100 años de Luis Echeverría: mitologías y realidades, otro estilo de gobernar
Las mitologías echeverristas se ofrecen hoy “como versiones interesantes,
Una manera caprichosa de comparar lleva a cometer arbitrariedades. Se entiende que la pasión nubla razones, como el poder y las ganas de poder.
En estos días un lugar común es tratar de asimilar a dos estilos de gobernar: el de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y el de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).
Al analizar a Luis Echeverría Álvarez debe tenerse cuidado con los hechos, para que no se mezclen con los mitos.
Las mitologías echeverristas se ofrecen hoy “como versiones interesantes, pero interesadas, para dañar la imagen del Presidente López Obrador”, planteó el politólogo Gibrán Ramírez (La hora de opinar, 19/1/22, Foro TV). El contexto es fundamental para comprender narrativas de resonancia mediática.
El lunes 17 de enero el expresidente Echeverría cumplió 100 años de edad y fue motivo de reflexiones en cascada, hecho positivo para la república. La cereza en el pastel fue “La casa de la contradicción”, libro de Jesús Silva Herzog-Márquez, que incluye una comparación retórica entre LEA y AMLO que a nuestro entender no se sostiene. Veremos por qué. El libro de Herzog-Márquez apunta a una “revisión histórica de la democracia mexicana, todavía en construcción” y no se centra en la mera comparación LEA-AMLO.
FORMA Y FONDO
La comparación más frecuente tiene que ver con el lenguaje. Se insiste en el “monopolio de la palabra” y “soliloquios interminables”. Forma. Veamos el punto: Echeverría secuestraba el micrófono en informes presidenciales de 5 a 7 horas. Sin embargo -porque quizás no lo necesitó- LEA no tuvo estrategia de comunicación frecuente, como lo hace AMLO en conferencias diarias. Y la duración tampoco cuadra: AMLO no pasa de las 2 horas en sus mensajes.
En cuanto al fondo, el lenguaje de AMLO no tiene nada que ver con los galimatías de LEA, quien no era comprendido por la ciudadanía, salvo en contradicciones que se convirtieron en clichés cantinflescos. Si en el lenguaje se encuentra “el estilo personal de gobernar”, entonces no hay pertinencia: AMLO busca un habla popular que hasta sus adversarios reconocen. “Convierte la política en tema de sobremesa y los ciudadanos se sienten cerca del Presidente”, reconoció Jorge Castañeda, crítico puntual de AMLO y la 4T.
NI ES LO MISMO, NI ES IGUAL
Documentación desclasificada en EEUU ubicó a Echeverría como informante de la CIA. Mitología o realidad, esto nunca se diría de López Obrador.
Para la historia, LEA aparece como represor. ¿Imagina el lector a AMLO en ese papel?; LEA fue gobernante sin control económico, que disparó la inflación y devaluó el peso luego de 4 décadas de estabilidad; en cambio, AMLO muestra disciplina en el gasto público.
LEA llegó a la presidencia huérfano de legitimidad, miembro de un sistema político agrietado por la herida del 68 estudiantil; AMLO llegó con legitimidad de trayectoria y urnas.
AMLO se fugó del dedazo. Echeverría, con impostada disciplina de trabajo como secretario de Gobernación (1964-1969), ganó la simpatía del Presidente Gustavo Díaz Ordaz en pleno estallido estudiantil. Hay testimonios (Carlos Monsiváis, Julio Scherer) que ubican cómo a principios de 1970 esta simpatía murió, luego de que Echeverría en campaña pidió un minuto de silencio en la Universidad Nicolaita (Morelos) “por los muertos de Tlatelolco”. La versión de Echeverría incluye una precisión: “a los cinco metros del estrado del que bajábamos, un muchacho muy activo, Sandoval, pegó un grito: ‘¡Un minuto de silencio por los muertos de Tlatelolco!’ Yo dije: ‘sí, un minuto de silencio por los muertos, por los estudiantes y los soldados muertos en Tlatelolco’”. Por la versión incompleta del hecho, desde Palacio Nacional lo quisieron remover. La polémica Irma Serrano contó que Díaz Ordaz se miraba al espejo para rasurarse y decía: “pendejo, pendejo, pendejo”. Entrevistado en 1999 para Letras Libres, Echeverría validó esa versión, cambiando la palabra por ‘tarugo’. Más allá del espejo, el secretario maquiavélico ganó. En el juicio histórico pierde casi todo.
Echeverría fue contradictorio en grado sumo. No es lo mismo el Echeverría nacionalista que aquél que se soñó Secretario General de la ONU. No es lo mismo el Echeverría promotor de instituciones (la Universidad Autónoma Metropolitana –UAM- el Centro de Investigaciones y Desarrollo Económicos –CIDE-, INFONAVIT, organismos de atención a niños y jóvenes), que el Echeverría represor con Díaz Ordaz en el 68, y ya como Presidente dejando a oscuras la represión/halconazo del 10 de junio de 1971. Un elogio merece el mandatario que recibió exiliados latinoamericanos y un tache tiene el hostigador de Excélsior.
SOLEDAD Y SILENCIO
Un reporte de Álvaro Delgado plasmó la soledad de Echeverría en su cumpleaños 100. Delgado llegó a San Gerónimo #131, domicilio de Echeverría en CDMX, y un vigilante fue previsible: “don Luis no está en casa”. El periodista preguntó por su familia -12 hijos, todos ausentes-, por amistades de la clase política (“los amigos no se aparecen”). “Ni las mañanitas”, se quejó el vigilante. Luego guardó silencio echeverrista. Escribió Julian Barnes: “el tiempo acierta en algunas de sus venganzas”.