Carlos Fuentes en Cartagena

Hace diez años, murió Carlos Fuentes

Hace quince, durante el Congreso de la Lengua Española en Cartagena, una noche cenamos con Silvia Lemus y con Fuentes en uno de los restaurantes de la ciudad vieja.

El restaurante tenía las ventanas abiertas a la plaza y en vez de manteles de tela los tenía de papel, con un vaso de crayolas en el centro que invitaba a la gente a pintar sobre los manteles.

Llegada la sobremesa, Fuentes tomó una crayola y ejerció sus dones de caricaturista. Simuló con unas olitas el mar de Cartagena. Arriba puso los rasgos de García Márquez, que era el homenajeado del Congreso, y los del ex presidente Clinton, que había venido al homenaje.

Puso luego al presidente Felipe Calderón, sin ojos tras los anteojos. Añadió a un simiesco George Bush, a un dentudo José María Aznar, a un Hugo Chávez con un pozo petrolero por nariz y a un larguísimo cowboy, Vicente Fox, con su esposa en la funda de la pistola.

Al terminar la cena, recogí el mantel para enmarcarlo como recuerdo. “No lo enmarques”, dijo Fuentes. “No está completo. Déjame terminarlo”.

Dos meses después vino a terminarlo a mi casa. Durante hora y media añadió figuras al papel y sonrisas a su rostro mientras recorría el siglo XX agregando trazos. Puso a Roosevelt, a Stalin, a Mussolini, a Hitler, a Franco, a Nixon y a Fantomas.

De México, a los ex presidentes Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Cárdenas, Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines (en un salvavidas) y Díaz Ordaz, con una suástica en los ojos.

Arriba, cejialzada, puso a María Félix. Al lado, se puso él mismo lanzando dardos amorosos a una adivinable Silvia Lemus.

Para mí fue una muestra precisa de cómo funcionaba, por expansión, la cabeza creadora de Fuentes: pasó en dos sesiones del apunte de cuatro rostros a un mural variopinto de personajes que eran un esbozo de lectura irónica de su tiempo, nuestro tiempo.

He contado esta historia otras veces, porque la recuerdo siempre que me acuerdo de Fuentes, muy a menudo, porque tengo el mural colgado en la pared de mi oficina de Nexos.