Agenda Ciudadana
¿Espacio para el Optimismo?
Tres hechos recientes despiertan el optimismo en medio de los despropósitos entre los que marcha hacia su culminación el gobierno de López Obrador. Por un lado, la invalidación de la autorización a los militares para interceptar comunicaciones, sin contar la aprobación de jueces civiles. Por otro, la declaración de inconstitucionalidad del decreto que transfirió la administración y la operación de la Guardia Nacional a la secretaría de la Defensa. Adicionalmente, la pasarela de aspirantes a la candidatura presidencial opositora, convocada por Unidos.
Los dos primeros hechos hicieron patente que la gran mayoría de los ministros se inclina por una Corte independiente y por mantenerla como contrapeso en el sistema de poderes. El último, la pasarela de presidenciables, es relevante por dos razones. La primera, porque aun a pesar de sus diferencias, los partidos y candidatos reconocen todavía que sólo con la fuerza de los acuerdos podrán hacer frente al candidato oficial y la maquinaria del estado en la elección presidencial. La segunda: la participación de los nueve aspirantes fue importante, no tanto porque pudiera promover ilusiones de una candidatura opositora fuerte, sino porque dejó ver que en la oposición hay quienes conciben la política no desde la perspectiva de la polarización que ha vuelto hegemónica el presidente. Fue refrescante escuchar que el ejercicio político debe dejar de ser reducido al del enfrentamiento estéril. Tranquilizante resultó, también, la ausencia de estridencia.
No obstante, debemos contener el optimismo. Escuchar al presidente decirle al secretario de Gobernación que dejar en la inoperancia al INAI los coloca en el “estado ideal” y oírle al secretario transmitirles el sentimiento presidencial a los senadores de Morena en los términos en que ambos plantean el asunto, no debe sino preocuparnos. Sin emplear el vocabulario propio de agentes del estado, el presidente y el secretario dialogan desde la opacidad y a favor de ella, con una naturalidad que no tiene sus raíces en esa plática. El secretario, por su parte, no conversa con los senadores en términos del interés público, sino que transmite—de manera prácticamente abierta—la orden presidencial de obstaculizar los nombramientos. Curiosamente, esto ocurre en momentos en que el equipo de Aristegui exhibe el uso desmedido de recursos públicos, con fines turísticos, por parte del secretario de la Defensa y su familia. No menos preocupante es su declaración sobre la innecesaria que es, según él, la agencia Notimex, pues para eso fue creada la conferencia presidencial matutina. Él es el estado y la información que importa es la que se produce en su conferencia. Agreguemos la defensa que el presidente hizo del uso de los recursos por parte del general Sandoval y su respuesta a la Corte. Las esperanzas que pueden despertar un poder judicial autónomo y políticos que podrían atreverse a pensar diferentemente la política palidecen ante estas manifestaciones claras del egocentrismo presidencial y de su firme decisión de concentrar todo el poder e imponer su visión del país, visión que el percibe como iluminada y con ascendencia histórica.
No menos grave es el hecho que frente a las evidencias que medios norteamericanos y nacionales han mostrado sobre las contradicciones de su gobierno y ante las decisiones de la Suprema Corte—que no sólo echan abajo sus decretos y propuestas de ley, sino que exhiben que son elaborados sin la debida atención de técnica jurídica—el presidente continúe respondiendo con su anquilosado discurso distractor y fundamentado en la creencia del bien y el mal. A pesar de que en ningún caso ha desmentido las denuncias, mantiene la insistencia en la pureza y diferencia de su gobierno mintiendo cada vez de manera más cínica y burda.
Ciertamente, el presidente no ha podido reducir a la nada a todas las instancias de la sociedad; tampoco ha conseguido desaparecer a los pocos políticos, que a pesar de pertenecer a una clase política que inspira más vergüenza que credibilidad y confianza, no han perdido de vista a la política como recurso para impulsar el bien común. Pero no echemos a volar las campanas. La enfurecida respuesta con la que desacreditó la invalidación de la integración de la Guardia Nacional a la secretaría de la Defensa no deja dudas: el país debe adquirir la forma que su personaje histórico tiene en mente, no importa cómo. Preparémonos. Aunque parezca un contrasentido, para López Obrador la elección del año próximo será más importante que la del 18, cuando fue candidato. No olvidemos: cuenta con el apoyo del poder militar. Podría ser que, también, con el del crimen organizado.