La culpa siempre será del General…
* Diálogo en el infierno verde entre Petro y Leo.
Erik Manuel Priego Brito
El campo de batalla parecía un pantano rojizo, los verdes tonos del Jahuactal se perdían por la sangre derramada a miles de hombres. Cuerpos inertes yacían por doquier, esparcidos en miles y miles de hectáreas. El ejército sureño del General Petro había sido reducido a nada, sólo carne, huesos y figuras amorfas se apreciaban en la tierra.
Con vida, sólo dos afortunados hombres se encontraban: el famoso General Petronio Santana Díaz Salinas, conocido por todos como Petro, hombre de ascendencia burguesa, sangre noble, mano dura y mucho poder; y el soldado raso Leoncio Juárez Cárdenas López, conocido por la plebe como Leo, personaje soñador, inteligente, polémico, rebelde y muy valiente, de ascendencia azteca, sangre mestiza, dominada por genética india.
Ambos hombres, cansados de tan larga y cruel batalla, desgastados por años de luchas, rebeliones internas, complots e intrigas palaciegas, fueron obligados a unirse por las circunstancias, por la situación crítica de un país en ruinas, explotado y sin recursos, al que no quedaba nada, salvo esas últimas chispas de dignidad, las cuales permitieron una alianza final. Formaron un solo frente que libró estoicamente esa última batalla final, la del “Oro Negro”.
Pelearon como nunca, dando todo, pero los vicios, debilidades e ignorancia cobraron su precio, se batieron con un enemigo poderoso, unido, organizado, hinchado de recursos, conocimiento y tecnologías, tristemente perdieron. Fueron masacrados en un santiamén, fue una batalla cantada desde el principio, desigual desde un principio. Robocop contra Cuauhtémoc.
Derrotados, ya sin fuerza ni ánimos, rodeados por enemigos extranjeros y tribus “amigas” traidoras. Sabedores y cabizbajos, por su libertad material que llegaba a su fin, más preocupados por las cadenas de la mente y los grilletes del alma, que por los muros infranqueables que los resguardarían hasta su muerte. Pesaba más esa culpa, gigante como Campana de Dolores, sin ángeles salvadores, carga insoportable que debían llevar a cuestas el resto de su vida, como el Pipila sus últimos años habrían de pasar.
Conscientes de su destino, decidieron gozar su último espacio en el tiempo dialogando, reconociéndose el uno al otro su esmero, tenacidad, resistencia y persistencia, concediéndose el respeto y razón que jamás se dieron. Siempre fueron opuestos, grupos antagónicos, divididos y luchando pasaron su existencia, debilitándose el uno al otro, engordando a los de afuera. Muy tarde era, reflexionaron y descubrieron todo cuando nada podía hacerse ya. Nunca en realidad fueron libres como creyeron, jamás independientes, la mano invisible siempre estuvo presente, meciendo la cuna y tirando las cuerdas.
Resignados, tendieron un petate, entre los acahuales, -donde siglos atrás hubo pirámides, guajolotes, tucanes y jaguares; donde décadas atrás abundaron cacaotales, hatos de ganado y platanares, los cuales se perdieron en otras de las tantas guerras-. Sacaron su poscagua, compartieron una presa de carne, un tamalito de chipilín, bebieron pozol agrio y polvillo de la misma jícara, sin importar las babas y hedores.
Habiéndose jartado lo poco que llevaban, sentados sobre la húmeda tierra, miraron a su alrededor. Estaban completamente rodeados de cuerpos sin vida: amigos, familiares, compañeros, compadres, conocidos y desconocidos, ricos y pobres, todos acabaron igual. Algunos se fueron con expresiones tristes; otros se apreciaban decepcionados; muchos rostros impregnados de terror, confusión, otros tantos de ira, algunos se veían en paz. Parecía que los veían y juzgaban.
Leo no pudo contener su dolor, se llevó ambas manos al rostro, deslizándolas hasta su cabellera, jalándola fuertemente, como si quisiera llevar sus cabellos grises al cielo, arrancarse el cuero y sufrir como los caídos. Poco a poco fue inclinando su cuerpo al frente, contrayendo su estómago y abarrotando de oxígeno sus pulmones, para lograr la fuerza del extinto jaguar y gritar tan fuerte como para que lo oyeran las ánimas de sus ancestros, saliendo de los más profundo de su ser un grito ensordecedor, ¡Qué he hecho!, que p..ta madre fue lo que hice, Dios mío perdóname, exclamó… haciendo una pausa, volteó y miró fijamente los ojos del General, cuestionándole, qué hicimos Petro, ¿Qué madre hemos hecho?...
¿Hemos? Responde soberbiamente Petro, hemos me suena a manada mi estimado Leo. ¿Qué hiciste tú? Con tu ego, inseguridad, ambición, sed de poder, rebeliones y deseo de reconocimiento. Qué han hecho ustedes, replicó molesto e indignado Petronio. Acabaron con todo, la quinta y los mangos, se cagaron en nuestra patria, soberanía, nuestros recursos, en nuestra tierra.
Pelearon con miedo, sin orden, indisciplinados, sin habilidad, sin aplicar el conocimiento del terreno, mostraron cero destreza y habilidad en el campo de batalla, inculcaste y usaste a la gente para tus fines, recompensando con dinero, haciéndoles creer que exigiendo dinero se resolvería el problema, no les enseñaste a invertir, a producir, a emprender, a trabajar, sólo a extorsionar, a lograr recursos a la mala.
Debiste incitarlos a generar riqueza, mostrarles que la base del hombre es el conocimiento, inculcarles se educaran, capacitaran, demostrarles el valor del trabajo, la ciencia y la técnica, enseñarles a exigir sus garantías constitucionales conforme derecho, en lugar de guiarlos al conflicto. La violencia, sólo engendra violencia, no es mediante la industria de la reclamación, indemnización, amenazas y exigencias económicas que se desarrolla un pueblo, por eso se llama civilización.
La población es un elemento existencial del Estado, base del mismo, es como el corazón al hombre, uno sin el otro no pueden existir. Cómo podrá crecer un país, con un pueblo ignorante, es un círculo vicioso, sin educación no hay desarrollo, pulula la corrupción, no se generan tecnologías, empleos, industria, comercio. No podemos evolucionar bloqueando caminos querido Leo, debiste cambiar tu estrategia. Como líder debiste mostrarles la luz. La ignorancia ya no podía, ni debía ser el medio de control y mantenimiento del poder por excelencia, considero erraste en método y forma.
Es por eso que hemos perdido todo. Murió mi gente y la tuya, perdimos nuestras propiedades, ustedes sus ejidos, nuestras aguas, flora y fauna, ¡no quedó nada! Para rematar lo que siempre defendimos, peleamos, lo que nos dividía y enfrentaba, ícono olmeca, glorioso recurso, nuestro codiciado Oro Negro, ya no es más nuestro, lo fue mientras estuvo en el subsuelo, pero ya que salía era en gran medida de quienes lo sacaban, y ustedes ni la chamba, servicios y comercio podían hacer, todo por andar de problemáticos, en lugar de estudiar, tuvieron décadas para prepararse, eligieron el camino fácil, del menor esfuerzo, el del costeño, el del estado rico en recursos, exigiendo dinero sin trabajarlo.
No sé si sepas que el dinero es una consecuencia lógica del trabajo. Reconócelo hombre, pedían oportunidades, empleo, obras y desarrollo y cuando después de lustros les dimos las oportunidades, las reformas, inversiones y proyectos, ustedes no estaban listos, en lugar de haber tomado clases y leído libros, tomaron piedras, palos y machetes. Admítelo Leo, fallaste. Tu gente fue incompetente, incapaz, desordenada, abusiva, ambiciosa, revoltosa e indisciplinada, gracias a ustedes todo se ha perdido, ¡tú eres el culpable Leo!
Incrédulo Leoncio, atónito, azonzao por el discurso del General, sorprendido por los niveles de cinismo…. Después de unos segundos, donde parecía estar en otra dimensión, respondió, tal vez tengas razón en algunos puntos Petro, soy humano imperfecto, sin embargo, la gran mayoría de tus aseveraciones son inciertas. Yo soy producto del sistema, no elegí dónde nacer, clase social, circunstancias, posición económica, familia, apellido, amigos, forma gobierno y régimen político, gran parte de lo que somos es porque se nos impone, condiciona o acostumbra, igual las oportunidades, riesgos, variables, factores, así como el acceso a la justicia, servicios, programas y la distribución de la riqueza no dependen de mí, para que así fuera tendría que llegar al poder.
La igualdad en mi tierra es un término prosaico, utópico, una mera concepción ideal ajena a toda realidad. Cuando yo nací tuve que trabajar para ayudar en la casa y mantener a mis hermanos, éramos demasiados y el salario mínimo, diría yo ínfimo, sólo permitía sobrevivir: tortilla y frijol, café y pan duro, eso me “nutrió”, desconocíamos las proteínas, vitaminas y minerales. Las comodidades, libros, enseres domésticos, nunca formaron parte de mi haber. El maternal, kínder, preprimaria y lenguas extranjeras no eran parte del menú, ingresé a primaria para formarme conforme textos oficiales que ustedes autorizaban, jamás elegimos.
Mi visión era horizontal y finita, terminaba hasta donde mis ojos alcanzaban a ver, nunca pasó de los acahuales y el cielo azul, se limitó a la comunidad, nunca viajamos, salvo con la imaginación que me permitió situarme en paraísos y escenarios diversos, que se formaban conforme las letras entraban por mis ojos.
Pude ver a mi gente morir por no tener medicina, por carecer de hospitales, por hambre, delincuencia y tristeza. He visto llorar a una madre, aullar a un padre, berrear a un niño, lagrimear a un anciano.
Mi corazón y pellejos han sentido el dolor, la humillación, la compasión, la impotencia, la pasión, el deseo, la esperanza y la fe de la iglesia, que por cierto también me fue impuesta, porque hoy, estoy seguro tampoco elegí eso, si hubiese nacido en India sería partidario del hinduismo, en Nepal del Budismo; en Israel del Judaísmo; en medio oriente del Islamismo y en Inglaterra sería Luterano y protestante.
Finalmente, somos resultado de quienes nos forman, nacemos vírgenes, como una computadora, nos alimentamos de datos, información, los cuales debemos ordenar y procesar, sin embargo la capacidad de la máquina varía. Los programas forman, algunos controlan, también condicionan e instruyen, cierto es que los humanos gozamos de libre albedrío, razón, podemos elegir, decidir y seleccionar muchas cosas, también es cierto que el entorno condiciona. El ambiente influencia, induce, absorbe, transforma, hablamos del género y admite excepciones.
El hombre es un ser social por naturaleza, un son politicón –zoon politikon, tal como sabiamente hace miles de años señaló Aristóteles-, el cual decide organizarse y aceptar reglas, estableciendo normas, las cuales deben coincidir con la realidad, así, existen normas jurídicas, morales, religiosas y convencionales o sociales, las cuales debemos acatar; pero también es cierto que somos animales domésticos, miméticos, imitadores, adoradores, la adaptación y aceptación son parte de nuestra naturaleza, el sentido de pertenencia es vital para el humano. Reza el refrán “donde fueres haz lo que vieres, un hábito, un uso reiterado, repetido en el tiempo, se hace costumbre, un estilo de vida y muchas veces ley.
Todo esto te lo digo, porque donde yo nací no había lujos, que puedo hablar de lujos, ojalá, no había ni comida, ropa, medicinas, sábanas, camas, un techo firme que contuviera el agua caía a chorros sobre nosotros por las miles de filtraciones. La violencia, el llanto, la delincuencia, el alcohol y las promesas de un mejor mañana eran nuestro pan de cada día, nuestra realidad Petro no coincide con la tuya, vivimos en un mismo país, en una misma tierra, pero en dimensiones diferentes.
A mi gente le enseñaron a reclamar unos pesos para que otros se llevaran millones, nos enseñaban a sostener una cuerda y pedir dinero por dejar pasar un vehículo, a formar un sindicato, a exigir plazas en las obras, a bloquear caminos, a salir corriendo para hacer montón cuando una bengala impactara los cielos, a retener unidades, a sembrar arbolitos, lienzos y armar casas en horas en los predios donde pasarían las obras, a montar plantones con un simple toldo, una torta y un refresco. Nos decían que la tierra y el petróleo era nuestro, que nos iría mejor, que pidiéramos dinero porque dañaban el medio ambiente, la verdad jamás aprendí qué era flora y fauna, nunca comprendí que cuidar el planeta implicaba sanar y remediar, no cobrar dinero.
Lo poco que ganábamos se iba como llegaba, hubiera preferido que me educaran, que me concientizaran, capacitaran y me enseñaran a trabajar, de nada sirve el camino fácil, las obras terminan, los pozos se secan y nosotros seguíamos ahí, más pobres que nunca. Tienes razón, no era ese el camino Petro, pero era lo que había, la realidad es que eso aprendí, eso ví, eso me enseñaron donde nací. Esa es mi realidad y la de millones de mexicanos, y de algo estoy plenamente seguro, yo no elegí, yo no decidí, ni el entorno, los vicios, la corrupción, la pobreza, la delincuencia, los malos hábitos y nuestro estilo de vida, son resultado de acciones y decisiones de grupos de poder.
Durante siglos hemos soportado abusos, injusticias, el despojo de nuestras riquezas, primero nuestro oro, nos quemaron hasta las patas, nos pendejearon con espejitos. Nos impusieron costumbres ajenas, hasta religión nos dieron, cambiaron nuestro estilo de vida, nos conquistaron, nos enfermaron, evangelizaron y millones de nosotros murieron. Por todos lados sufrimos embestidas, por dentro y desde el otro lado del mundo, del norte y el sur, nos quitaron nuestras tierras, nos tiraron pastelazos, nos reconquistaron, nos saquearon piratas y nobles nos esclavizaron; nos independizamos, evolucionamos y revolucionamos, todo para seguir igual.
En el caso del petróleo le hemos hecho honor a su imagen, la hemos visto negra. Desde el famoso avistamiento de Gil y Sáenz, la primera incursión de Simón Sarlat al mundo petrolero, la llegada de Pearson and Son, el establecimiento del Águila, la respectiva apropiación extranjera, la bendita expropiación y el retorno a la apropiación, todo para acabar igual. En el caso de nuestro guerrero nacional, el tema es peor, primero crearon Pemex, luego lo viciaron y vaciaron, ahora lo critican y castigan, cuando vivimos décadas de la empresa. La culpa no es de Pemex mi General, sino de quienes lo usaron, dirigieron y administraron, Pemex es- una persona jurídica ficticia, moldeada por la mano del hombre, no culpemos al ente, responsabilicemos a la gente.
Finalmente creo que debemos regresar el tiempo mi General, sería mi mayor deseo, ahora entiendo que somos un país, que si bien es cierto ni usted eligió ser rico, ni yo pobre, lo que sí es cierto es que sólo unidos podemos triunfar, juntos somos Petro Leo. La reforma bien instrumentada, correctamente aplicada tiene y debe funcionar, pero debe ser un esfuerzo conjunto, gobierno, iniciativa privada y sociedad, una sola fuerza, un solo camino, un solo objetivo: el bienestar de nuestro pueblo. Ustedes deben generar las condiciones, aplicar la ley, justicia, equidad, igualdad, tienen que darnos las herramientas, la educación, la ciencia y la técnica.
El soldado sólo sigue órdenes mi General, si perdemos la batalla por la causa que sea: incapacidad, impericia o negligencia, la culpa, sobre todo la responsabilidad es y sólo será siempre suya, mi General. Recuerde no hay mala tropa, sino malos Generales.
Las cosas están así. Nosotros debemos entender que todo beneficio implica sacrificios, debemos hacer conciencia, dejar el pasado donde pertenece, -el conquistador y el conquistado siguen presentes-, debemos aceptar, ser objetivos, pragmáticos, bastante fríos, perdonar, creer y luchar por un futuro próspero, por nuestra descendencia, familia, un mejor mañana para nuestros hijos. Debemos ocuparnos por enseñar a nuestra gente a estudiar, sustentar, a trabajar, aprovechar los recursos, a respetar el entorno y a lograr conjuntamente conforme a derecho un estado democrático, esa ansiada paz y equidad social.
Quiero que mis hijos no aprendan lo que yo aprendí, no quiero que vivan, vean y sientan lo que yo sentí, deseo y quiero que mi ejemplo se perpetúe en el tiempo, que el imaginario se vuelva presente, que mis acciones se graben en las memorias, que mis hazañas de bien se viertan sobre el papel. Nada más quiero en esta vida Petro y la que sigue, que mi gente, mi sangre y mis hijos se paren erguidos, sin agachar la cabeza, orgullosos, viendo a su amado México gozar, admirando mi Edén Tabasqueño lleno de dicha gloria y placer.
Amen Leo, tenéis razón, eso también anhelo yo, hay tiempo. No podemos seguir buscando culpables, tenemos que responsabilizarnos. En vida hermano.