EL INFIERNO DE LA CIUDAD

"Y me habitué al ronroneo vagabundo del tráfico aéreo, a ese rumor callejero de los autos que exhaustos discurren y nunca descansan." -Fernando Delgadillo

A lo largo de la continua urbanización global, muchas ciudades han optado expandir sus perímetros y adoptar estrategias de aprovechamiento del suelo para dar cabida a poblaciones en crecimiento. Como consecuencia de su densificación, muchas de estas áreas han llegado a sobrepoblarse, lo que trae consigo una serie de desafíos; la congestión del tráfico es un ejemplo. El aumento del flujo de tráfico resulta principalmente de las actividades más básicas y de las necesidades de viaje asociadas en las áreas urbanas. Sin embargo, la comprensión del papel de la planificación urbana y la sobrepoblación en el manejo de la carga vehicular es escasa.

La planificación urbana implica diseñar las ciudades para satisfacer exitosamente las necesidades de toda su población, sin distinciones. Con este fin en mente, debe considerar: a) la reducción de la desigualdad espacial, es decir, disminuir las diferencias en el acceso a recursos, oportunidades, servicios e infraestructuras entre diferentes áreas geográficas dentro de una ciudad, región o país; b) la creación de espacios verdes; c) la promoción de vivienda asequible; y d) la mejora del transporte público.  El transporte es una de las facetas más fundamentales de la planificación urbana, y existe una interdependencia fuerte y compleja entre ellas.

Las regiones urbanas sin una planificación ni gestión integral del transporte pueden sufrir congestión vehicular, calles abarrotadas, mala calidad del aire y otros problemas graves debido a que la capacidad limitada del sistema de transporte se ve superada por la demanda de viajes. Esto puede empeorar con el crecimiento de la población y termina por degradar aún más la calidad de vida de los habitantes (Lee y Sener, 2016).

Para evitar estas situaciones indeseables, la Capacidad de Carga Urbana (CCU) debe considerarse cuidadosamente, en particular desde las perspectivas de la movilidad humana y la gestión del tráfico. El CCU es un atributo esencial y crítico para la planificación urbana. Se refiere al: "nivel de actividades humanas, crecimiento demográfico, uso del suelo, desarrollo físico, que puede ser sostenido por el entorno urbano sin causar una degradación grave y daños irreversibles". Es decir, habla sobre cuánto estrés puede tolerar una zona.

Dos circunstancias en las áreas urbanas pueden conducir a un desarrollo con una carga urbana excesiva (o superpoblada), que son la sobreestimación de la CCU real y el crecimiento descontrolado de la población, algo no muy raro. Desde la perspectiva del transporte, una de las principales consecuencias manifiestas es la grave congestión del tráfico. Basta con voltear a ver ciudades altamente pobladas, como Londres, Toronto, Nueva York, Cd. de México, Estambul, Bangkok, Yakarta, Tokio y Taipéi, solo por mencionar algunas. Con base en un diseño prudente y una planificación anticipada, se puede esperar y lograr un entorno urbano más sostenible y una mejor calidad de vida.

El sector del transporte desempeña un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático, ya que es responsable de alrededor del 20.7 % de las emisiones de CO2 en todo el mundo. En los entornos urbanos, una alternativa viable al transporte motorizado es la bicicleta, que promete un tráfico sostenible además de importantes beneficios para la salud (Oja et al., 2011). La aparición de las bicicletas eléctricas en los últimos años ha democratizado aún más el ciclismo para la población en general. Sin embargo, en la mayoría de las ciudades, hasta ahora, el ciclismo solo representa una minoría de la actividad de transporte. Un esfuerzo crucial en la adopción de la bicicleta para desplazarse al trabajo es la disponibilidad de las redes de bicicletas y caminos que las consideren.

Y, además de lo relacionado al transporte, es importante abordar los vínculos urbano-rurales en la planificación espacial. Esto implica fomentar iniciativas de cooperación y coordinación entre las ciudades y sus municipios vecinos, así como integrar el campo en las estrategias de desarrollo urbano para lograr la cohesión y abordar las disparidades regionales en el desarrollo espacial.

En este sentido, las ciudades intermedias son una gran oportunidad para un buen diseño. La integración ciudad-región es una iniciativa política estratégica para que las ciudades intermedias consoliden su posición como centro regional, generen ventajas de aglomeración y, por lo tanto, fortalezcan su peso político dentro del sistema urbano.  Así se favorece un desarrollo urbano más balanceado, que las considera.

Las grandes ciudades que han demostrado el dilema de una mala planeación son muy complicadas de arreglar. Sin embargo, el precedente que marcan es importante para que otras ciudades, todavía emergentes, se anticipen y piensen muy bien en su distribución y en la cantidad de gente que pueden soportar. Durante su crecimiento, las ciudades deben estar muy pendientes de sus problemas de urbanismo, porque con más gente solo se pueden agravar. Precisamente, la intención de prevenir es no meterse en problemas sin arreglo.