Imperfecciones de la democracia

En democracia se registran innumerables imperfecciones y contradicciones

Se atribuye a Winston Churchill la frase: La democracia es el peor sistema político a excepción de todos los demás. Por definición, la democracia es el gobierno del pueblo, del cual dimana la soberanía de las naciones, entendida como la facultad absoluta para decidir la forma de su gobierno y del concepto de nación que le sea satisfactorio. En este sentido, la democracia es una utopía a realizar, nunca alcanzada pero siempre perfectible en tanto camine hacia ese rumbo ideal.

En democracia se registran innumerables imperfecciones y contradicciones; es tarea de la política con ayuda de la ciencia el procesar  las imperfecciones y las contradicciones tendentes  a su corrección y adecuación para acercarla a la utopía.

La democracia es un concepto universal: el derecho soberano de los pueblos para decidir su forma de organización y de gobernarse. Pero es peculiar a cada uno de ellos la manera de ejercer tal derecho, siempre determinada por su historia y su propia cultura acumulada en ella, incluso las cosmogonías y las creencias, por lo que no es susceptible de exportación o de implantación acrítica.

El pensamiento universal puede ofrecer elementos útiles para las naciones para abrevar en otras experiencias pero nada más. No existe el modelo único, incluso  es una rotunda aberración pretender imponerlo bajo  el argumento de ser supuestamente exitoso en su particular caso.

Otro aspecto de la imperfección de la democracia es la lucha de los intereses al interior de una sociedad. Es natural que quienes en la historia se han visto beneficiados se confronten con quienes están al margen de cualquier beneficio,  incluso que han sido perjudicados en dicha historia. Los primeros se aferran a conservar lo conquistado como derecho de privilegio, en tanto que los segundos aspiran a participar en una distribución justa de tales beneficios.

Teóricamente ambas partes asumen la política como forma de intentar conciliar sus intereses, y proponen al pueblo sus respectivos proyectos para que este decida a su conveniencia mediante el voto; la mayoría de votos decide el proyecto a desarrollar. También existe la opción de la violencia cuando la política no logra ser eficaz; es indeseable pero no infrecuente.

Escribí los anteriores párrafos, tal vez engorrosos y perogrullescos, con la finalidad de ofrecer un marco de referencia para tratar de comprender el momento histórico por el que transitamos en México y, sin duda en toda Nuestra América. Somos testigos y actores de un despertar popular resultante del hartazgo de una muy larga noche de marginación e injusticia.

Las transformaciones efectuadas, siempre por la vía de las armas, para liberarnos del dominio español, para redimirnos del poder eclesial y para derrocar la dictadura, se nutrieron con la sangre del pueblo sin que le fuese retribuida mediante la necesaria emancipación del yugo de la miseria; sólo breves avances pronto desdibujados por la vuelta al poder de los abusadores de siempre.

En estos avatares nunca dejó de estar presente la perniciosa influencia del poderoso vecino hegemónico, depositario del designio divino manifiesto en el sometimiento a sus muy mezquinos intereses, comenzando con el atraco que nos arrebató más de la mitad del territorio y continuando con el permanente acoso a la aspiración soberana del pueblo y a la sustracción de nuestros recursos.

Hoy, en pleno siglo XXI y después de un abrumador proceso electoral libertario, el gobierno yanqui osa financiar a organismos retardatarios y “expresar preocupación por la libertad de expresión”. Por cierto el mismo que exige la extradición de Julián Assange para aplicarle la pena de muerte por ejercer la plena libertad de prensa.

Tanto la oligarquía conservadora como la prensa a su incondicional servicio gozan de una libertad nunca vista en la historia y, en vez de ejercerla en la procura de un país mejor y más justo, la dilapidan en el afán contrario: la recuperación de privilegios (aún no suficientemente eliminados) y el descarrilamiento del proceso de reivindicación de los desposeídos, sin siquiera un asomo de imaginación argumentativa para beneficio de la Nación. ¡Que desgracia! (gerdez777.@gmail.com)