El control administrativo de la ciencia en el neoliberalismo.

Las políticas neoliberales aplicadas en todo el mundo desde los años 80

Las políticas neoliberales aplicadas en todo el mundo desde los años 80 incluyendo el CONACYT mexicano, desde principios de este siglo en la UNAM y -por la falta de conocimiento de la epistemología científica- incluso por el CONAHCYT del sexenio pasado y al parecer seguirá igual con la actual Secretaría de Tecnología, ha profundizado absolutamente el control y la determinación de formas e ideas administrativas no sólo sobre los procesos de investigación científica, sino incluso determinando temáticas, contenidos y resultados.

En un libro donde se analiza desde la filosofía la serie de televisión  Dr. House, que plantea la cuestión moral sobre si debemos de "soportar" a un psicópata porque cumple una misión social -en este caso diagnosticar enfermedades raras en casos difíciles (el mismo dilema moral sobre si debemos admirar a ciertos poetas que en la vida cotidiana eran violadores, racistas, etc. sólo porque su poesía es muy "amorosa")- el filósofo Henry Jacoby expone la cuestión desde la perspectiva socrática de que "una vida sin examen no merece ser vivida". Es decir sobre la cuestión de sí vale la pena vivir una vida banal y sin sentido o se debe vivir una vida "significativa". Y extiende la cuestión de la "significación", no sólo porque se preste un servicio a la sociedad, familia, etc., sino que incluso puede considerarse que "la significación" puede validarse por la posibilidad -ante la falta inherente de sentido de la vida (como explican Albert Camus, Jean Paul Sartre, Heidegger, etc.)-, de fijarse un programa o un proyecto basado en el ejercicio de la razón.

Cabría preguntarle a los investigadores científicos contemporáneos si están viviendo una vida profesional (y por ende personal) "con examen" o simplemente están cumpliendo con requisitos administrativos como los buenos burócratas. Llama mucho la atención un estudio realizado por Patrick Collison donde se preguntó a los investigadores sí cambiarían su agenda y temas de investigación si no estuvieran sometidos a los actuales controles administrativos y de financiamiento. Si pasarían a estudiar temas que realmente consideran importantes, y que en un principio fueron la razón por la que escogieron la profesión.

La respuesta fue unánime en sentido positivo, explicando que han estado difiriendo esos temas, eventualmente hasta su jubilación, por cumplir con las políticas de 1) alta productividad de artículos publicados bajo reglas no inherentes al tema, disciplina o investigación, sino por la necesidades y objetivos de las revistas o instituciones y 2) por la gran cantidad de tiempo que insumen los trámites que se ven obligados a realizar y los pesados y reiterativos procesos de evaluación a que son sometidos.

Requisitos, éstos últimos, que se presentan como elementos para calificar "la calidad" de la investigación, del investigador y de la institución; pero en realidad sólo incrementan el poder cotidiano de los funcionarios y directivos sobre la suerte, subsistencia económica, condición psicológica y vida en general de los investigadores que se ven sometidos a un permanente chantaje o extorsión. La investigación y la tramitología que se ven obligados a realizar (pregúntenle a cualquier miembro del SNI) deja de ser una mediación que posibilita realizar la investigación científica, para ser una actividad cuyo único objetivo es defender la integridad psicológica, situación laboral y nivel económico. Eso, por supuesto se traduce en investigaciones reiterativas que sólo demuestran lo ya demostrado, en buena parte porque nadie se atreve a correr el riesgo de proponer algo original o nuevo, a riesgo de ser rechazado. Y por lo mismo nadie se atreve a criticar al sistema, las instituciones o los directivos. La emoción y condición primaria de todos los investigadores actuales, particularmente los que han salido de los posgrados en los últimos 15 años cuando menos, es el miedo. Podemos describirlos así sin equivocarnos. El cambio generacional se hace evidente cuando al plantearse una situación de crisis los jóvenes que comenzaron su carrera en este siglo preguntan (inconscientemente siguiendo los principios de Confucio): ¿Cuál es la norma a seguir en este caso, qué dice el reglamento? Mientras los sobrevivientes que estudiaron en los años 70 y 80 preguntan (como hijos de la modernidad y de los principios de la Revolución Francesa de 1789): ¿Cuáles son los derechos?, ¿Cuáles son nuestros derechos?. Sabine Hossenfelder dice bien cuando explica que: "los investigadores sólo están sobreviviendo dentro de un sistema quebrado". Y yo agregaría: al que su formación bajo las políticas neoliberales les impide no sólo cuestionar, sino incluso ver.  Es un sistema jerárquico de poder y no de producción de conocimiento. El problema de esta ceguera epistémica, moral y política, como es natural, es mucho más grave en las carreras de las ciencias duras, porque el conocimiento en sí y su producción no es un objeto de estudio. A los estudiantes de posgrado en general sólo se les enseña un camino estrecho y arbitraria e irracionalmente dificultuoso y se les engaña con que a ambos lados del camino hay abismos, cuando se trata, en palabras de Antonio Machado, de una pradera oculta por la niebla de los principios, ideología y políticas neoliberales.