OPINIÓN

Intelectuales orgánicos en decadencia
10/03/2021

Al parecer los críticos de la Cuarta Transformación (4T) están más interesados en recuperar sus privilegios que en entender la imperiosa necesidad de construir un orden social caracterizado por el progreso y la justicia social, sin que esto implique cambiar el modo de producción capitalista. Sería un suicidio nacional pretender que, al lado de la primera potencia económica y militar del sistema capitalista, se puedan siquiera plantear ideas de corte socialista.

Ante la pérdida de sus canonjías los intelectuales orgánicos no alcanzan a ver la creciente inconformidad producida por la degradación del paradigma neoliberal que llevó al extremo la concentración de la riqueza y la polarización económica de la sociedad a través del saqueo y la corrupción.

Fue precisamente esa inconformidad la que dio paso de manera pacífica y democrática al cambio de régimen político para reconstruir el tejido social gravemente lastimado por la exclusión y las desigualdades sociales. El objetivo es fortalecer el poder político del Estado y sus funciones sociales y administrativas, a efecto de promover el bienestar de la población en el marco del sistema capitalista, y eso no lo entienden los intelectuales orgánicos que sirvieron fiel e interesadamente a la clase dominante durante los 36 años de la etapa neoliberal.

Es importante señalar que los intelectuales orgánicos es una categoría conceptual desarrollada por Antonio Gramsci en los términos siguientes: “Todo grupo social, como nace en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo y orgánicamente una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y consciencia de su propia función, no sólo en el campo económico, sino también en el social y político: el empresario capitalista crea consigo mismo el técnico industrial, el científico de la economía política, el organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etc.”

El Presidente AMLO a utilizado este concepto gramsciano básicamente para referirse a los directivos, editorialistas y periodistas de los medios de comunicación tradicionales que se han dedicado a atacar ferozmente las acciones y los posicionamientos de la 4T. Y lo hace con la idea de desenmascarar a este tipo de intelectuales orgánicos que operan con la bandera de una supuesta objetividad e imparcialidad, cuando es público y notorio los servicios prestados al poder político y económico a cambio de jugosas canonjías.

Sin embargo, el concepto de intelectuales orgánicos es mucho más amplio, pues también incluye a la clase política que impuso las políticas neoliberales y hoy las defiende con la alianza electoral “Va por México”; a las organizaciones sociales que se dicen independientes, pero que simpatizan con los intereses creados o las que como el FRENAA (que ya se desinfló) protestan en las calles por la renuncia del Presidente AMLO.

Con el modelo neoliberal agotado, sus intelectuales orgánicos están en plena decadencia, sin poder construir una nueva opción política consistente y atractiva que realmente compita con la 4T. En su lugar, se han dedicado a difundir sus invectivas en contra del Presidente AMLO. Ahora hasta las vallas para proteger el patrimonio nacional y evitar enfrentamientos durante la manifestación del 8M, se les atraganta en su pobre intelecto.  

Todos estos intelectuales orgánicos agrupados en torno a la derecha conservadora no quieren entender que las transformaciones de los últimos dos años están orientadas a evitar estallidos sociales y crisis de gobernabilidad, que después de la pandemia el surgimiento de un nuevo orden mundial es inevitable y que lo mejor es encontrar un sano y dinámico equilibrio entre lo público y lo privado, entre el Estado y el mercado. La elección del presidente Joe Biden deja entrever que los estadounidenses optaron por un gobierno atento a la justicia social.

Si los resultados de las últimas encuestas se ratifican en las elecciones de junio, el Presidente AMLO contará con el consenso necesario para recuperar la rectoría económica del Estado e impulsar el pleno empleo de los factores productivos, esto es, el progreso con justicia social. De ahí la importancia de mantener el control de los sectores estratégicos para el desarrollo económico: electricidad y petróleo. Esto no implica que el mercado deje de contar con la suficiente libertad para que los empresarios obtengan sus legítimas ganancias, sin contratos amañados y concesiones perversas.  

Ya padecimos una pésima reproducción del liberalismo clásico decimonónico. Hoy la confrontación de las ideas y el consenso social tienden a reproducir el Estado de Bienestar que resultó luego de la Gran Depresión de 1929 y que, a través del New Deal del Presidente Roosevelt  y la teoría económica de Keynes, enfrentó con relativo éxito los dos grandes problemas del capitalismo del libre mercado: el desempleo y la concentración del ingreso, con la participación deliberada del Estado en la economía.



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