La razón más poderosa que la fuerza

Maceo era imprescindible para el triunfo del movimiento de liberación de Cuba

Discurso en La Habana, Cuba. TERCERA PARTE.- El presidente de Costa Rica, Rafael Iglesias Castro (1894-1902), era un liberal tolerante y respetuoso del derecho de asilo. De allí que líderes y caudillos militares preparaban en la capital costarricense la Independencia de Cuba, la integración de los países centroamericanos y la reconstitución de la gran Colombia, proyectos celebrados bajo palabra de honor, en los cuales también existía el compromiso de apoyar a Catarino (Erasmo Rodríguez) en el derrocamiento del dictador de México.

En ese ambiente de fraternidad, Catarino estrechó relaciones con cubanos, colombianos y centroamericanos. En Costa Rica había alrededor de 500 refugiados cubanos, el más destacado de los cuales era Antonio Maceo, el general que, junto a Máximo Gómez, luchaba por la Independencia de Cuba y era considerado una amenaza por el gobierno colonial español.

La figura de Maceo no pasaba inadvertida en Costa Rica. El mismo Rubén Darío, gran poeta nicaragüense, relata que un día vio “salir de un hotel, acompañado de una mujer muy blanca y de cuerpo fino, española, a un [hombre grande y] elegante. Era Antonio Maceo. Su trato era culto, su inteligencia vivaz y rápida. Fue un varón de ébano”.

Maceo era imprescindible para el triunfo del movimiento de liberación de Cuba. La dupla que formaba con Máximo Gómez era la principal preocupación de la monarquía peninsular. De ellos dependía en mucho que España perdiera su último bastión importante en el continente. De eso se deriva la temeraria frase, cito: “La Guerra de Cuba solo es cuestión de dos balazos felices […] contra Maceo y Gómez”.

Pero, así como sus enemigos buscaban eliminar a Maceo, el Titán de Bronce, había otros que lo consideraban indispensable. Así pensaba José Martí, el personaje más inteligente y abnegado en la lucha por la Independencia de Cuba. A pesar de las diferencias, Martí mostró una patriótica humildad en su relación con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo.

Esto explica por qué Martí fue dos veces a Costa Rica a ver a Maceo. Más tarde, en noviembre de 1894, luego del atentado en Costa Rica contra Maceo, Martí escribió desde Nueva York con su inigualable prosa, un artículo en el que decía:

“Use el gobierno español cuantos asesinos le plazca, que el General Maceo y sus compañeros estarán a su tiempo, de todos modos, en el puesto de honor y sacrificio que la patria les designe. Nada pueden los asesinos contra los defensores de la libertad. La puñalada infame que hiere la revolución, hiere al héroe de los que pretenden sofocar con el crimen inicuo, la aspiración de un pueblo”. En rigor, herir a Maceo era herir el corazón de Cuba.

Aunque Catarino conocía a Maceo, finalmente optó por vincularse al general radical colombiano Avelino Rosas y con su hombre de confianza, el periodista y escritor Francisco Pereira Castro. En esa época, entre otros colombianos, conspiraba en Costa Rica el célebre general Rafael Uribe Uribe, también amigo de Maceo, y quien inspiró a Gabriel García Márquez para crear el personaje del coronel Aureliano Buendía en su célebre novela Cien años de soledad.

Enfrentando todo tipo de adversidades, traiciones y penurias, como suele suceder en esas luchas, Rosas pudo definir y emprender un plan revolucionario para rescatar a Colombia de los conservadores. Fue así como ordenó a Catarino que emprendiera la acción para tomar el cuartel y el puerto de Bocas del Toro, ahora Panamá.

La anunciada expedición de Catarino comenzó a principios de febrero de 1895 casi al mismo tiempo que la de Maceo a Cuba.

La mejor información sobre la incursión de Catarino y su trágico final se la debemos a Donaldo Velasco, el comandante de los puertos de Bocas del Toro y Colón, quien, al año siguiente de los hechos, es decir, en 1896, publicó un folleto en el que narraba con buena prosa, todo lo sucedido. Gracias a este culto agente conservador, conocemos los pormenores de la última odisea del revolucionario Catarino Erasmo Garza.

La misión no era fácil pero el idealismo de los revolucionarios es una extraordinaria fuente de inspiración y constituye una fuerza muy poderosa.

Una vez realizado el desembarco en Boca del Toro, pasadas las cuatro de la mañana del 8 de marzo de 1895, los jefes guerrilleros colocaron a los 30 combatientes para atacar de manera simultánea el cuartel de policía y el militar. Velasco reconoció que “habían logrado sorprendernos cuando menos lo esperábamos, á pesar de tántos avisos…”.

El combate fue intenso y llegaron a pelearse cuerpo a cuerpo:

En los primeros minutos, las bajas eran de los soldados. Catarino dirigía la acción con pasión y valor. Sin embargo, “dos disparos casi simultáneos… lo hirieron de muerte: … la agonía fue corta”.

Poco después, a las 5 de la mañana, sonó poderosa la corneta de los soldados tocando una diana en señal de triunfo.

En el parte de guerra enviado al general Gaytán, quien se encontraba en David, Panamá, se informaba que habían muerto cinco guerrilleros y nueve soldados, con ocho heridos; “de estos últimos, de una y otra parte, murieron algunos más tarde”.

A las 4 de la tarde fueron sepultados, en una fosa profunda del panteón de Bocas del Toro, situado en la orilla del mar, Catarino Erasmo Garza Rodríguez, Francisco Pereira y dos compañeros más. “Donde cae el hombre, queda”, diría siete décadas más tarde el Che Guevara. Nosotros estamos ahora haciendo una investigación para recuperar los restos de Catarino Garza y llevarlos a México.

La información de lo acontecido en Bocas del Toro se abrió paso y llegó a todas las islas y puertos de la Costa Atlántica.

Porfirio Díaz se enteró el 11 de marzo, a través de un cable que le envió su embajador en Washington, Matías Romero.

 (*Por considerarlo de interés para los lectores y por su importancia histórica, reproducimos el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador durante su visita a Cuba, 08 de mayo 2022. SEGUNDA PARTE)