Democracia en México: balance interno y presiones externas; las urnas, sólo un paso

A partir de la actualidad política, quizás hay que distanciarse y proponer el debate democrático plural.

Se dice: "la democracia en México está en peligro"; También se afirma: "como nunca antes, la democracia se vive en México". Se dice: "vivimos un régimen autoritario que quiere concentrar más poder, para convertirse en dictadura"; también se afirma: "vivimos por primera vez un régimen democrático que aterriza justicia social al interior y soberanía al exterior". Ideas antagónicas que quieren explicar la situación actual. La realidad social descree de mundos ideales. Maquiavelo advirtió: "la disputa del poder atropella decoro y moderación".       

A partir de la actualidad política, quizás hay que distanciarse y proponer el debate democrático plural. No como neutralidad manida, sino como elemento analítico y crítico. La transformación de un país es obra de un esfuerzo colectivo con reflexiones retrospectivas (pasado aleccionador) y prospectivas (futuro posible). Vivimos el día a día, sí, aunque pensamos en lo que fue y lo que quizás será. En tiempos de coyuntura electoral, es democrático alzar un poco la mirada. Pensar la democracia en México con historia, situando efectos internos y externos, es el propósito de estas líneas.    

EL PAÍS DEL ARTÍCULO 40

Toda forma de gobierno es imperfecta, aunque hay grados de imperfección. "Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república federal, democrática, representativa y participativa", expresa el texto constitucional vigente (artículo 40) para definir la forma de gobierno. ¿Es así? Con altibajos y pendientes de funcionamiento, se diría que sí, aunque los adversarios del presidente López Obrador y la 4T postulan en bloque que no. La negación sin matices obstaculiza el debate democrático. 

Si observamos la historia de México, puede plantearse que los comportamientos democráticos (como rasgos culturales) no acompañan al gobierno ni a la ciudadanía vista como mayoría. México vivió un siglo XX de partido hegemónico (PNR-PRM-PRI), sin cultura democrática sembrada. Esa cultura unipartidista fue patrimonialista, de adhesión presidencial sin cortapisas, vertical y de subordinación con incentivos y premios. Fila pragmática y redituable, si se acataban las reglas. Fidel Velázquez (¿quién lo recuerda ahora?) líder nacional de la CTM por décadas, definió esa cultura: "El que se mueve no sale en la foto". No moverse, para estar en la fila. Cuadros, militancias, candidatos, lo sabían y se disciplinaban.

Muchos de los obstáculos de hoy, para una democracia representativa y participativa, provienen de una burocracia patrimonialista y vertical, que no pudo reemplazarse en este sexenio. Falta la revolución burocrática de las conciencias. Seis años es poco para erradicar costumbres de generaciones.

Por otro lado, en la brega de los años, el fuego del poder afectó a otros actores políticos, surgidos de la convicción espiritual y la bonanza empresarial: el PAN, cuya lucha democrática formal naufragó al llegar a Los Pinos en el 2000 y repetir en el 2006. En sus inicios, el PAN tuvo anhelo democrático, hoy en extinción por convivencia ideológica contradictoria. PAN y PRI no eran lo mismo. Ahora son "fuerza y corazón".

En otra ruta, surgida de luchas sociales y batallas culturales por ruptura de hegemonía, la izquierda política receló de la democracia como forma de gobierno, pues los adjetivos ´represor´ y ´burgués´ dominaron hasta antes de 1988, cuando la izquierda en bloque (Frente Democrático Nacional) irrumpe en la escena electoral, acompaña protestas por la crisis económica y el desdén federal luego del terremoto de 1985, para dinamizar en las urnas la primera contienda presidencial competitiva de la historia. Contienda desigual, con dados cargados por caída del sistema de cómputo. Paradoja: el régimen de partido hegemónico, ganando, perdió en 1988; en el 2000, perdiendo, ganó. Hablamos, hay que remarcarlo, de cultura democrática como fruto colectivo.

El comportamiento democrático requiere aprendizaje social como vivencia. 2018 se vivió como fiesta democrática sin conflicto legal. ¿Se vivirá de la misma manera 2024, o tendremos una democracia formal con profunda insatisfacción entre los contendientes, porque no se aterrizaron vivencias de democracia participativa? Entra aquí, además, la mirada externa al México de hoy: qué significa el cambio de régimen hacia afuera. En Estados Unidos, después de mucho tiempo, por varias razones importa lo que diga el gobierno mexicano. Ese fruto democrático pesa y la oposición lo sabe: tuvo que cabildear (y quejarse) en el norte.                

CIUDADANÍA, GOBIERNO Y DEMOCRACIA              

Gabriel Zaid escribió: "los pueblos tienen los gobiernos que se merecen". En este sentido, la inacción ciudadana resulta nociva por dejar barra libre a los partidos políticos. Con inacción en el 2024, ¿se viviría una simulación democrática? La formalidad se cumpliría, los votos se contarían y la abstención se lamentaría. ¿Estamos cerca o lejos de esa posibilidad? La ciudadanía tiene la palabra: ejercer la cultura democrática para frenar el deterioro de los partidos y cambiar dinámicas públicas, entre ellas la confrontación sin matices. Obviedad: la democracia necesita al ciudadano. Las urnas, detalle clave, serán termómetro indudable.

( vmsamano@hotmail.com)