Papeles encontrados en libros

Tesoros olvidados: boletos, dinero, imágenes, recados

Papeles encontrados en libros
  •  1. ¿No te ha sucedido que al abrir un libro entre algunos que tienes en tu pequeña o mediana biblioteca te encuentras con algo que creías perdido u olvidado? Y bueno, no solo entre libros, sino en alguna parte de la casa, sin buscarlo, encuentras algo que hacía tiempo no veías. Pero digamos que fuera en un libro. Por ejemplo un boleto de viaje. Y viene a tu memoria como una película aquella vez que fuiste a Guanajuato.
  • 2. Habías soñado con ir a Guanajuato, no solo por lo de las famosas momias, sino por recorrer esas calles coloniales, abigarradas en su arquitectura, y escuchar con deleite las estudiantinas tradicionales, y adentrarte en algún mercado y desayunar algo específico de la cocina del bajío, cuando notaste una mirada en una de las mesas. Compraste el boleto Matamoros- Guanajuato, autobuses Rápidos del Norte. Y tan pronto al llegar con hambre fuiste al mercado. Y en una mesa cercana reconociste en una guapa mujer esos rasgos de familia, y efectivamente era una prima tuya, que nunca habías visto, pero quiso la casualidad que llegaras a esa hora, en ese mercado, y que en esa coincidencia te encontraras con ella. "Saludos, prima". Y ella: "¿Eres hijo de mi tío Juan?". Y aunque nunca nos habíamos visto, la sangre llama y nos dimos un abrazo, y me llevó a su casa, con la tía.

LO QUE NUCA SE DEVAÚA

  • 3. O cuando en un libro (vieeeejo) encontraste un sobre con quincena íntegra y veías admirado que tenías en el 7 millones de pesos, porque alguna vez fuiste millonario, pero en esos meses se había decretado por parte del gobierno el quitarle los tres ceros de la moneda, y fue poco lo que duró tu gusto de ficción el ser millonario, porque eran solo 7 mil pesos. Pero lo raro es que no habías notado la falta porque te organizabas de otra manera, o aún en la inflación tenía la moneda mayor poder adquisitivo, tal que ni falta te hizo, pero no estaba de más el encontrarlo para comprarte algún libro nuevo de Octavio Paz o aquella camisa verde militar Mariscal que tanto anhelabas.
  • 4. O encontrarte una fotografía blanco y negro donde estaba ella, la muchacha de tus sueños, lejana ya, como todo sueño de juventud, cuando tú ya andabas en otros senderos, escuchando otros cantantes menos fáciles en sus letras, pero quedaba el recuerdo allí en la piel y en las manos sensibles, y en la memoria la penetrante mirada de aquellos ojos negros, refulgentes, y la sonrisa como brisa de mar en verano, fresca, motivadora, celestial.
  • 5. O un recado con una serie de números relacionados con una línea telefónica, y echas atrás el recuerdo que era el número que identificabas con hablar con Dios, por lo dulce de voz en aquella distancia física lejana, aunque cercana en coincidencia de las almas, que solo la amistad permite que continúe, y soñaste escribir un guión de película romántica con esa historia o una novela con cierto parecido a Puentes de Madison, en la que Clint Eastwood y Meryl Streep estelarizaron para hacer vibrar los corazones de que una historia de amor no se encuentra en cualquier parte, pero bien vale la alegría vivirla, o cuando menos soñarla, aunque sea dentro de una brizna de tiempo.
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HISTORIAS BREVES

  • 6. O nada de eso, solo el mover libros de un lado a otro, o regalarlos en paquete a algún amigo de los que venden, y entrehojearlos con la esperanza de encontrar algo que dé pie para una breve historia, o por qué no, encuentras la señal de Dios de que hay que mantener la esperanza al rojo vivo corazón, que alguna vez vibraste al ser parte estelar de una película no filmada, pero sí vivida, si esto fuera posible, en un tiempo no tan remoto, elástico, como lo mismo fuera ayer o hace veinte o cuarenta años. Pero estaba allí la carta no enviada, o enviada sí, pero sin respuesta, o una vida como respuesta, o sin saber si llegó a su destino o no, o si fue rota antes de ser leída, para qué complicarse la vida, o leída y provocadora de lágrimas, o nada. Sí, mejor nada.
  • 7. A veces encuentras una huella de labios bien marcados. Encuentras una rosa seca. O solo un pétalo. Una tarjeta de presentación. Una carta de recomendación. Un poema con tus iniciales u otro nombre de autor o autora.

Encuentras un croquis de un tesoro perdido o escondido. O la calificación de 8s y 9s de la secundaria. O un subrayado de no sabes quién, donde en los versos se encuentran reclamos, pistas de que sí o de que no, o de tal vez, o quizá mañana. Miras el precio de 3 pesos en una esquina del libro.

¿Y ese dónde lo compré? ¿Lo robé? ¿Lo encontré? ¿Fue un regalo? ¿Lo compré y no lo entregué? ¿Y este libro aún con celofán: Cartas de amor".

  • 8. Invariable que encontremos un libro de poemas y nos traiga recuerdos. Cuenta uno la primera vez que nos leyeron al oído un poema de amor, o de desamor, o de incertidumbre, pero el gozo de escuchar la voz con volumen de cuando se lee cerca del oído, digamos el Poema XX, de Pablo Neruda, o algún otro con tema parecido, que son historias que la piel vivió como si descubriera el mundo, como erupción de volcán, o roce como pedernal que inicia el fuego de la vida y continuación de la vida en el cosmos.

TIEMPO RECOBRADO

  • 9. Busco un libro que tengo perdido. Busco un recuerdo que más no está. Una señal de vida. Imagino que un libro regalado sigue estando cerca y llevando y trayendo recuerdos, y al acostarse ella lo abraza como abrazar fantasmas y lo abre en la página 35 o 169, páginas al azar, o recorro el índice para ver los títulos de los poemas, quizá en un libro que no existe ni existió, de recuerdos que fueron sueños o inventos solo para justificar una hoja escrita como ejercicio, memoria de lo no vivido, de lo intangible. Héme aquí.
  • 10. Hoy al despertar tuve conciencia del nuevo día, de mi yo en el nuevo día, y tomé conciencia de mi respiración. Porque un día será que no, mientras tanto sí, y echar atrás la conciencia en los recuerdos, que solo por ellos somos. Imagino despertar en esta edad -¿en cuál otra?- y darme cuenta de que no recuerdo nada, que todo está en blanco, y ver la habitación de ¿qué casa?, o ¿por qué estoy aquí? ¿Quién soy? Y agradezco que mis recuerdos tienen aún respuestas, lo mismo los papeles que encontramos entre los libros. Como esta carta. ¿Cuál? "Carta donde se describe la errabunda vagancia y los cafés tomados y no". 



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