Día con día
Hace un siglo, en La Habana
Las buenas conversaciones suelen ser una sucesión de historias. Recojo siempre que puedo historias que escucho en conversaciones. Ofrezco dos de hace un siglo en La Habana.
I. Necesidad y revolución (oída en La Habana, el 9 de abril de 1999):
Al Johnny 's de La Habana, un lugar de alterne y levante, solía llegar un diplomático peruano, antiguo incondicional de la Revolución. Conservaba la coquetería de portar en el ojal del saco un pin del Che Guevara junto con una bandera cubana.
Llevaban eso en Cuba los funcionarios públicos, los miembros del partido y en general todo el que quisiera ostentar, o subrayar al menos, su compromiso con la Revolución, y con el régimen. El diplomático conoció en el sitio a una muchacha que vendía sus amores por la noche y daba clases por la mañana en una escuela primaria. Cuando vio la solapa del diplomático, la muchacha saltó:
—Pero, ven acá: ¿Tú eres revolucionario?
—Yo sí, sonrió el diplomático. ¿Tú no?
—No, mi amor, contestó la muchacha. Yo tengo muchas necesidades.
II. La jinetera (oída en la Ciudad de México, el 10 de abril de 2000):
Un empresario mexicano pasó una temporada de trabajo en Cuba. En los primeros días se hizo de amores con una jinetera, cuya frecuentación se volvió vida y noche diaria. Una noche de aquellas que se resistían a terminar, le prometió que volvería por ella. Así, de pronto, su amor tuvo futuro, y ella lo fue llenando de planes, tantos, que el empresario decidió dar marcha atrás, no fomentar sus ilusiones.
—No quiero engañarte, le dijo. Lo cierto es que no voy a regresar. No quiero que sueñes con cosas que no te voy a cumplir.
—A eso sí no tienes derecho —le dijo la jinetera—. Tú puedes irte o quedarte, volver o desaparecerte, pero lo que no puedes hacer es decirme lo que puedo soñar o no. ¿Quién te ha dicho a ti que yo necesito saber que tú vas a regresar para soñar con eso? ¿Quién te ha dicho a ti que yo te creí que ibas a regresar? ¿Y quién te ha dicho que necesito que regreses para tener esa ilusión? Yo sueño con lo que puedo. Tú no eres quien para administrar mis sueños.