Confesión
He cometido un error que ha frenado mi disciplina para escribir regularmente.
Durante los últimos meses he incurrido en un error garrafal que me ha desalentado en la disciplina de escribir
semanalmente mis opiniones. La razón es que, desde el muy anticipado del proceso de la sucesión presidencial, la figura de Claudia Sheimbaum no me convenció, me pareció tramposa; recuerdo que acudí a una reunión (a la que no supe por qué fui invitado) en la que Alfonso Ramírez Cuellar explicó a un grupo de su confianza (no pequeño, por cierto) la estrategia de precampaña presidencial de la Jefa de Gobierno de la CDMX. "Es Claudia" rezaba el slogan, para dar a entender que ella era la designada por AMLO y así se instruyó a los asistentes para difundirlo ampliamente, respaldados por un vigoroso despliegue de espectaculares y bardas, con la silueta de la precandidata, al muy repudiado estilo de destape priísta. Me retiré de la reunión francamente disgustado. Así el país entero quedó tapizado, sólo superado por la tardía y desastrosa precandidatura de Adán Augusto López Hernández. Me había ilusionado con una forma distinta de procesar el relevo del presidente. Simultáneamente me entusiasmó la forma de hacer política de mi retocayo Gerardo Fernández Noroña que, sin dinero y con mu- cho trabajo de base, lograba comunicarse con la población. El resultado fue obvio y exitoso para Claudia, salvo por la pataleta de Marcelo Ebrard. Lo más importante es que el proceso no puso en peligro la unidad partidista, gracias al incontrovertido liderazgo de Andrés Manuel, que fue el verdadero artífice de la abrumadora votación.
Claudia me parecía proclive a ganarse la aprobación de los poderosos de siempre, los que adversaron permanentemente a López Obrador. Me equivoqué. Su mayor esfuerzo se dirigió a fortalecer el apoyo al y del pueblo mayoritario. Lo confirmo por el hecho de que la rancia derecha mantiene su ataque a la nueva presidenta, incluso con mayor ruindad y misoginia.
Al mismo tiempo constato que, además de las guerras calientes en Ucrania y Medio Oriente, existe una tre- menda guerra fría, principalmente entre los pueblos hambrientos de libertad y justicia de América Latina y el Caribe, y los poderosos del gran capital auspiciados por los Estados Unidos y sus lacayos domésticos de nuestras naciones, frecuentemente instrumentados en sus poderes judiciales. Pareciera que el deterioro de la hegemonía yanqui en el mundo y en su propio territorio le hace aferrarse al dominio de Nuestra América como último reducto de su poderío. EU financia grupos de derecha opositores a los gobiernos y proyectos progresistas: mantie- ne el criminal embargo a Cuba y recrudece el aplicado a Venezuela; auspicia golpes de estado "blandos" en Perú y Bolivia; aplaude la aberración de Javier Milei en Argentina; hostiga a Gustavo Petro de Colombia y a Xiomara Castro en Honduras, al presidente elegido por los Guatemaltecos; a Ortega en Nicaragua y hasta en México se inmiscuye en la Reforma Judicial y desestabiliza Sinaloa con el injerencista secuestro del Mayo Zambada y uno de los Chapitos.
Todo lo anterior nos obliga a cerrar filas con la presidenta de México y ofrecerle todo el respaldo de que seamos capaces. Además de que ella ha tomado las riendas del país con valor y energía extremas, sin confiar en que nuestra relación comercial va a detener a los halcones del neoliberalismo que merodean la Casa Blanca y el Capitolio en Washington. Es un error pretender encontrar otro Andrés Manuel, como también lo sería intentar serlo. Lo importante no es la forma de comunicarse, sino lograr comunicarse. Las mañaneras claudianas son escuetas pero sustanciosas. Con eso basta.
Confesado el pecado y mostrada la corrección, sólo pido el perdón de mis queridos lectores. Seré apoyador y también crítico. Pero siempre comprometido con la transformación del país.
Correo electrónico: gerdez777@gmail.com