Dos cosas fundamentales: capital y trabajo, clave del desarrollo
El “poder del Estado” ha sido, en la mayoría de los casos, un pretexto de quienes propugnan por la continuación del reinado del Modelo Imperial
El “poder del Estado” ha sido, en la mayoría de los casos, un pretexto de quienes propugnan por la continuación del reinado del Modelo Imperial, un gobierno alejado del pueblo. Bertrand Russell demostró que la glorificación de “El Estado” es, en realidad, la glorificación de una minoría gobernante.
Aparte de lo que señala Russell, no es solo que “determinados individuos … disfrutan de más poder del que corresponde por lo general a la mayoría de los hombres…”, es que en el Modelo Imperial disfrutan ellos más poder del que razonablemente y proporcionalmente corresponde a sus obligaciones ni determinadas ni supervisadas por el pueblo. O sea, el poder sin control ni contabilización al servicio de las sensaciones humanas, cargadas principalmente, como demuestran los resultados del Modelo, sobre el lado de los vicios y no las virtudes humanas.
Franz Boas, antropólogo emérito, ha captado esta cultura de las clases privilegiadas en lo que él cataloga como sociedades cerradas: “La tradición social que regula la vida de la nobleza es algo análoga con la tradición social en nuestra sociedad. Hay una buena cantidad de énfasis sobre el cumplimiento estricto de convención y sobre la exhibición, y nadie puede mantener su posición en la sociedad alta sin una cantidad adecuada de ostentación y sin consideración estricta para la conducta convencional. Estos requerimientos son tan fundamentales que un desprecio para la gente común se hace como requerimientos sociales de un jefe importante. El contraste es muy llamativo entre los decoros sociales para la nobleza y para la gente común. Se espera de la gente común la humildad, la misericordia y todas aquellas cualidades que consideramos amables y humanas”.
Claro que Boas se refiere a todas las sociedades, desde la barbarie, y pasando por las imperiales y hasta las democráticas en base a la claridad de la verdad en sociedades cerradas.
MÉRITOS CONTRA “PALANCAS”
Ahora, pongo un ejemplo académico de cómo funcionan los dos modelos.
Me ha tocado participar con las instancias universitarias texanas. El estadunidense quiere saber qué traes a la mesa, es una pregunta directa. Él no acepta las vueltas como lo hacen muchos mexicanos. No le importa la preponderancia de palabras mágicas para el mexicano como son: “El Presidente”, “El Gobernador”, “CONACYT”, “PEMEX” y otros. No le importan tus problemas o tu origen. Sólo le importa saber tu productividad. Y, además, el estadunidense sabe que para producir, se necesitan fundamentalmente dos cosas: capital y trabajo, y mientras que hay otras cosas (terrenos, tecnología, etc.) necesarias para la producción, sin los primeros dos factores no se puede hacer nada.
En cualquiera actividad es una regla, son los dos factores que conviven en la producción económica desde siempre. Entonces el doctor estadunidense nos dice: “¿Cuánto capital traes para este proyecto?”
Y nosotros contestamos en mexicano: “No traemos capital, pero estamos esperando que el gobernador o el presidente, o el secretario de no sé qué nos envíe presupuesto…”, palabras mágicas en el contexto mexicano, pero que no funcionan en el contexto norteamericano o del Mundo Desarrollado, acostumbrado a la independencia financiera de sus instituciones públicas.
Siguiendo, para todavía darnos otra oportunidad seria de participación en su proyecto, el doctor estadunidense nos dice, “Bueno, ya entendí que no tienen capital, pero ¿tienen estudiantes brillantes en matemáticas? Esos nos sirven porque los podemos poner a trabajar en laboratorios, como ayudantes de profesores, etc.”. Pero en nuestro Modelo Imperial basado en recomendaciones en vez de méritos, no se nos ha ocurrido esta necesidad democrática. No hay un registro de alumnos brillantes en matemáticas, para que podamos decir al estadunidense. “Aquí tengo 200, 300 o mil y cualquiera de ellos aprueba tus exámenes de matemáticas.” El Modelo Imperial nos falla, pero queremos seguir apegado a sus fracasos.
Finalmente, el doctor estadunidense da la vuelta decepcionado porque realmente quiere participar con nosotros pero con base en las reglas mundiales democráticas, y dice a sí mismo: “Estos vivales no traen capital ni trabajo, pero quieren participar en el producto. No tengo tiempo para esto”. Nuestro lugar lo toman los asiáticos. Ellos sí tienen literalmente miles, a veces millones, de alumnos quienes pueden aprobar con gran éxito a cualquier examen que se le pudiera ocurrir al profesor estadunidense.
Y así es como se reparten los premios en el Modelo Democrático: por méritos comprobados y aceptados por todos. Simplemente, con nuestro Modelo Imperial no lo hacemos.
El nuestro es un planteamiento imperial porque el emperador no trae capital, y no trae trabajo, pero sí participa en el producto porque aplica una tributación despótica, donde el sujeto paga pero no participa en ningún beneficio. Este método no funciona en el Mundo Desarrollado que va marcando las reglas del sistema global, incluido México por supuesto, porque en ese mundo el método es democrático: “me traes capital o me traes trabajo; de otra manera no participas en el producto”.
Si seguimos con las reglas imperiales, como país nos mantendremos fuera del Mundo Desarrollado en sus más diversos aspectos, aunque uno que otro mexicano valiente luche y logre su gloria individual en ese mundo.
(EL AUTOR ES DOCTORADO EN ECONOMÍA POR LA UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA, 1971. COLABORADOR DE DIARIO PRESENTE)