Importancia de la credencial para votar
Pocas veces se repara en la importancia y valor que tiene en nuestro quehacer cotidiano la credencial para votar
Pocas veces se repara en la importancia y valor que tiene en nuestro quehacer cotidiano la credencial para votar, que expide el Instituto Nacional Electoral (INE) a través del Registro Federal de Electores y es que de ser un instrumento que surgió únicamente como medio de identificación para votar desde el siglo pasado, su evolución, particularmente desde la última década del siglo XX, comenzó a conquistar credibilidad al grado de que hoy ante la ausencia de una cédula de identificación nacional, funciona no nada más como medio de identificación para votar sino para casi todo, excepto salir del país.
De ese tamaño es la relevancia de este carnet, que guarda una relación significativa con la evolución política y democrática de nuestro país; cada una de sus etapas refleja la confianza en ella de la ciudadanía y de las instituciones que desde hace algunos años la exigen como identificación, dentro de las cuales resaltan las bancarias y las financieras.
No siempre ha existido credencial de identificación para votar, dado que en realidad surge con el México independiente; lo que sí existió muy pocos años antes es el censo o padrón, donde se enlistaba a quienes se inscribían con derecho al voto.
Para tener la credencial, lo primario es solicitar su inscripción en el Padrón Electoral, constituido por la base de datos de los ciudadanos que solicitan su credencial para votar y en su caso, de no existir problema alguno, pasa a formar parte de la lista nominal de electores, en la que sólo figuran quienes han recibido la credencial para votar.
Así, el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana habla de elaborar un censo con quienes tienen derecho al ejercicio del voto y en 1830 la Ley de Diputados y Ayuntamientos del Distrito y Territorios de la República, refiere que es necesario empadronar un mes antes de las elecciones por manzana o sección a la ciudadanía, para entregarles la boleta mediante la cual simultáneamente votarán y se identificarán. Muy poco tiempo después, en 1836, el padrón tenía ya carácter público con el propósito de subsanar omisiones e inclusiones indebidas.
La primera ley en materia electoral emanada de la Constitución de 1917, denominada Ley para Elecciones de Poderes Federales de 1918, reconoce al padrón electoral como una institución permanente de índole estatal, y las listas de electores que derivan del mismo, eran revisadas para su depuración cada dos años con la participación de los partidos políticos.
La Comisión Federal de Vigilancia Electoral creada en 1946, instituyó el Consejo del Padrón Electoral que tenía como función organizar la lista permanente de electores y la expedición de la credencial para votar, siendo sustituidas ambas entidades en 1951 por la Comisión Federal Electoral y el Registro Nacional de Electores respectivamente, este último con la función de mantener actualizada la lista nominal de electores y de expedir la credencial para votar; el que a su vez fue reemplazado por la Dirección Ejecutiva del Registro Federal de Electores con la creación del Instituto Federal Electoral (IFE) y sigue como tal con el INE.
Antes de 1991 la credencial para votar no contenía ningún elemento de seguridad y es a partir de julio de ese año, que el IFE mediante acuerdo determina generar en 1992 por primera vez la credencial con fotografía, acompañada de 9 elementos de seguridad, que como tal estuvo hasta el 2001, año en que comienza la digitalización de la fotografía y de ahí hasta 2008, año en que se incorpora la CURP y los controles aumentan a 20 con los que llega a 2013, para que a partir de 2014 a la fecha, cuente con 25 elementos de seguridad, tinta especial U.V. y código QR.
Por eso la credencial para votar es hoy día en la práctica el documento confiable de identidad de mayor cobertura, por cuya obtención la ciudadanía no tiene que pagar, emitido por una entidad pública igualmente confiable: el INE.