Desde el gobierno: coyuntura, proyecto de país y memoria

Desde el gobierno: coyuntura, proyecto de país y memoria

Un reto ineludible para la izquierda mexicana, como opción de gobierno, es distinguir entre problemas de coyuntura y su proyecto de país. Los problemas de coyuntura pasan la factura en el corto plazo y en las urnas. El proyecto de país (diseño estructural del país posible, construcción de una alternativa política viable) significa tener una visión histórica y de largo plazo. Es lo que aborda, me parece que con gran olfato histórico y político, el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias mañaneras.

No distinguir entre coyuntura y proyecto, lleva a equívocos monumentales en política: hipotecarlo todo en cada elección, decidir con prisa las candidaturas, no valorar el vínculo social entre partido y ciudadanos, ni la relación entre partido y sociedad. En esto hay un enorme reto para Morena.    

Rumbo a las elecciones federales del 2024, la sensación dominante es que la izquierda mexicana enfrenta problemas de coyuntura y por ello quizás olvidará definiciones de proyecto político, aquéllas que la hicieron una opción atractiva para el electorado mexicano desde 1988 en adelante. Por ello, uno de los efectos colaterales de la línea 12 del Metro y el caso Guerrero que mencioné en anteriores colaboraciones debe ser, en la izquierda, repensar el diseño estructural de su proyecto de nación, y no al revés: que la coyuntura meta a los políticos de izquierda en el cortoplacismo y nadie se detenga a mirar el bosque.       

En esta historia, la paradoja es la siguiente: si la izquierda mexicana piensa las elecciones del 2024 con una revisión exhaustiva de sus valores sociales, su plataforma política y sus ideas centrales para nominar candidatos, probablemente tendrá, como en 2018, el mismo impacto electoral en las urnas, aunque en 2018 pensó en términos más coyunturales, de alianzas cuestionables pero útiles para incrementar votación. Nunca se habían logrado 30 millones de votos en la historia nacional con urnas.

Es decir: paradójicamente, la coyuntura electoral necesita ahora una visión política de responsabilidad histórica y deslinde estructural, no sólo palabras para hacer ruido en los spots. A las palabras (de los políticos cortoplacistas, como Ricardo Monreal) se las lleva el marketing, sin pasar por las urnas. La izquierda siempre necesitó hechos que respaldaron su función de actor político útil. Eso no parece ocurrir en el PAN, que llegó con Vicente Fox a la presidencia de la república en 2000 a puro golpe de marketing. También el PRI en 2012 no necesitó hechos, sino el marketing televiso/novelero de Peña Nieto y su Gaviota.  

Quienes piensen que el problema electoral de la izquierda se resuelve con marketing y acciones de relumbrón, corren el riesgo de convertirse en estatuas de sal. El parámetro de la izquierda es otro. La lección del 2018, con López Obrador, es el éxito de la coherencia política contra viento y marea, además de cercanía con la gente.  Veamos este punto desde la izquierda histórica, con valiosas lecciones del pasado.       

-La izquierda social, memoria histórica. “Moralmente, el triunfo de la reacción (los conservadores) es imposible”. Lo dijo Benito Juárez en plena guerra civil, perseguido en su carruaje y con el archivo de la nación a cuestas.  La frase ha sido utilizada en diversas ocasiones por López Obrador para ejemplificar una política que mire más allá de la coyuntura; se trata, entonces, de que la izquierda resista el humo del poder y no cambie su visión después de obtenerlo. Lo que advertía Juárez era que aun cuando la reacción apoyada en las armas extranjeras lograra una victoria militar –cosa que no ocurrió-, moralmente estaba ya derrotada. Las derrotas morales son las que acechan a cada paso en la política.

No fue por oportunistas que los hermanos Flores Magón rechazaron participar en el gabinete de Francisco I. Madero. Alguien con visión de corto plazo le hubiera entrado al erario. Los Flores Magón, periodistas desde la izquierda social, pensaron y decidieron con base en principios éticos. Tampoco Lázaro Cárdenas decidió con visión de corto plazo la expropiación de las empresas petroleras en suelo mexicano. Fue un acto de responsabilidad social desde una visión de izquierda en el plano comunitario. Cárdenas pasó a la historia como estadista (el presidente más significativo del siglo XX mexicano, en palabras de Carlos Monsiváis) mientras otros miden sus actos con estadísticas.