Elogio de los parques: los pequeños grandes detalles

Es día feriado en el parque Los Tecajetes

“Continuidad de los parques”. Julio Cortázar.- Es día feriado en el parque Los Tecajetes, de Xalapa Veracruz. Los mosquitos no apagan la alegría, ni la compra de alimento para los peces que llenan los estanques del parque. Los senderos de grava y piedra caliza se recorren lentamente, mientras los niños lanzan gritos cuando los peces se dirigen a degustar lo lanzado. No son sólo los colores en el agua. No son sólo las piruetas animales. Hay complicidad entre pecesito y niño. La segunda parte de la cinta “Buscando a Nemo” se disfruta en los Tecajetes. ¿Conciencia ecológica en construcción? Es pronto para decirlo. De todos modos, la inquietud encuentra cauce y la alegría infantil se desata. Con eso basta para que la tarde cobre colores brillantes, en numerosas familias que danzan en el parque.

 

Las palapas, las siempre nobles palapas, sirven de refrescante parada. La cuesta de los Tecajetes es dura de pelar, pero hay que caminarla, si quieren verse los estanques con los peces más grandes. Por supuesto, después se disfrutarán los juegos infantiles, en pausas disfrazadas de diversión.   

Escribe el cubano Guillermo Cabrera Infante: “La alegría de los parques resulta la identidad de una comunidad, de una nación. La tristeza de los parques, en cambio, resulta una fosa cultural, no sólo un problema de nuestro tiempo libre”. Correcto, y por ello la ciudad de Villahermosa califica alto en sentido de identidad, a través de sus parques.   

   

¿Cuáles son los ángulos de visión en un parque? Como en el lenguaje cinematográfico, hay que definir un encuadre. Comencemos.

-Desde un columpio. La movilidad dificulta la visión, lo mismo que la atención que se necesita para no caer. El columpio es diversión y, por tanto, no hay encuadre visual claro por la movilidad que conlleva.

-Desde un árbol. Como en la novela “El Barón Rampante” de Italo Calvino, vivir en los árboles puede ser odisea de observación. La altura otorga distancia y perspectiva, pero el riesgo de caer no permite a cualquiera subir. Este encuadre se lleva con adolescentes y jóvenes (los más ágiles), no con niños y adultos. También, hay que decir que desde las alturas se pueden hacer las máximas travesuras que se recuerden en los parques. No damos detalles para no dar ideas a los acróbatas émulos de Tarzán.

-Desde una banca. La perspectiva es observar el paso de la gente. El traveling de la mirada se desarrolla en lapsos breves y como encuadre resulta la especialidad de adultos de la tercera edad. El panorama de una banca es restrictivo, aunque se sobreentiende que el descanso funge como alimento visual.

-Desde el kiosco central. La mirada es plena y abarcadora. El encuadre por excelencia del turista, dictamina otros ángulos y perspectivas para fotografías que serán registro valioso. El centro de un parque, también, transmite seguridad para los visitantes, con la vigilancia adecuada y los encargados de servicios.

-Desde una esquina discreta. La perspectiva de los enamorados que, sin embargo, no miran. Este encuadre posibilita, a su vez, lecturas felices y descansos reparadores. La periferia del parque, sin embargo, no transmite seguridad, y en estos tiempos no es recomendable para familias y menores de edad.          

Más allá de los encuadres posibles, Deyanira Guzmán, profesora de la Universidad de Xalapa, escribió sobre los parques: “Los columpios están quietos y los hoyos que hicieron ayer los gusanos son las montañas de un país diminuto”. El pequeño gran detalle de los parques debe buscarse y debe apreciarse: las imágenes se otean con la agudeza de observador/cronista y la voluntad del visitante que se divierte porque vive, y no que vive para divertirse. Seguimos…