La noche de tres siglos

No existían los actuales registros civiles

Durante la noche de tres siglos de la colonia y durante la primera mitad del siglo XIX, ya en el México “independiente”, la Iglesia Católica seguía  detentado multitud de funciones, e incluso financieras y jurisdiccionales sobre civiles, que los liberales consideraban totalmente “ajenas a la fe católica”. Querían aplicar aquella  frase bíblica  “a Dios lo que es de Dios, y a César lo que es de César”.

No existían los actuales registros civiles.  La iglesia católica registraba nacimientos, casamientos, administraba cementerios, daba  préstamos con hipoteca y las ejecutaba, y sus tribunales resolvían cualquier tipo de controversia con un civil, que nunca tenía la razón ni podía apelar ante nadie.  En las parroquias se cobraban a los pobres cuotas arbitrarias, hasta por sepulturas, o se substituían por servicios personales.   

El 11 de abril de 1857, 66 días después de promulgada la Constitución, se expide la Ley de Obvenciones

Parroquiales más conocida como Ley Iglesias, por quien en ese momento desempeñaba el cargo de Ministro de

Justicia, Ley que prohibía el cobro de estos derechos a los Pobres, por bautismos,  casamientos, amonestaciones, entierros, dejando libertad a la iglesia en cuanto al cobro de pompas  en sus sacramentos.

Hay que recordar que al abogado  Benito Juárez, por defender a un los indígenas pobres de San Agustín Loxicha, contra malos tratos y cobros excesivos de su párroco, un tribunal eclesiástico decretó castigo a los quejosos y cárcel al abogado como vago y malviviente.

Esta Ley y la propia Constitución fueron desconocidas por el clero, que apoyado por el ejército que también defendía los fueros militares, originaron la fratricida guerra civil que duró tres años, hasta la victoria final de los liberales, el 22 de diciembre de 1860, en la histórica batalla de Calpulalpan. Soldados y generales improvisados por los ciudadanos, vencían a militares de carrera e imponían el imperio de la Ley.

Y en plena guerra civil, realizándose batallas entre liberales y militares conservadores, el Presidente Juárez anuncia e inicia en Veracruz las Leyes de Reforma para la separación entre la iglesia y el Estado, la nacionalización de los bienes del clero, el registro civil, el matrimonio civil, la libertad de culto, la administración de cementerios, la prohibición de cobros de derechos parroquiales y el diezmo y la libertad de expresión.

Un Presidente indígena, que primero tuvo que aprender latín y después castellano, moreno y de baja estatura, que supo rodearse de lo más granado de su siglo que para saludarlo se inclinaba para decirle, Señor Presidente, y que no en México, en el extranjero, fue nominado por gobiernos y congresos foráneos como Benemérito de las Américas.