La verdadera historia sobre el vestido de Marilyn, un símbolo de ansiedad y dolor
Cuando la actriz acudió a la fiesta de cumpleaños de John F. Kennedy con el famoso vestido en 1962, su carrera estaba al borde del abismo. Semanas después, fue hallada muerta en su casa. El vestido ha vuelto a la actualidad después de que Kim Kardashian adelgazara siete kilos para llevarlo a la gala Met.
Cuando Marilyn Monroe asistió a la fiesta de cumpleaños de Kennedy en el Madison Square Garden de Nueva York, ya era una mujer devastada por las pastillas, la ansiedad y el dolor. Su doble idilio con los hermanos Robert y John Fitzgerald Kennedy fue solo el azúcar glas para su desafortunada deriva final. Unas semanas más tarde, en la noche del 4 al 5 de agosto de 1962, la mujer más buscada del mundo fue encontrada muerta en su casa de Brentwood. Todo apunta al suicidio de la actriz, y mientras la sombra de JFK y la mafia aún se cierne sobre aquel horroroso suceso, lo cierto es que la protagonista de “Crontic Man” se encuentra atrapada en una espiral mortal de depresión y autodestrucción.
Es una lástima que para la mayoría de la gente joven Marilyn solo sea un mito de belleza. Desconocen sus películas, su enorme talento artístico e intelectual, y el fondo de su íntima tragedia. También que ella, antes que nadie, denunció las atroces consecuencias de ser la mujer más deseada del mundo. Un mero objeto de deseo del que todos se creían dueños, incluidos los Kennedy. Una mujer que bajo su capa de rubia tonta denunció el sistemático abuso del que fue víctima. “Me gustan los negros porque conozco la esclavitud en mi propia carne”, aseguró la actriz en una cruzada que también incluía frases como esta: “Ser sex symbol te convierte en una cosa y yo detesto ser una cosa”.
Marilyn era una mujer alegre y muy inteligente, pero implacable consigo misma. Su inseguridad era patológica y eso la convertía en una mujer voluble y problemática. Cuando acudió a la fiesta de JFK, su carrera estaba al borde del abismo. El rodaje de la que sería su última película, Something’s Got to Give, dirigida por George Cukor y con Dean Martin a su lado, se había convertido en un infierno por su impuntualidad, sus enfermedades crónicas (en gran medida psicosomáticas) y su incapacidad para memorizar sus frases. Dean Martin la defendió ante los jefes del estudio para que no la despidiesen. Sin ella no hacía la película. Dio igual, en los despachos ya la detestaban, y volar a Nueva York aquel mayo para asistir a la fiesta del presidente solo fue la gota que colmó el vaso. En su huida hacia adelante, Marilyn interpretó su famoso Happy Birthday Mr. President temblorosa. Frágil como ninguna en su pedestal, estaba atrapada en sus miedos. Al último periodista que la entrevistó en su casa de Los Ángeles le dijo al despedirse: “Por favor, no me haga quedar en ridículo”.
Marilyn escribía de forma compulsiva sus pensamientos, y sobre sus “malos hábitos sociales” plasmó esta estremecedora reflexión: “Invariablemente, llego tarde a las citas, en ocasiones con un retraso de dos horas. He intentado cambiar mi manera de ser, pero lo que me hace llegar tarde es algo fuerte... y demasiado agradable. Cuando debo ir a cenar a alguna parte a las ocho, me quedo tendida en la bañera durante una hora o más. Llegan las ocho y todavía sigo en la bañera. Voy echando perfumes en el agua y dejando que se vacíe el agua y llenando de nuevo la bañera con agua limpia. Olvido que son las ocho y mi cita para cenar. Sigo pensando y sintiéndome muy lejos. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera, sino Norma Jeane. Estoy dándole el gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puede bañarse en un agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma no tenga nunca suficiente agua limpia con olor a verdadera colonia”.