La crueldad de la pandemia y la esperanza de la vacuna /I
02/02/2021
El drama de la sociedad en la aldea global se agudiza con el fatal incremento de contagios, defunciones, desempleados y pobres. La acelerada reactivación del coronavirus SARS-COV2 y su mutación a una cepa más contagiosa y letal coloca a muchos seres humanos ante la trágica disyuntiva de morir por esta enfermedad o por el hambre causada por la falta de ingresos.
Para algunos se trata de una factura que nos cobra el exceso depredador de los recursos naturales por el sistema neoliberal; para otros, un castigo divino por la reincidencia creciente de pecados y pecadores. La pandemia no respeta posición social, económica o religiosa. En México están infectados el presidente AMLO, el billonario Carlos Slim y el cardenal Norberto Rivera Carrera.
El golpe a la propia existencia, a las relaciones sociales, a la economía y a la política ha sido brutal. La cruel manifestación de la enfermedad Covid-19 ha cobrado millones de vidas, de desempleados y de afectados sicológicamente. La angustia y la impotencia por el contagio, el sufrimiento por la pérdida de seres queridos, la drástica caída económica y, en fin, la incertidumbre de un futuro tan desalentador provoca experiencias que pueden llevarnos a situaciones individuales y colectivas extremas. Vivimos un deprimente panorama mundial con más de 100 millones de infectados y más de 2 millones de fallecimientos.
El confinamiento voluntario u obligatorio reprime la libertad y desencadena todo tipo de emociones negativas, así como comportamientos depresivos, desquiciantes y hasta violentos. Los trastornos sicológicos son otra cara de la misma crueldad de la pandemia que tiende a ensanchar el camino del pánico colectivo.
Se sabe que los adultos mayores y las personas diabéticas, hipertensas, obesas y con enfermedades del corazón son más susceptibles de padecer síntomas graves de Covid-19, que los países con servicios de salud deficientes y un manejo errático de la pandemia, entre los que se encuentra México, están aportando un mayor número de defunciones.
La crueldad de la pandemia también se manifiesta en la recesión económica provocada por el cierre de las actividades productivas no esenciales. El cierre definitivo de miles de empresas pequeñas y medianas, la precarización de los trabajadores formales e informales y los crecientes índices de desempleo y pobreza causados por la pandemia hace más visible el agotamiento de un sistema socioeconómico profundamente desigual que reclama una profunda transformación.
En su informe de enero de 2021 Oxfam sostiene que “El virus ha puesto al descubierto y ha exacerbado las desigualdades económicas, de género y raciales, a la vez que se ha alimentado de ellas. Más de dos millones de personas han perdido la vida, y cientos de millones se están viendo arrastradas a la pobreza, mientras que la mayoría de las personas y empresas más ricas del mundo sigue enriqueciéndose. Las fortunas de los milmillonarios han recuperado el nivel previo a la pandemia en tan solo nueve meses, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza del mundo esta recuperación podría tardar más de una década en llegar. La actual crisis ha puesto al descubierto nuestra fragilidad colectiva, así como la incapacidad de nuestra economía, profundamente desigual, de beneficiar al conjunto de la sociedad”.
A un año de su silenciosa y fatal dispersión el coronavirus ha encontrado en la educación, fuerza motriz del desarrollo humano, otra área brutalmente atacada. El cambio radical a esquemas virtuales, con sus limitaciones educativas y sus complicaciones familiares, evidencian las desigualdades y contribuyen a su agudización, siendo los países subdesarrollados y los grupos sociales más pobres, los más afectados.
En México tenemos 10 meses librando la más cruenta batalla en contra del coronavirus, agravada por la temporada invernal y las pachangas decembrinas. Vivimos el peor momento con el regreso de 13 estados al semáforo rojo, con hospitales al borde del colapso y con la especulación desbordada en la venta de oxígeno y en los servicios funerarios, sobre todo en la CDMX.
La Covid-19 se ha ensañado con los mexicanos, desde agosto de 2020 es la segunda causa de decesos con 108 mil 658 reportados por el INEGI, lo que representa 68.7 por ciento más de los 64 mil 414 confirmados por la Secretaría de Salud al 31 de agosto.
Hoy somos el tercer país con más fallecimientos en el mundo. La contribución de las inconsistencias, omisiones y errores en el manejo de la pandemia por parte de las autoridades ya no se puede ocultar, pero tampoco la propiciada por la cruenta lucha política que la derecha conservadora ha enderezado en contra del presidente AMLO que, aún convaleciente por Covid-19, tuvo que salir a “acallar rumores y malos entendidos” que proliferaron en los medios y las redes sociales.
Las vacunas son la única esperanza para combatir la pandemia y recuperar el crecimiento económico, pero su producción y distribución ya se encuentran en el ojo del huracán (continuará).
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