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11/04/202511:16 a.m.Autor: Agencias Fuente: Agencias

Los corridos... ¿Deberían ser patrimonio cultural?


El corrido mexicano —ese testigo musical que ha documentado invasiones extranjeras, revoluciones, migraciones y hasta la violencia narca— lucha por su reconocimiento como patrimonio cultural.

LOS CORRIDOS, CULTURA INTANGIBLE

  • El doctor José Manuel Valenzuela Arce plantea que el corrido —ese relato musical que desde el siglo XIX ha narrado la vida social mexicana— merece ser declarado patrimonio cultural inmaterial del país. Subraya que este género no crea ficciones, sino que documenta la realidad histórica de México.

El académico hace un llamado a "desnarcotizar" la percepción del corrido, destacando que su valor va mucho más allá del narcotráfico. Estas canciones populares, explica, conforman un vasto universo de representaciones culturales que merecen reconocimiento institucional por su papel como crónica viva de la identidad nacional.

El experto en estudios culturales —cuya obra analiza identidades colectivas, movimientos sociales, juventudes y expresiones urbanas— detalló que durante la década de 1990 ciertos corridos adoptaron un tono celebratorio hacia figuras al margen de la ley. Sin embargo, enfatizó que la mayoría mantuvo su tradición de relatar la memoria social.

Subrayó que este género funciona como un sistema narrativo único: desde el siglo XIX, ha sido la voz cantada de comunidades analfabetas que, al no dominar la escritura, preservaron su historia a través de versos musicalizados.

Este género musical ancestral funcionó como crónica histórica, archivo sonoro y bitácora colectiva que documentó hitos fundamentales: las invasiones estadounidense y francesa, la épica batalla de Puebla, los flujos migratorios y la experiencia de los mexicanos en el norte.

Se convirtió en herramienta clave para entender la Revolución Mexicana, donde tras cada combate, los campamentos se llenaban de voces que transformaban los sucesos recientes en versos cantados.

El especialista en Ciencias Sociales destacó que esta expresión popular -con raíces en el romance español- no creaba los fenómenos sociales, sino que los musicalizaba: fue la banda sonora de la Revolución sin ser su causa; narró el drama migrante sin provocarlo; y exaltó figuras como Zapata -con su cronista oficial Marciano Silva- o Villa, reflejando el culto popular que ya existía hacia ellos.

El académico señaló que durante la década de 1920, la Prohibición estadounidense —que criminalizaba la producción y distribución de alcohol— dio origen a los "corridos tequileros", que documentaban el floreciente comercio fronterizo de licor ilegal. Estos relatos musicalizados capturaron una realidad cotidiana para muchas comunidades en la región México-Estados Unidos.

Posteriormente, explicó, cuando se prohibieron los derivados de la amapola (como heroína y morfina), el corrido volvió a funcionar como crónica social, ahora centrada en los personajes emblemáticos de este nuevo contrabando. Esta tradición narrativa se consolidó en los años 70 con una segunda ola de corridos dedicados al narcotráfico.

El investigador también destacó cómo el sistema político priista utilizó el género con fines propagandísticos: cada sexenio encargaba corridos que exaltaban las supuestas virtudes de sus candidatos. Esta práctica de "corridos pagados", aclaró, no fue exclusiva del narcotráfico, sino parte de una larga tradición de uso político del género.

En la década de 1990, el auge del narcotráfico y su demostración de poder violento impulsaron nuevas vertientes del corrido que narraban con crudo realismo los sucesos del México criminal. Surgieron subgéneros como:

  • Los corridos perrones (de lenguaje descarnado)
  • Los corridos enfermos/alterados (con ritmos acelerados) donde canciones como Sanguinarios del M1 (popularizada por El Komander) y los temas de grupos como Los Buknas y Los Buchones de Culiacán, retrataban sin filtros esta realidad.

Estas composiciones ya no solo aludían veladamente a los capos, sino que nombraban directamente a figuras narcas convertidas en celebridades mediáticas, transformando sus hazañas criminales en narrativas musicalizadas.



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