La prosperidad, hija de la política

Cuando le otorgan el Premio Nobel a un científico o autor cuya obra ya has leído

Cuando le otorgan el Premio Nobel a un científico o autor cuya obra ya has leído, se genera una satisfacción especial. Un reconocimiento de tal magnitud refuerza nuestra percepción sobre la calidad y el valor de su trabajo, valida nuestra experiencia como lectores al haber apreciado algo significativo y, además, abre la puerta a nuevas discusiones y perspectivas críticas sobre su obra.

Durante esta semana, experimenté una sensación similar al enterarme de que Simon Johnson, Daron Acemoglu y James Robinson fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía por sus estudios sobre la desigualdad. Hace varios años leí y releí con atención su libro "Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza", publicado en 2012. En esta obra se plantea el fundamento que justifica la decisión de la Real Academia de Ciencias de Suecia al conceder el premio: los autores demostraron la relación entre las instituciones y la prosperidad, además de desarrollar herramientas teóricas que explican por qué persisten las diferencias entre instituciones y cómo pueden cambiar.

La tesis principal de este ensayo resulta interesante, aunque no del todo novedosa. Según los autores, la condición económica y social de un país está determinada por la calidad de sus instituciones, principalmente las políticas. No son los aspectos geográficos, el clima, los recursos naturales, las fallas del mercado, la cultura ni la religión los factores decisivos.

Las instituciones inclusivas son aquellas constitutivas de un estado de derecho en el que los ciudadanos tienen la posibilidad de participar en la organización y el control del gobierno, "fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades, y permiten que cada individuo pueda elegir lo que desea" (p.96). Además, garantizan el derecho a la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y un conjunto de servicios públicos de calidad que contribuyen a lograr la igualdad y la justicia social.

Por el contrario, las instituciones extractivas son aquellas en las que se verifica el dominio político de una élite que usa y abusa del poder para su propio beneficio, en detrimento del resto de la sociedad.

Los autores citan varios ejemplos, entre ellos Egipto, un país empobrecido precisamente porque ha sido gobernado por una reducida élite que ha organizado la sociedad en beneficio propio a costa de la mayor parte de la población. El poder político se ha concentrado en pocas manos y se ha utilizado con la finalidad de crear una gran riqueza para quienes lo ostentan.

Aunque no existe una receta única para alcanzar la prosperidad, Acemoglu y Robinson sostienen que un factor crucial es la existencia de una democracia pluralista. Es fundamental que el poder político esté distribuido de manera equitativa en la sociedad, de modo que las élites no tengan tan fácil la tarea de extraer los recursos del resto de la población. Asimismo, es necesario contar con un Estado que posea cierto grado de centralización, donde se cumplan la ley y el orden.

En conclusión, basándonos en los argumentos que los autores exponen y defienden a lo largo de la obra, podemos afirmar que la clave del éxito y la prosperidad de un pueblo no reside exclusivamente en la implementación de más y mejores políticas económicas. Más bien, son las instituciones políticas las que desempeñan un papel decisivo en los resultados de este proceso.

Dichas instituciones determinan quién ejerce el poder y para qué fines se puede utilizar. Si la distribución del poder es restrictiva y se concentra en unos pocos, las instituciones políticas terminarán siendo limitadas e ineficaces. En cambio, las instituciones políticas inclusivas se caracterizan por una distribución más equitativa del poder y establecen límites claros a quienes lo ejercen. En lugar de concentrar el poder en una sola persona o en un pequeño grupo, este se distribuye entre una amplia coalición o pluralidad de grupos.

No nos hagamos bolas: sin confianza y sin instituciones políticas fuertes, no hay futuro.