Síndrome del corazón roto: sí es posible morir de tristeza
La tristeza es más dañina de lo que imaginamos.
Tomas un poco de aire. Respiras. Abres aún más tus párpados, pero el mundo y los edificios comienzan a desdibujarse. Se van quedado a una distancia cada vez mayor. Tus ojos ya no pueden asir las formas ni los colores; silencio. De pronto, el médico cuestiona a su asistente “¿la causa de muerte?”. Tras una breve pausa ella responde sin miramientos: “se le rompió el corazón, doctor”, pero ya no tienes tiempo de escuchar esas palabras. Los cadáveres no necesitan los oídos.
Investigaciones médicas han revelado lo que tanto tiempo se consideró una simple metáfora: las variaciones químicas a las que se expone nuestro organismo luego de perder a un ser querido, incrementan las probabilidades de sufrir un paro cardíaco en más de un 20 por ciento. La comunidad médica estuvo tras la pista de este padecimiento por más de una década. Cardiólogos, tanatólogos e incluso algunos psicólogos realizaron una amplia variedad de pruebas hasta que, finalmente, médicos japoneses identificaron un padecimiento al que nombraron Takutsubo que significa “vasija para atrapar pulpos”, por la forma en que aparece el corazón afectado en las radiografías. Era el año de 1990, se había descubierto el Síndrome del corazón roto.
En ese momento, la expresión que durante mucho tiempo no había pasado de ser una simple alusión a las despedidas entre dos personas (algunas en mejores condiciones que otras), por fin tenía un fundamento científico que la dotaba de un valor extraño y al mismo tiempo, fascinante. Desde entonces, morir a causa de que nos rompieran el corazón dejó de ser una línea poética y se transformó en un diagnóstico alejado de las páginas o las bibliotecas.
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De acuerdo con Mark Creager, director del Centro Cardíaco de Dartmouth-Hitchcock en Estados Unidos, un corazón roto “es en realidad un evento en el que este órgano deja de funcionar con regularidad y es susceptible de anormalidades en el ritmo cardíaco. Un fenómeno muy real que ocurre en pacientes que han estado expuestos a un estrés emocional repentino o circunstancias extremadamente devastadoras”
De esta manera, la tensión emocional generada a partir de una pérdida tan sentida, así como del proceso de duelo que la acompaña, eleva la presión sanguínea y provoca una descompensación bioquímica que afecta el comportamiento habitual de la persona que lo padece (comer, dormir, realizar actividades al aire libre, etcétera), situaciones que disminuyen su ánimo.
El reciente fallecimiento de la actriz norteamericana Debbie Reynolds, ocurrido tan sólo unas horas después de la muerte de su hija Carrie Fisher (interprete de la princesa Leia en la saga de “Star Wars”), de inmediato se relacionó con el síndrome del corazón roto. Reynolds ya había sufrido dos derrames cerebrales en 2015, pero logró recuperarse. Sin embargo, el día siguiente al deceso de Fisher, su madre fue trasladada al hospital donde manifestó su deseo de acompañar a su hija y después murió.
Debido al súbito aumento de hormonas del estrés, así como del incremento de adrenalina y cortisol (que apresan las arterias y comprometen el flujo de sangre), este tipo de decesos suelen confundirse con un típico infarto, pero no es así. La gran mayoría de la gente suele caracterizar los términos infarto y paro cardíaco como un mismo padecimiento. No obstante, la distinción entre uno y otro estriba en que durante el infarto no hay una pérdida de consciencia, mientras que en el paro cardíaco sí la hay; además, los pulmones dejan de funcionar.
Las patologías relacionadas con el corazón humano son vastas. Las circunstancias en las que se desarrollan así como las repercusiones que llegan a tener son capaces de sobrepasar las ideas que concebimos al respecto. Si después de conocer esta enfermedad, aún deseas internarte en los secretos de este maravilloso órgano, pero ahora de forma literaria, no pierdas la oportunidad de conocer las formas en que nos rompen el corazón todos los días.