Martin Buber nos señala los peligros de esta democracia minúscula y arrinconada

En el capítulo 11 sobre el fin de la cultura pública de su estudio clásico, Richard Sennett (1992) nos observa la siguiente interacción entre el político, la comunidad y el pueblo: “En respuesta al miedo de la vaciedad, la gente concibe lo político como el reino en el cual la personalidad será declarada fuertemente. Luego, se convierten en los espectadores pasivos de un personaje político quien les ofrece sus intenciones, sus sentimientos, en vez de sus actos,  para su consumo”

Prosigue: “. O, cada vez que el pueblo concibe el reino político como la oportunidad para revelarse cada quien a otros mediante el proceso de compartir una personalidad común y colectiva, más se desvía de usar su fraternidad para cambiar condiciones sociales. Manteniendo a la comunidad se convierte en un fin en sí mismo, la purga de aquellos quienes realmente no pertenecen se hace la empresa de la comunidad. Una lógica de rehusar a negociar, de una purga continúa de fuereños, resulta del deseo supuestamente humanitario de borrar la impersonalidad en las relaciones sociales. Y en la misma medida, este mito de impersonalidad es auto destructivo. La búsqueda de intereses comunes está destruida por la búsqueda de una identidad común”.

En toda democracia enana e infantil, limitada a esferas muy reducidas de la política como la nuestra, pero que no extiende su quehacer sobre lo sociocultural y lo económico, los representantes del pueblo tienen intereses particulares muy distintos que aquellos de sus pueblos que son representados.

Martin Buber nos señala los peligros de esta democracia minúscula y arrinconada (“México es una democracia dirigida, Firdaus”, me explicó hace décadas un alto funcionario federal): “… en la medida en que un grupo humano se deja representar en la decisión sobre cuestiones comunes, sobre todo por representantes ajenos a él, en esa misma medida carecerá de vida comunitaria… sobre todo, en el común tratamiento activo de lo común, y no puede existir sin ese tratamiento”.

Hacia el fin del libro (Introducción a la historia, 2006), Buber nos da su visión sobre la representatividad democrática: “Los representados serán unidos con sus representantes, no como hoy en vacua abstracción, mediante la fraseología de un programa de partido, sino concretamente, mediante la actuación común y la experiencia común”.

DE ESTA MANERA, TENEMOS QUE PREVER LOS PRINCIPALES PELIGROS PARA UNA DEMOCRACIA, ENTRE LOS CUALES DESTACAN SU DESLIZ HACIA LA PLUTOCRACIA POR UNA PARTE, O HACIA LA DEMAGOGIA POR LA OTRA, AMBAS OPCIONES CANCELAN CUALQUIERA POSIBILIDAD DE CONVERTIR LAS DEMANDAS POPULARES EN POLÍTICAS GUBERNAMENTALES QUE SATISFAGAN ESAS MISMAS DEMANDAS. Así, en tiempos modernos, una preponderancia de reglas democráticas en la vida de un pueblo conforma una condición necesaria para su avance.

José Fernández Santillán nos ha hecho el trabajo de resumir esta lista de virtudes democráticas señaladas en un trabajo sobre la democracia de Norberto Bobbio: “Entre esos valores destaca: la tolerancia, la no violencia, la renovación gradual de la sociedad mediante el debate libre de las ideas y la modificación de las mentalidades y la manera de vivir y, finalmente, el ideal de la fraternidad”. (* El autor ha dedicado un amplio análisis a los modelos imperial y democrático, en especial con una propuesta de revisar las raíces de nuestro rezago. “México y su modelo de desarrollo. Bases para pensar nuestras opciones”. Centro de Estudios e Investigación del Sureste)