Jalupa

Francisco J. Santamaría escribió que Jalupa era una "población conocida" situada a "una y media leguas" de Jalpa, cabecera de partido y "a la margen de las tierras sabanales".

Francisco J. Santamaría escribió que Jalupa era una "población conocida" situada a "una y media leguas" de Jalpa, cabecera de partido y "a la margen de las tierras sabanales".

El autor de "Semblanzas tabasqueñas" y "Crónicas del destierro", describe en el breve apartado subtitulado "Jalupa", que el cólera disminuyó su población, así como los plantíos de cacao en el siglo XIX. Habla de la localidad como "un pueblo bastante laborioso", a más de seis kilómetros de Jalpa.

En las primeras décadas del siglo XX, los jalupenses poseían sementeras, unos 21 espacios de siembra, y 36 mil 580 árboles frutales y novales, de acuerdo con el censo de la época.

Ante los ojos del lingüista, Jalupa se veía así:

"Tiene una iglesia de guano, la cual está circunvalada de setenta y seis casas de los mismos y en ellas el número de doscientos un habitantes, tiene un comisariado municipal que cuida y ordena los asuntos de policía, y un juez de paz para la administración de justicia, sujetos en ambos ramos a los de esta cabecera".

Esta iglesia de madera y guano, a la que se refiere Santamaría, después se construirá con ladrillos y en el mismo sitio.

Sin fecha que nos aproxime a la fundación de Jalupa y a la hechura de su templo con materiales sólidos, la historia contada y vuelta a contar sobre el conflicto entre cristianos-católicos y brujos, resulta ser de interés para una gran mayoría. Sobre todo, si partimos de que los hechiceros y nahuales impedían a toda costa la construcción del templo en honor a san Juan Bautista.

En el artículo "La lengua de los ancianos de Jalupa, Tabasco" (1967), de Antonio García de León G., y publicado en la revista Estudios de Cultura Náhuatl de la UNAM, no solo se rescata el habla de los jalupenses originarios, el náhuatl, que también se hablaba en Boquiapa, sino que se presenta una pequeña gramática y diccionario del náhuat empleado en estas tierras.

Para mediados del siglo XX, esta lengua originaria ya no se hablaba en Jalupa y solo estaba en el recuerdo de los más ancianos.

A fines de la década de los sesenta, el investigador García de León G. dialogó con los señores Víctor Hernández M., Juan Madrigal y Prisciliano Hernández, cuyas edades superaban los 70 años y gozaban, en ese entonces, de un prestigio en la comunidad pues los dos primeros eran "patrones de la iglesia" de san Juan Bautista y el último encargado de una de las mayordomías. De acuerdo con el articulista, los tres hombres accedieron a enseñar sus conocimientos con el fin de hacer un registro de la lengua "ante su inminente desaparición" y para el conocimiento de "las futuras generaciones".

En el mismo artículo se esbozan las tres lenguas originarias más habladas en Jalpa: el chontal en Soyataco, Mecoacán y El Santuario; el zoque en Ayapa; y el náhuat en Jalupa y Boquiapa, con sus variantes. De todas estas, la única que se niega a morir —hasta nuestros días— es el zoque ayapaneco en territorio jalpaneco, pues el chontal sigue firme en las poblaciones de Nacajuca y una más que emigró a Jalpa en el siglo XX.

Durante la infancia mi abuelo y mi padre me contaban la historia del Hachón de Santo Tomás, reliquias veneradas en la iglesia de Jalupa y al cuidado de los ancianos. Estas velas de cera sirvieron para ganarle, de acuerdo con las crónicas, la partida a los brujos que destruían los avances en la construcción del templo religioso. Desde hace un siglo, estas mismas velas se siguen venerando después del Día de Reyes con el argumento de alejar las malas vibras de casas y comercios.

En 1967, Víctor Hernández M., contó la historia y esta quedó registrada en el artículo "La lengua de los ancianos de Jalupa, Tabasco", misma que transcribo para su lectura y porque es la primera ocasión que hallo registro escritural de un relato que sigue contándose en voz alta:

"En aquel tiempo, cuando andaban haciendo la iglesia nuestros abuelos, sus enemigos querían destruirla. Los brujos no querían que hubiera iglesia y nuestros abuelos seguían trabajando.

El albañil trabajaba todo el día; pero lo que hacía en el día, era destruido en la noche por sus enemigos: ...unos animales que venían a hacer su maldad.  Andaban derrumbando la iglesia hasta el día siguiente, en que el albañil encontraba todo destruido. Entonces nuestros abuelos, y sus más allegados de andar con los santos, pensaron y fueron a Atasta, con una comisión hacia allá. Fueron a preguntar a esa gente el por qué venían esos animales a hacer su maldad aquí. Entonces dijeron a los viejos atastecas cómo los brujos se convertían en chivos, pavos, perros, cualquier animal. Los viejos atastecas les dijeron:

—Tú y tu pueblo reúnanse y espíen a esos ahora en la noche... reúnanse en el Cabildo cada quien con un palo. Cuando veas que andan los animales haciendo maldad y echando por tierra los ladrillos, rodéenlos. Y una vez rodeados, júntenlos y no los dejen pasar: golpéenlos con los palos.

Así hicieron nuestros abuelos cuando hacían la iglesia: les dieron de palos a los chivos. Después fueron nuevamente hacia Atasta a platicar con aquella gente. Y les dijeron:

—¿Qué pasó?

—¿Llegaron los brujos?

—¿Qué hiciste?

Los nuestros respondieron:

—Aah, les dimos de palos.

—¿No te dije?

—Ahora trabajen en la iglesia pues ya no habrá más maldad mientras hagas justicia con el poder de Dios.

—¿Quemaste velas?

—Sí, pusimos velas de cera de colmena hasta que llegaron todos atontados ... pues es una reliquia que hace entorpecer a los animales.

—¿No embistieron?

—No, hasta ardían de los garrotazos... jii... Los golpeamos con palos. 

—¿Pusiste la Santa Cruz en los palos?

—Sí, la puse pues.

—¿Murió el mero gran cabecilla?

— Sí, murió. Vino a morir el mero viejo, el mero patrón y sus acompañantes que venían a hacer maldad. Y desde entonces se fueron a trabajar y no llega ya ninguna maldad; ni búhos ni nada de brujería.

—¿No te dije? Ahora dile al maestro albañil que ya no habrá perturbación en su trabajo, en el trabajo de nuestro Santo Patrón... Dile que no tenga desconfianza, pues ya no vendrá nuevamente esa maldad... pues ya murió el cabecilla de los brujos".

Jalupa (o kahkala en háhuat) ha crecido a la par de esta historia. La iglesia de la que se ha hecho referencia continúa edificándose hasta nuestros días, pero de acuerdo con la modernidad. Aquella iglesia que era imposible edificarla, ya no es la que actualmente se mira cuando uno llega a este pueblo que fue elevado a villa a fines del siglo XX.

*

En una siguiente entrega, hablaré de la importancia de Jalupa a través de la música, deportistas y artistas, así como de sus cocineras que preparan los mejores tamales de guiso negro, manea, picadillo y uliche, mismo que usted probará este fin de semana en el 5to. Festival del Uliche, el mole chontal.

@Librodemar