Economía del mundo: Una visión parcial (I)

El receso mundial de 2008-2009 fue apenas un llamado de atención

El mundo y su economía se encuentran abrumados por desacuerdos, tropiezos e inacción colectiva. El receso mundial de 2008-2009 fue apenas un llamado de atención.

Economía del mundo: Una visión parcial (I)

En parte, ello refleja el impacto de vacíos políticos, de transformaciones estremecedoras, imperfectamente incorporadas a la arquitectura de las relaciones económicas universales. No hace mucho se derrumbó el imperio soviético y con él las tensiones a veces positivas en la contienda capitalismo-socialismo. No hace mucho, se dio la reconversión del sistema chino asumiendo una mezcla de sociedad de mercado y de dirigismo socialista gubernamental. Algo semejante ocurre en Europa Oriental al abrazar el capitalismo.

En tiempos más próximos, la Unión Europea sufrió el Brexit, la separación del integracionismo europeo. Por su parte, el mundo transitó de un orden internacional presidido por la hegemonía norteamericana a una multiplicidad de centros de poder con inclinaciones distintas, a veces contrapuestas.

Y, a la vez, la manera de generalizar la libertad de mercados trajo consigo sesgos distributivos concentradores del ingreso universal que se extienden a Rusia, China y Europa Oriental.

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Sea como sea, se mermaron los nacionalismos y el poder de los estados atribuible a la cesión global de soberanía. Así se cumplieron objetivos internacionales como la liberalización de las balanzas de pagos, la estabilidad de precios, la austeridad en el gasto público, el aprecio a la inversión extranjera; metas todas que ganaron prelación, incluso frente a otras demandas. En contraste, no se ha afianzado todavía una mezcla sabia, ponderada, de objetivos internos de los países con los del orden transnacional.

En el sentido anotado, con audacia reformista, se crearon organismos económicos vigilantes del comportamiento de países y gobiernos, se borró el proteccionismo, se instituyeron bancos centrales independientes; en una palabra, se unificaron los estilos y propósitos de las políticas económicas nacionales.

Se dejó de lado la protección al empleo, a la salud pública, al medio ambiente, esto es, se dejaron parcialmente indefensas a las poblaciones ante calamidades que luego no se sabe bien a bien cómo remediar.

Es, por tanto, casi milagroso que los sistemas productivos mundiales se hubieran mantenido funcionando moderadamente bien hasta la crisis de 2008; y luego que hubieran iniciado una recuperación titubeante, clausurada por los efectos del coronavirus.

FORMACIÓN DE CAPITAL

A escala global es de anticipar una caída del producto mundial del 4%- 5% en el 2020, acompañada de contracciones dramáticas del 7%-8% en las zonas industrializadas de Europa y singularmente profundas en los países en desarrollo. El debilitamiento de la producción de algún modo repite el que ocurre en la formación de capital.

No se ha precisado si la retracción observada en la inversión obedece al agotamiento de los estímulos de la apertura de mercados, al descenso en la tasa de rentabilidad, a la concentración productiva, al decaimiento de las inversiones públicas.

Entre 2000 y 2019 el ritmo de la inversión decrece en los países desarrollados, seguidos por casi todas las economías medianas y pequeñas. En suma, la tasa de crecimiento de la inversión mundial cae substancialmente del 4.4% al 2.1% entre los años extremos del periodo 2000- 2019.

Las firmas líderes de muchos países registran una tasas de inversión reducidas (por ejemplo apenas del 10% de las utilidades en los Estados Unidos).

COMERCIO INTERNACIONAL

Poco a poco el comercio internacional pierde lustre como impulsor del crecimiento. Se comienza a dudar de las estrategias exportadoras como medio casi único de hacer competitivas, eficientes y prósperas a las economías.

Como se dijo la integración de mercados fue la vía de homogeneizar a las políticas nacionales, mediante la liberación de los movimientos de bienes o capitales y la formación de encadenamientos productivos, como medios económicos compartidos.

Entre 1986 y 2005, las transacciones comerciales internacionales se expandieron al 6.2% anual, empujando al producto mundial que crece menos al 3.6%. Pero agotado el impulso inicial y acentuados algunos problemas, la situación cambia. Desde ahí, el ascenso del producto universal fue de poco más del 3.4%, mientras el comercio internacional alcanza sólo el 3.1%, esto es, se desvanece su impulso primario al crecimiento y se crean desajustes importantes.

Entre 2008 y 2019, los Estados Unidos acumulan un desajuste de 5.4 millones de millones de dólares, Reino Unido de 1.3, América Latina otro de 1.3. En contraste, Alemania generó un superávit de 3.0 millones de millones de dólares, China de 2.4, Japón de 1.7 y los países petroleros de 1.8.

Los desequilibrios comerciales conducen a estremecimientos financieros y políticos que obligan a los países deficitarios a endeudarse y, luego, a someterse a dolorosos ajustes. A su vez, los países superavitarios suelen reprimir salarios y consumos en aras de su competitividad internacional más allá de los diferenciales en productividad de su mano de obra y de sus capitales.

Esas desigualdades congelan la división internacional del trabajo y frecuentemente encierran a los países periféricos en actividades poco promisorias. Tarde o temprano, déficits y superávits llevan a la restricción del comercio internacional, a que las naciones superavitarias acumulen reservas que significan menor demanda de bienes y servicios y una demanda acrecentada por valores financieros (deuda) de contrapartida.

Pese a su exitoso historial, el avance futuro de la interdependencia global posiblemente reciba menor prelación política.

De un lado, se ahondan desequilibrios. En ello, no sólo cuenta la renuncia norteamericana real o aparente al liderazgo económico mundial, sino sus limitaciones reales para seguir absorbiendo buena parte de los excedentes productivos de los países superavitarios. Del lado de China, no se vislumbra un clima especialmente propicio a seguir dando preferencia unívoca al comercio internacional.

Las tensiones externas crecen y auguran menor dinamismo mundial. En lo interno, China, después de un progreso espectacular, aborda una etapa de crecimiento más pausado, con menores necesidades de importación y de financiamiento del exterior. Por razones económicas y políticas no es de esperar que los dos principales centros promotores del comercio internacional se vuelquen en esa dirección o puedan imprimirle el mismo impulso anterior. Quizás por causas diferentes, ambas naciones procuren afianzar su futura prosperidad por medios menos dependientes del entorno transnacional.

De su lado, la pandemia del coronavirus amplificó los desajustes al poner al descubierto debilidades estructurales del comercio internacional. Ese comercio, ya dañado por las crisis del 2008, ha sufrido contracción sustantiva en fechas recientes.

Los perjuicios se han centrado singularmente en las cadenas productivas que absorben alrededor del 40% del intercambio. En América Latina, durante los primeros cinco meses de 2020 el valor conjunto de exportaciones e importaciones cayó cerca del 18%.

Del lado de las importaciones la mayor contracción se observó en la adquisición de bienes de capital que compromete el futuro el desarrollo de las economías.

En México las caídas del comercio exportador son aún mayores (21%) debido a la reducción simultánea de ingresos provenientes de las manufacturas, el petróleo y el turismo. Estamos en recesión.



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