Agosto sebe amargo; se apaga "Sugar Man"
Sixto Rodríguez, el roquero redescubierto tardíamente, murió a los 81 años
- María, su madre, murió cuando él era un niño. Fue Ramón, su padre, quien lo condujo, anegado de carencias, por los caminos al sueño americano que siempre se les negó; se llamaba Sixto Díaz Rodríguez y desde adolescente, con una vieja guitarra, paliaba la tristeza provocada por su orfandad materna, y construía canciones tristes, melancólicas y de protesta, en esa ciudad oscura y poco amable llamada Detroit.
Comenzaba la década de los 70´s e influenciado por Dylan, Rodríguez tocaba en un sombrío bar llamado “La cloaca”.
Lo hacía de espaldas al público por el pánico a mirar de frente la respuesta de éste. Un día, dos productores llegaron a ese bar y se quedaron maravillados. Le propusieron grabar un disco y Rodríguez aceptó. «Cold fact» fue su primer material pero no tuvo repercusión alguna.
UN NUEVO FRACASO
Pero Sixto Rodríguez tendría otro chance, el melancólico trovador de origen mexicano fue invitado a grabar un segundo disco; éste tampoco resultó y la disquera lo despidió. Sixto Díaz siguió removiendo cascajo, haciéndole al albañil y tocando sus rolas de doliente rebeldía en bares de mala muerte.
- La leyenda urbana cuenta que una mujer americana fue de visita a Sudáfrica y llevó de regalo a su novio el primer disco de Rodríguez. Eran los años aquellos en que el país vivía una tremenda segregación racial. El obsequio lo recibió un blanco liberal comprometido con la lucha anti-racista y los cantos de Rodríguez fueron para él mensajes de lucha.
Y LLEGÓ EL ÉXITO
Entonces Rodríguez comenzó a escucharse en todas las casas de familias blancas donde había una o un joven blanco de pensamiento liberal. Presley, Dylan, Los Rolling se convirtieron en segundones para la juventud que luchaba por derrumbar el Apartheid.
Las canciones de Rodríguez eran himnos, su disco se multiplicaba por miles en aquel país. Mientras Rodríguez, ignorándolo todo, reconstruía casas y tocaba en bares de mala muerte.
LO CREÍAN MUERTO
- Las leyendas urbanas de la juventud sudafricana contaban que Rodríguez ya había muerto: unos decían que se había pegado un tiro en pleno concierto, abrumado por la rechifla de un público poco comprensivo. Otros decían que no hubo bala alguna, sino que se había prendido fuego en ese mismo concierto. No pudo faltar la versión aquella que hablaba de una sobredosis que cegó su desangelada existencia.
COMIENZAN A BUSCARLO
- A principios de los 90, fueron dos sudafricanos, un periodista y el dueño de una tienda de discos, fanáticos de Rodríguez, que se dispusieron a saber cuál era su verdadero final. En sus meticulosas indagaciones, descubrieron que el cantante admirado no había muerto, vivía en la ciudad gringa, capital del automóvil, limpiando el cascajo de las casas, levantando bardas y haciendo trabajo comunitario.
El encuentro primero, vía telefónica, y después de manera personal, así como todo el proceso de búsqueda, lo cuenta el documental “Buscando a Sugar Man”, que ganó un Oscar.
30 AÑOS DESPUÉS...
Rodríguez fue invitado a una serie de conciertos en aquel país sudafricano. 30 años después, el cantante que fuera inspiración de lucha de la juventud sudafricana compartía sus rolas en vivo. El público, inflamado, feliz, disfrutaba.
Sugar Man, el hombre al que se le negó el sueño americano, era recibido como una estrella. “Gracias por mantenerme vivo”, fue la frase reiterada en cada uno se sus conciertos.
El pasado martes 8 de agosto, Rodríguez soltó las cuerdas de su guitarra a los 81 años de edad.