Saber conducir, saber elegir
La ebullición política por la designación de candidatos para los procesos electorales de 2024 va en aumento
En México, la ebullición política por la designación de candidatos para los procesos electorales de 2024 va en aumento. Además de la presidencia de la República, los 128 escaños del Senado y los 500 de la Cámara de Diputados federal, se renovarán gubernaturas en nueve estados, así como los ayuntamientos y congresos locales: son 20 mil 375 cargos en disputa.
El relevo periódico de los encargados de las instituciones públicas, propio de las democracias, acarrea una constante efervescencia social; vivimos asediados por un acelerado ritmo de politización —hay actores que sin haber terminado una elección ya piensan en la siguiente—.
Sin embargo, pese al inexorable paso del tiempo, prevalecen las preguntas acerca de cuáles deberían ser los perfiles deseables para que la conducción política y las tareas de gobierno resulten mejores, es decir, de calidad, quizá porque continúa ampliándose la brecha entre lo que debería ser y lo que es. Por ejemplo, interrogantes como: ¿agradar al pueblo o educarlo en la virtud? y ¿vivir la democracia o caer en demagogia? podrían suscitar respuestas hasta cierto punto "lógicas", pero en la práctica es difícil encontrar afanes por lo virtuoso.
No es que la destreza de los políticos para provocar agrado y placer sea condenable, porque la habilidad retórica siempre es imprescindible para desenvolverse con éxito, pero de ningún modo debe estar por encima del conocimiento, la preparación y la capacidad para discernir entre lo que es justo e injusto.
Recomiendo leer "El Gorgias", un diálogo plagado de una gran riqueza literaria en la que Platón nos presenta a Sócrates conversando con este sofista y con otros discípulos, como Calicles y Querofonte. En esta pieza filosófica se discute sobre la naturaleza de la retórica, tan explotada por los políticos atenienses que poco interés mostraban por el bien de los ciudadanos; solo buscaban satisfacer sus placeres, tenerlos contentos y, de esta manera, obtener su apoyo.
En una parte del diálogo Sócrates le dice a Calicles: "elogias a hombres que obsequiaron magníficamente a los atenienses con todo lo que estos deseaban, y así dicen que aquellos hicieron grande a Atenas, pero no se dan cuenta de que, por su culpa, la ciudad está hinchada y emponzoñada". El maestro se refería a quienes no se preocupaban por lo que era justo e injusto, sino por agradar al pueblo.
La animadversión de Platón por estos comportamientos es justificada, porque siempre pensó que los políticos debían no solo convencer, sino forzar a sus ciudadanos a ser virtuosos. Nunca estará de más acudir a reflexiones como las anteriores para mejorar la vida pública.
Mucho se ha escrito sobre cómo desempeñar mejor las tareas de gobierno; otro buen tanto sobre cómo cautivar y conducir políticamente a un pueblo: además de los filósofos clásicos, se cuentan entre los más consultados Maquiavelo, Sun Tzu y Azorín. Una pléyade de estudiosos, exgobernantes y líderes políticos contemporáneos también han dejado por escrito sus aportaciones. Vale la pena apegarnos a criterios rigurosos para seleccionar los textos con mayores dosis de aplicabilidad y también solidez teórica, porque en este campo abunda la charlatanería.
Ahora que se ha abierto el telón del mega espectáculo político nacional, hay que perfeccionar nuestros juicios, afinar nuestra puntería.
Por cierto, en julio de este año empezó a circular la segunda edición del libro "Hombres de gobierno", del escritor e investigador jurídico Gerardo Laveaga, una interesante compilación de biografías de estadistas que hicieron de la política un arte (su primera aparición fue tres lustros atrás). En el estudio introductorio, el autor apunta que "gobernar exige planear, conciliar, premiar, castigar, poblar, contener, comunicar. Es una actividad tan creativa como la música, la literatura o la pintura".
Luego de analizar los perfiles y experiencias de los personajes que sirvieron de objeto de estudio, Laveaga traza una ruta de al menos cinco características que la mayoría de ellos compartió:
1). Energía descomunal, es decir, buena salud y fortaleza para cumplir todas las tareas demandantes de un gobierno; 2) ambición, vista positivamente como la aspiración de obtener siempre resultados notables, más allá del dinero o del poder en sí mismo; 3) visión a largo plazo, predisposición por un ideal, porque "la pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una causa", aunque el éxito venga después, no en el momento; 4) narrativa, o sea, dejar testimonio de lo dicho y hecho, lo que vuelve estratégico el valor que se debe conferir a los medios de comunicación; y 5) fortuna, no riqueza, sino la providencia de que las condiciones favorezcan para escribir las páginas de la historia (el hombre es él y su circunstancias, asentó Ortega y Gasset).
No lo dijo explícitamente el autor, pero se infiere que es difícil transitar por esa ruta sin estudio permanente, porque solo así se agudiza la capacidad de discernir entre lo que uno quiere o ambiciona y lo que el pueblo necesita. Dicho por Max Weber, palabras más, palabras menos: los políticos deben colocar la grandeza de sus pueblos por encima de la salvación de sus almas. Una lectura muy recomendable.