STPRM, historia de un círculo vicioso
Salinas de Gortari dio un golpe de fuerza; López Obrador busca una reorganización
Con la renuncia de Carlos Romero Deschamps a la dirigencia del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República, sumado a las reformas de la Ley Federal del Trabajo, llegó a su fin una historia de corrupción, complicidades y negocios al amparo del poder por más de cincuenta años, donde líderes sindicales, directivos de la empresa petrolera y el PRI, se enriquecieron de ese erario, nos dicen sindicalistas opuestos al viejo cacicazgo.
En 1942 firma el primer Contrato Colectivo de Trabajo con el STPRM, ya en su papel de patrón. En sus inicios el sindicato mantuvo una política de combate a la corrupción tanto en sus filas como al interior de la empresa petrolera. En esta batalla coincidió con los primeros directivos. Sin embargo, pasados los años se hizo cómplice de dañino juego de poder.
Esto sucedió cuando se fueron abandonando las metas nacionalistas de Pemex. Destacan personajes en el control que ejercieron por años dentro del gremio petrolero: Joaquín Hernández Galicia y Carlos Romero Deschamps, así como Salvador Guzmán Cabrera. ASCENSO Y CAÍDA La carrera política de Joaquín Hernández Galicia, alias La Quina, se inició a finales de los años cuarenta del siglo pasado en Ciudad Madero, donde llegó a ser electo secretario seccional y unos años después, en 1961 obtuvo la Secretaría General del STPRM. Al terminar su periodo al frente del sindicato siguió en la dirigencia ocupando carteras creadas a propósito. Incluso fue respaldado por dos Presidentes de la República.
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En ese periodo, Pemex asume la obligación de aportar recursos económicos a las secciones para cooperativas, tiendas y actividades agropecuarias. Le abrió las puertas al sindicato para que éste pudiera realizar actividades como contratista de la petrolera mexicana.
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El sindicato y sus líderes llegaron a manejar verdaderas fortunas que nadie ha calculado con exactitud. Para mantenerse en el poder, las elecciones de las dirigencias se hacían a mano alzada en medio de procesos turbios en la que la misma empresa los apoyaba para perpetuarse. Como agradecimiento, en las elecciones constitucionales, el gremio petrolero apoyaba al entonces partido en el poder (PRI). Prestaba a su personal para actos de los candidatos oficiales e integraba grupos de choque para atacar a grupos políticos opositores al sistema. Líderes sindicales, directivos de la petrolera y el partido político, trabajaron juntos hasta que el poder político se sintió traicionado y desconoció a su dirigente nacional.
En 1983, La Quina denunció acusaciones en su contra que eran orquestadas desde la Subsecretaría de Presupuesto (federal), donde despachaba Carlos Salinas de Gortari. Una vez que Salinas de Gortari fue designado candidato a la presidencia de la república por el PRI en 1987, La Quina declaró que no era su candidato, pero que los petroleros se disciplinarían y votarían por él. Unas semanas después de asumir el poder, 10 de enero de 1989, Salinas de Gortari respondió al desafío. Una llamada de Carlos Romero Deschamps a la casa de Hernández Galicia en Tamaulipas, sirvió para asegurar la presencia del líder petrolero, y con militares listos para allanar la casa de quien caía en desgracia.
La detención se realizó bajo la acusación de posesión, acopio e introducción de armas, así como del homicidio de un agente del Ministerio Público.
LLEGÓ EL “GALLO GIRO”
Unos días después de la detención de La Quina, Sebastián Guzmán Cabrera, el “Gallo giro”, tomó posesión como secretario general del sindicato en los primeros días de febrero de 1989. A pesar de ser trabajador jubilado, fue impuesto por el Gobierno Federal.
Al poco tiempo de asumir la dirigencia se le olvidan sus propuestas de acabar con la corrupción al interior del sindicato y de inmediato empieza hacer negocios mediante su empresa “Proyectos y Construcciones Sociales 18 de Marzo”, la cual fue creada cuatro meses después de que éste llegara a la secretaría general del sindicato.
Mientras el líder sindical engrosaba sus cuentas bancarias, los trabajadores petroleros veían cómo iban perdiendo prerrogativas sindicales. Se suprimió la obligación de la empresa en destinar recursos para las tiendas sindicales, obras sociales, cooperativas, cajas de ahorro, actividades agropecuarias y gastos de los dirigentes petroleros. A los opositores de Guzmán Cabrera, para sacarlo les bastó la presión de varias secciones sindicales que pedían se auditaran los recursos manejados del sindicato. No aguantó y renunció a la dirigencia “por motivos de salud”. (Mañana: Al relevo, El Güero y tiempos de cambios)