Claudia Presidenta: la Inauguración

El cierre del discurso fue, tal vez, la parte más emotiva y la que ha granjeado buenos comentarios.

Echeverría no mencionó a Díaz Ordaz en su discurso de toma de posesión; refirió, brevemente en cinco renglones, que el país estaba en paz y en condiciones de avanzar.  López Portillo y Carlos Salinas habían sido —hasta este martes— los presidentes entrantes más generosos y agradecidos con sus predecesores. Con diecinueve renglones. López Portillo, y con dieciséis, Carlos Salinas, elogiaron a Echeverría y a De la Madrid, con quienes los unían lazos de amistad y lealtad. De la Madrid, en medio de la crisis de la nacionalización bancaria, dedicó, no obstante, doce renglones para destacar el trabajo de López Portillo. En general, en las últimas ceremonias de sucesión, quienes toman el poder se han dirigido de manera parca hacia sus antecesores y sus desempeños. Ernesto Zedillo, por ejemplo, sólo habló de Salinas en cinco renglones y a Luis Donaldo Colosio le dedicó tres. De esa manera, los casi cuatro minutos y medio que Claudia Sheinbaum ocupó para definir el trabajo de Andrés Manuel López Obrador como creador de lo que él y Morena sostienen que es la Cuarta Transformación fueron los instrumentos de los que echó mano para disipar posibles dudas de su promotor y para comprometer, ante el resto de los mexicanos, la dirección de su gestión.

Inició su discurso imitando el acento tabasqueño de López Obrador, pero se fue apartando de él —hasta casi abandonarlo— en la medida en la que su discurso avanzaba, si bien lo retomó en su comparecencia en la ceremonia de entrega del bastón de mando, horas después en el Zócalo de la Ciudad de México. Nombró su gestión, fiel a su costumbre, "segundo piso" de la Cuarta Transformación, título creado por el hoy ex presidente; no obstante, lo hizo solamente una vez. En los primeros minutos del día, Rosa Icela Rodríguez, al hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación y dejar la de Seguridad, expresó que había asuntos que requerían atención de parte del nuevo gobierno, pero aseguró que el país estaba en paz. Así, no fue sorpresa que el discurso inaugural ignorara la crítica situación por la que atraviesa Culiacán y que ha empezado a afectar seriamente a otras entidades. Mencionó a la seguridad, como un tema más, la que se atenderá basada en cuatro ejes, de los cuales los servicios de inteligencia e investigación, así como la coordinación de instituciones de los tres niveles de gobierno son materia nueva. Pero quedó refrendada la atención a las causas (léase, los programas sociales), así como también la consolidación de la Guardia Nacional, como los pilares más importantes del proyecto. Interesantemente, dejó en claro que no será retomada la vía de la confrontación cuando afirmó que no habrá un nuevo episodio de lo que llamó "la guerra de Calderón".  Aquí, el silencio de la oposición habrá que destacarlo, por lamentable.

Por supuesto, su gestión tendrá sello propio. En breve presentará, dijo, un Plan Nacional de Energía. Aun cuando sólo dio a conocer las líneas generales, el perfil ecológico del proyecto y la referencia a la participación de la inversión privada en él implican una postura frente al desarrollo económico que presenta claras diferencias con la del ex mandatario. A partir de ahí, las relaciones con la iniciativa privada nacional e internacional podrían experimentar redefiniciones importantes. El plan fue mencionado en el contexto en el que destacó la importancia del tratado comercial triliteral para las economías canadiense, norteamericana y mexicana y de asumir los retos que presenta la reubicación de empresas (nearshoring).  

Habrá que seguir con atención el plan, a partir de su presentación, porque buena parte de su éxito dependerá de la confianza empresarial. En su discurso, la presidenta envió mensajes equívocos. Afirmó, en un primer momento, que los empresarios no deberán tener dudas a la hora de invertir porque el Estado les ofrecerá seguridad. No obstante, refrendó la reforma al poder judicial, con el apoyo de las arengas de la bancada morenista.

El cierre del discurso fue, tal vez, la parte más emotiva y la que ha granjeado buenos comentarios. Exigió ser llamada "presidenta", dijo que no llega solamente ella, sino que llegan "todas". Hoy, las mujeres en México, dijo, somos capaces de alcanzar todas las posiciones y todos los sueños. Mencionó varios grupos de mujeres que, durante mucho tiempo, han permanecido invisibilizadas y menospreciadas. No obstante, no incluyó en la lista a las madres buscadoras, a las mujeres violentadas en hogar, espacios públicos y centros de trabajo, como tampoco a todas aquellas que ya no están porque fueron víctimas de feminicidios. Elogió a las mujeres, pero no comprometió proyectos de política pública para su beneficio. Más tarde, en la ceremonia del Zócalo, habló de la creación de la Secretaría de la Mujer, proyecto del que deberemos estar muy pendientes. Habrá que exigirle a la institución generar proyectos que de verdad contribuyan a empoderar a las mujeres mexicanas con proyectos que ataquen los cimientos de una cultura patriarcal sobre la que se ha erigido el menosprecio y la opresión de las mujeres. No se requieren más leyes ni proyectos alrededor de la periferia del fenómeno. Urgen propuestas concretas que modifiquen las condiciones estructurales del patriarcado y los pilares culturales que las sostienen y reproducen.   

Claudia Sheinbaum ha echado a andar su gestión. Habrá que seguirla puntualmente, con ojo crítico.