OPINIÓN

LA NUEVA ORATORIA DEL SIGLO XXI
08/03/2022

La oratoria de este tiempo es eminentemente emocional

Si hay algo donde los seres humanos somos constantemente vulnerables es en lo que decimos, en la palabra. Y en un político es todavía peor. Hablar y comunicar son cosas totalmente diferentes. En el primero, transmitimos información y en el segundo, movemos una emoción. La palabra, si no se dice con responsabilidad, puede convertirse en una espada sin empuñadura. Puede traernos consecuencias fatales. En ese sentido, la oratoria, el arte milenario de la oratoria, ha sido esa llave que ha abierto muchas puertas. Una palabra bien dicha y sustentada, con seguridad, impacta favorablemente. El arte de Demóstenes ha transcendido por generaciones y en pleno siglo XXI se encuentra en plena metamorfosis. La oratoria de este tiempo es eminentemente emocional. El orador, el político, el líder, el dirigente, el gobernante que no comprenda, que no sepa cómo funciona el cerebro de las personas está perdido. Adlai Stevenson, el excandidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos en 1952, creyó que con sus dotes intelectuales llegaría a conquistar a sus electores. Se equivocó rotundamente. Eisenhower le sacó la vuelta. El General no era un gran orador, pero supo transmitir su mensaje con un lenguaje claro, sencillo, empático. Un buen manejo de la voz, el uso de ciertos ademanes, así como un mensaje contundente le dieron el triunfo. Con este ejemplo debemos entender una cosa: a la gente no le interesa tanto lo que dices, sino cómo lo dices. Mover emociones es el primer gran reto de quienes pretenden impactar a su público. Catalina Pons, consultora española de marketing de servicios y comunicación, afirma que disponemos de siete segundos para impresionar a alguien y que el 93% de la información que comunicamos depende siempre del lenguaje no verbal que comprende: la modulación de la voz, la respiración, los gestos, la postura, el ademán, la mirada. Y un ingrediente más: tienes que estar convencido de lo que dices, lo que abona a la seguridad durante la intervención. El segundo gran reto es generar percepciones. Provocar una primera impresión. Ciertos líderes, rancios y previsibles, acuden horrorizados al fracaso de sus proyectos porque centraron más sus ideas en querer tener la razón que en generar percepciones con un lenguaje natural y amable. Se centraron más en los tecnicismos, en las palabras rebuscadas y floridas. Olvidan que vivimos un mundo emocional y visual, donde el manejo de un par de ideas bien desarrolladas, poco profundizadas, trufadas con figuras retóricas de énfasis sonoro, aseguran el éxito del mensaje. Producir consecuencias, es el tercer y último gran reto de un orador. Más bien, de una buena comunicación. Si logramos mover una emoción y, por consiguiente, generar una percepción -positiva desde luego- lograremos que la gente quede convencida de nuestras ideas y las empujemos a la acción. Abonando a lo anterior, siempre me ha parecido un despropósito, cosa en la que he provocado controversia, que algunos jurados en los concursos de oratoria, centren el peso de sus decisiones en el aspecto a calificar denominado “estricto apego al tema”, olvidando el impacto del lenguaje no verbal en los espectadores. El cerebro del público, de la masa, no es muy dado a disquisiciones teóricas de profundo calado. Les mueve la pasión del disertante, su gesto, su ademán, la emotividad, la voz amable –que no el grito- y desde luego, la luz personal de quien expresa sus conocimientos con la debida moderación, para no aburrir a su público. Esas son las novedades de la oratoria del siglo XXI y quien pretenda ignorarlas le va a ser muy difícil prender en el ánimo de la gente.

DE PASADA

Beto Vega, a tres años de su administración, le está dando un rostro con perfiles nuevos al Conalep Tabasco. Obras de infraestructura en cuatro de sus siete Planteles, una nueva carrera vinculada al sector petrolero, otras en gestión y un repunte de sus indicadores a nivel nacional, son parte de ese trabajo que está dando resultados. La educación es un tema serio y el Conta lo ha asumido como tal, entre los bamboleos de la pandemia y con plena responsabilidad.



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