Cinco breves momentos sobre José Carlos Becerra en sus 88 años (II)

Hay momentos donde la curiosidad extraliteraria nos atrae en la vida de un escritor, de un poeta.

Parte 2 y última

III

Aunque no necesariamente y específicamente José Carlos Becerra nos haya heredado ensayísticamente sobre la poética desarrollada en sus poemas; en ellos se puede llegar también de manera implícita. Sin embargo, vislumbro ciertos esbozos de ella en las cartas literarias registradas, como las tres enviadas a José Lezama Lima o, a través de las conversaciones con otros escritores, especialmente con Federico Campbell.

Leamos algunos subrayados:

De la segunda carta a José Lezama Lima.

           

"Trataré de ser claro. Desde muy joven fui lector y también autor de poemas. Pero aquello que compuse en la adolescencia no era lo que yo quería escribir, lo que yo sospechaba que era mi manera, mi forma natural de instalarme y manipular el trance revelador. Un día leí a    Juan Ramón Jiménez, y por primera vez tuve palabras propias, gestos verbales para rodear o desistirme. Vino después la invasión de Residencia en la tierra, se sucedieron Aleixandre, Faulkner y D. H. Lawrence, Quevedo, Proust y Joyce. Junto a esos nombres la obra de   Claudel llegó un día para revelarme el poder totalitario no de un poema sino de cada verso donde el sentido francés del orden, merced a una especie de braceo muy terrenal, casi fisiológico hasta lo Divino, adquiría una imantación y un cauce de revelación amplia y             espumante, y con ello, una prosodia pesada y luminosa, de lógica tan increíble, que me dejó atónito. Yo recordaba ciertos mecanismos, cierta malicia para armar un poema que Eliot me había mostrado, pero desconocía el peso lógico y llano de una frase tan diestra en su        despliegue, y que pese a la anchura de abarque sujetara con tantas precisiones...

...Si un escritor es básicamente hombre de palabras, sus fuentes de aprovechamiento y energías están sobre todo no en la "vida", sino en el lenguaje y en la literatura. Entendí esto y también el esfuerzo y renunciamiento que tal acuerdo presupone. Nuevos artilugios     verbales vinieron a poner su peso y movimiento en mis tanteos de estilo..."

IV

Hay momentos donde la curiosidad extraliteraria nos atrae en la vida de un escritor, de un poeta. Se conoce el prejuicio de que los poetas son ´infaliblemente distraídos´, despistados, olvidadizos, al grado de estar siempre enamorados, como narra brevemente Mario Varga Llosa en la carta fechada desde Londres, el primero de junio de 1970, citada en El otoño recorre las islas.

Aquí un fragmento:

           

                     "Estimado Lizandro:

Acabo de enterarme de la muerte de José Carlos Becerra y le escribo bajo el efecto de esta tremenda impresión. Nos habíamos hecho buenos amigos y él venía con frecuencia a la casa en las noches, a charlar conmigo y con mi mujer, y alguna vez salimos juntos a dar vueltas por Londres. Infaliblemente olvidaba su paraguas o su impermeable o sus libros, porque era una de las personas más distraídas que he conocido..."

Pero la curiosidad que más me llama la atención, es el uso que Fernando del Paso le dio a la camisa olvidada que dejó José Carlos en Londres, en el departamento del Premio Miguel de Cervantes 2016. Vestimenta que como se sabe, del Paso conservó como amuletum durante treintaiséis años y que, en un gesto de humildad y reconocimiento por los poetas legó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, donde permanecerá allí durante cien años más. Veamos un subrayado de su ensayo Yo soy un hombre de letras, al respeto:

"Hace casi 30 años conocí a un joven poeta mexicano cuyos pasos seguí, de alguna manera extraña, aunque por poco tiempo. Él hizo un curso intensivo de inglés en la misma escuela a la cual, y para seguir un curso semejante, llegué yo un año después. Él obtuvo una beca Guggenheim y con ella se fue a Londres. Yo la obtuve un año más tarde, y con ella me fui a Londres, y me alojé en la casa del mismo amigo en donde él se había alojado             al llegar.

Pero ya no lo encontré. Unos meses antes, él había cumplido una cita que tenía, camino a Brindisi, con la muerte.

Dejó en Londres, olvidada, una camisa que yo heredé. La he conservado todos estos años. Rota y manchada, a veces llena de polvo, en ocasiones planchada y guardada en el ropero, otras colgadas por meses en el respaldo de una silla, esa camisa me ha acompañado todos estos años y la he usado siempre que el desaliento y el pesimismo han estado a punto de          vencerme, o cuando una pereza infinita me ha invadido, o cuando me ha abrumado y casi convencido la idea de que ya nada, a nadie, tengo que decir. La usé de nuevo hace poco más de un año, cuando me enfrenté a la primera página en blanco de mi novela más reciente...

V

Lo que ayer fue para mí un texto apócrifo, hoy no lo es porque resulta ser que a la distancia de haber reproducido como editor, en la revista trimestral Unidad Chontalpa de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, en el año de 1992, número 2 el artículo bajo el título: "Arquitectura moderna", firmada por el poeta José Carlos Becerra en el año de 1959, no tenía el nombre de la revista donde fue publicado originalmente años atrás y, por lo tanto, su  dudosa autenticidad en cuanto a la atribución. Una vez confirmada por Álvaro Ruíz Abreu, en La ceiba en llamas, vida y obra de José Carlos Becerra, que el artículo Arquitectura moderna fue publicado por la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México efectivamente en 1959, dejó de ser, reitero, un momento apócrifo.

(*Poeta y ensayista. Maestro en Enseñanza de la Literatura y profesor en la UJAT. Ha publicado los libros de poesía: Piel de cristal (1999), Espiral de polvo humano (2004), Poemas de hombres cotidianos (Coautoría. 2005), Pequeñas cuerdas en el estanque de los trampantojos (2010), Algo ha sucedido en el desierto de una ciudad extraña (2017), De este lado la ausencia de los barcos (2022). Así como libros de ensayo y obtenido varios reconocimientos.)