El político es el equipo

"Empieza por gobernar tu persona y casa"

Se fue la campaña, se fue la elección y ahora asoma una de las primeras grandes decisiones de los gobernantes electos. Hemos llegado —en el ajedrez político— a tal punto que la estrategia merece un cambio.

El lugar central de la agenda ya no lo ocupa solamente el verbo cautivador de masas ni la promesa que responde a la expectativa ciudadana; en este momento, adquiere primacía la forma de organizar al gobierno para que traduzca en realidades el discurso, lo que demanda método, buen juicio y argumentos técnicos que garanticen mejores instituciones, formas más participativas de acción y políticas públicas eficaces.

Un paso decisivo para transitar hacia el siguiente nivel es la conformación de los equipos de trabajo, es decir, seleccionar a las mujeres y los hombres que, a partir del análisis de los problemas públicos, diseñarán y ejecutarán los proyectos para solucionarlos. En estos perfiles recaerá la responsabilidad de que la política, como ejercicio de poder, cumpla uno de sus más valiosos fines: dirimir y equilibrar los intereses de los ciudadanos.

Es deseable que al frente del cumplimiento de esa encomienda estén personas preparadas, responsables, leales a principios, pero sobre todo sin el interés de buscar su propio provecho, so pena de enturbiar el loable objetivo de trabajar por el bien de los demás.

En este tema, no puedo sustraerme de las lecciones que Don Quijote le dio a Sancho Panza en la emblemática obra de Cervantes (segunda parte, capítulos 42 y 43), cuando el fiel escudero fue nombrado "Gobernador de la ínsula Barataria". Los pasajes son aprovechados por el autor para criticar los males endémicos que aquejaban a los gobernantes de la época. Son un llamado de atención para que Sancho, en el ejercicio del poder, no cometa los errores que Don Quijote había visto en reyes y señores, tales como la corrupción, las injusticias, las lisonjas y otros comportamientos denigrantes.

Bien serviría a quienes hoy tienen aspiraciones de conducir un navío gubernamental, acercarse a estos apartados de la obra para empaparse de las consideraciones sobre buen gobierno y de las reflexiones ético-morales ahí planteadas. No está de más volver la mirada a Don Quijote y contagiarnos de su dulce locura. Créame que sus enseñanzas no son obsoletas; algunas mantienen una sorprendente actualidad.

Entre los consejos a su escudero se encuentra el de rodearse de colaboradores con valores, que no caigan en yerros y servilismos, y conserven su integridad. Que sean humildes virtuosos más que pecadores soberbios. "Empieza por gobernar tu persona y casa", le dice, y lo convoca a ser templado, moderado, limpio, disciplinado.

Por cierto, en el diálogo "El político", de Platón, escrito por este genio filosófico en su etapa de senectud, hallamos una interesante y hasta poética apología de quien se prepara en el ejercicio de la política para manejar el Estado, no de aquel que simula y embauca. Al verdadero político, Platón no lo vilipendia ni mancilla, todo lo contrario: lo considera un valiente y a la vez sensato artífice de toda la urdimbre de la sociedad humana.

El pensador ateniense expone que cuando el gobierno recae en más de un solo hombre, el que encabeza debe ser capaz de tejer las virtudes de los demás con divina atadura para asegurar el bien y la concordia de todos los integrantes de la "polis". Solo mediante la virtud de un gobernante sabio y justo como director, puede restaurarse una ciudad-Estado corrompida.

EL TURNO DE KENNEDY

John F. Kennedy tenía claro que el éxito de su gobierno —pienso que de cualquier gobierno— residía en la capacidad de su equipo para superar desafíos y crear oportunidades de desarrollo. A él se le atribuye la sentencia que dicta: "Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él".