Agenda Ciudadana

Trump y los Cárteles

Más arrogante e insoportable que nunca, Donald Trump firmó, el mismo día que ascendió a la presidencia, la orden ejecutiva que declara a los cárteles mexicanos como grupos terroristas.  Las alarmas ya estaban encendidas en México desde que, durante su campaña, pronunció a los grupos criminales mexicanos como enemigos de la seguridad de la América Grande que quiere reconstruir.

Del lado oficial, el discurso ha sido, por el momento, cauto. No lo fue antes, durante los largos meses de campaña. Con López Obrador en la presidencia, los gobiernistas cuatroteístas se envolvieron de inmediato, al más nítido estilo de Juan Escutia, en el lábaro patrio e inflamaron el pecho con retórica nacionalista más-si-osare-un-extraño-enemigo. Dedicado a satisfacer a sus audiencias y recibir aclamaciones de prócer, López Obrador promovía su nacionalismo de libros de texto. En este caso, lo hizo irresponsablemente: sería Claudia, no ya él, quien tendría que lidiar con la soberbia e irracionalidad de Trump. Ella, menos emocional, tal vez rodeada de mejores asesores y más abierta a la opinión experta, ha declarado que su gobierno está preparado para recibir a los connacionales que sean repatriados. Ha evitado, por el momento, explotar nuestro retador espíritu nacionalista. Seguramente hace cálculos de conveniencia propia y, tal vez, ya haya consensado acuerdos.

Buen número de opositores, en cambio, echaron a volar de nuevo las campanas que ya habían hecho sonar. ¡Se acabaron los abrazos y vienen los balazos! celebraban y celebran hoy.  Para quienes criticaron durante seis años los abusos de poder y las incesantes y cínicas violaciones a las leyes, conceptos como el derecho internacional y soberanía no les merecen, ahora, en este contexto, el menor respeto. Carecen de valor. Para ellos es urgente acabar con lo que aseguran es un narco-gobierno.

Rubén Rocha fue traicionado por su subconsciente. Lo que quiso expresar (creo) es correcto: Estados Unidos puede declarar a los cárteles terroristas, pero podrá actuar contra ellos solamente en su territorio. Para que el gobierno norteamericano pueda emprender acciones militares contra los grupos criminales, México tendría que dar su aprobación. La decisión de Trump es unilateral y su aplicación a México no está exenta de complicaciones, No existe una definición clara, en el derecho internacional, acerca de qué es y qué no es el terrorismo. No hay un sustento jurídico sólido al cual el gobierno de Trump pudiera recurrir para justificar su acción militar.

El gobierno norteamericano, con base en esta orden ejecutiva, podrá confiscar los activos financieros de los grupos criminales en bancos de ese país; penalizar a personas que brinden apoyo a miembros de los cárteles o vetar el ingreso al país de personas identificadas como delincuentes.  Pero cualquier intervención militar no autorizada generaría problemas severos ante la comunidad internacional. Difícilmente Trump estaría dispuesto a involucrarse en problemas de esa envergadura ante un fenómeno que bien pude ser contenido de manera más pragmática y fructífera. El estilo negociador de Trump es agresivo. Amenaza y se para en el límite para intimidar a sus oponentes. Sus siguientes pasos dependen de las respuestas que obtenga y de la percepción que tenga del poder de su contraparte.

El gobierno mexicano deberá manejar con cuidado y responsabilidad el discurso de la soberanía. Debe hacerlo dentro de los marcos diplomáticos que tradicionalmente se han manejado en la relación entre los dos países. Alimentar el patriotismo y abrir la puerta a un debate entre defensores-a-ultranza-de-la-patria y defensores-a-ultranza-de-la-seguridad podría crear condiciones inconvenientes para el gobierno de Claudia Sheinbaum. No olvidemos que entre los legisladores circuló un documento, entregado por Adán Augusto, en los que se sostenía que toda intervención norteamericana sería rechazada por revueltas populares.

Hay una propuesta interesante, lamentablemente surgida de la cabeza de Ricardo Anaya —razón por la cual no pasará de ser eso, una propuesta—, según la cual México y Estados Unidos deberían acordar un tratado similar al de comercio, enfocado en el narcotráfico y la seguridad. Ciertamente, carece de sentido el discurso de la culpabilidad transferida. Producción y consumo son dos fases de un mismo proceso y debe ser atacado en ambas, pero hay que ir más allá. El narcotráfico existe porque es un negocio jugoso, porque los grupos criminales tienen condiciones de reclutamiento, cuentan con armas que les permiten desempeñarse fuera de la ley y con la venia de fuerzas del orden y miembros de los sistemas políticos.

Habrá que diseñar estrategias que contemplen todas esas aristas para que la contención sea eficaz y duradera.

Las confrontaciones retóricas, además de inútiles, podrían salirse de control y resultar peligrosas.