COSAS INCREÍBLES

Al año de edad, caminaba con firmeza sin necesidad de apoyarse en ningún mueble

Al nacer lo inmediato que hizo fue dar de gritos tan fuertes que alarmó a la gente del quirófano. Estaba hermoso, fuerte, increíble dijeron los padres, y con razón.

Al año de edad, caminaba con firmeza sin necesidad de apoyarse en ningún mueble. Para lo pequeño que está hace cosas increíbles, decían sus parientes cercanos.

A los dos años ya hablaba con fluidez. Sostenía conversaciones como si fuera una persona mayor. Nada de medias palabras, palabras incompletas o chechas, o frases recortadas como ocurría con otros niños. Hacía cosas increíbles, opinaba la gente.

A los cinco años programaba en la computadora. Claro, su papá era programador y lo metió en la rola. Toda la familia estaba orgullosa de su agilidad mental. Algo no frecuente. Todos lo admiraban y además aplaudían su maestría en el uso de la tecnología moderna. Tan chiquito y mírelo tan inteligente, decían. Hacía cosas increíbles, insistían.

A los seis años en la primaria, sus maestros estaban fascinados con las habilidades del pequeño, pues los condiscípulos actuaban al parejo, pero siempre les sacaba ventaja en las tareas. Increíble actuación la suya.

Alrededor de los doce años ya en secundaria era la admiración de sus compañeros, y desde luego de sus padres, por obtener increíbles promedios en sus calificaciones.

Durante la prepa, en plena adolescencia, las chamacas se peleaban por estar en su compañía. Nunca le faltaron invitaciones a pachangas, excursiones, neverías, cines y demás sitios de diversión. Lo envidiaban los amigos, aunque se imponían imitarlo nunca pudieron alcanzar el éxito que lo acompañaba siempre. Hace cosas increíbles, opinaban sus conocidos.

Ingresó a la universidad como ingresar a su propia casa, sin ninguna dificultad y se graduó con mención honorífica y un promedio perfecto en toda la carrera, hazaña que logran contados estudiantes. Se cuentan con uno o dos dedos, sin exagerar.

Su tesis de licenciatura versó sobre la relación de la vida humana con la irrealidad divina. Algo, dijo el jurado examinador, de altísima jerarquía intelectual, siempre basado en datos científicos. Un minucioso trabajo académico que le valió el reconocimiento unánime del mundo universitario. Logro increíble.

Alcanzó el triunfo profesional y contrajo matrimonio con una chica muy bella. La mujer, sin creerlo se sacó el premio mayor y sin comprar billete. Eso le dijeron sus familiares y amigos. Para ella y para muchos fue un suceso increíble.

Tuvo la pareja muchos hijos pues no eran partidarios de la anticoncepción y la planificación familiar. De la paternidad responsable sí, en el sentido de ofrecer una crianza perfecta, increíble.

Con el tiempo los hijos escaparon y llegaron las enfermedades y los achaques que lo obligaron a tratamientos y una dieta rigurosa. No se dejó vencer y siguió viviendo con terquedad increíble.

Sin embargo, llegó el día no deseado y en el funeral los deudos lamentaban su partida al Más Allá, por haber sido una persona que hacía cosas increíbles.  (* “Buena persona y otros cuentos de ficción. Obra reunida”, 2017. UJAT)