González Pedrero, Vigencia de una obra y un pensamiento político-cultural

La ciudad y la naturaleza: nueva convivencia para crear espacios humanos dignos

González Pedrero, Vigencia de una obra y un pensamiento político-cultural
  • A más de tres décadas de haberse sentado en la silla principal del Palacio de Gobierno de Tabasco, el nombre Enrique González Pedrero es un punto de referencia en la vida política, cultural y administrativa del estado: porque ofreció soluciones para los retos de su época, y porque en compañía de su esposa la escritora Julieta Campos, se adelantó a muchas de las preocupaciones de nuestros días como la relación conflictiva entre la aspiración de modernidad que transforma la naturaleza y la naturaleza como cultura en el espacio humano en un estado donde el patrimonio natural es su expresión definitoria.
  • A la rica bibliografía que dejó, se suman de vez en cuando títulos pocos conocidos donde el político y escritor -que este domingo 7 de abril cumpliría 94 años- plasmó su ideario sobre la ciudad, la cultura, el espacio humano, la dignidad social, y planteó propuestas que hoy por hoy son necesarias para reflexionar sobre nuestro tiempo, nos referimos al pequeño libro “Tabasco: espacio natural, espacio público”. El título recoge la ponencia magistral presentada en octubre de 1986 con motivo del decimoquinto congreso nacional de arquitectos celebrado en Villahermosa, y  versión impresa de apenas treinta páginas se conoció un año después.

GOBIERNO CON IDEAS

  • El suceso dentro del cual se presentó la conferencia y el contenido mismo de la conferencia puesta en página proponen a la ciudad como el espacio humano de reflexión para el desarrollo de la ciudadanía, y la arquitectura como la especialidad artística que contribuye a recuperar la dignidad humana de los menos favorecidos en las comunidades, y la evolución de eso que se denomina cultura. El espacio arquitectónico -la plaza arbolada y con música- es a la ciudad lo que el fogón a la mujer de las comunidades. González Pedrero, pertenece a esa tradición de políticos gobernadores que generó pensamiento político que permite visualizar su tiempo y el de quienes lo leen.
“Es estrecho vínculo entre idea y acción constituye el valor central de esta Ponencia Magistral, que será bienvenida por todos aquellos que comparten la visión de que la ciudad puede ser digno marco de convivencia entre el hombre y la naturaleza”, se anota a manera de presentación en el portón del texto que se conoció cuando el maestro Enrique cumplía cuatro años de gobierno.

Sobre el tema principal, plantea en la página 12:

“La arquitectura es el arte del manejo del espacio urbano. Por espacio humano entiendo en términos amplios, el medio en que se desenvuelven las relaciones sociales que conforman la cultura. En principio, a ese espacio se opone lo natural como aquello que el hombre no ha modificado para vivirlo, para habitarlo. Naturaleza y cultura parecen ser, pues, los extremos del ámbito en que nos vemos (…). El espacio humano es la esfera donde el hombre actúa como ser social: como Zoon politikon, como ente civil. Lo civil se opone a lo incivil, a lo bárbaro (…). El hombre comienza a serlo cuando modifica el medio natural para convertirse en ser social”.

ESPACIO PÚBLICO Y HUMANO

  • Para González Pedrero el espacio humano va más allá del espacio público y de la urbe, aunque es su instancia notable, pues se puede incluir la pequeña comunidad que aspira a las comodidades de una ciudad;  es el lugar donde el hombre discrimina, transforma, modifica, sustrae, donde ocurre la convivencia política. Y precisamente por esa “voluntad social” que construye en colaboración no se compone de hombres y mujeres sino de ciudadanos.

Siguiendo el hilo de la reflexión, propone un nuevo concepto para poner en tela de juicio lo anterior: el medio ambiente, para llegar a su tesis:

  • ¿Cuál es el medio ambiente que debe rodear la ciudad? “No lo sé (…). Las ciudades más habitables son aquellas que son ricas en espacios públicos. Si la ciudad es el ámbito de la sociedad, de la política, de la economía, de la cultura, la ciudad de debe de ser propicia para que en  ella se desarrollen todas esas actividades: los mercados, los jardines, los centros deportivos, las plazas  cívicas, los centros de cultura”.
  • El impulso vital de re-crear el espacio público -critica- debe obedecer a las expresiones de la identidad y no al capricho de levantar adefesios de concreto y cemento que honran el mal gusto. “Más vale una plaza con árboles y tranquilidad, donde la gente pueda respirar aire oxigenado y pasear y distraerse un rato bajo los acordes de una buena banda municipal”.
  • González Pedrero refiere que el surgimiento de las ciudades -aspiración humana consciente o inconsciente-, la gentrificación y acumulación depredadora, produjo dos grandes corrientes de pensamiento. “Una de ellas sostenía que las ciudades al crecer estaban deteriorando el medio natural; la otra, que actuaban contra la bondad de la naturaleza humana”, como sea, de acuerdo con las posturas ecologistas acepta que la ciudad es un nuevo Bioma, una nueva formación ecológica.

CULTURA Y NATURALEZA

En ese sentido, se pasó de la confrontación entre ciudad y naturaleza, a la convivencialidad, a la visión integral, donde la naturaleza es una espacio humano de sobrevivencia.

Plantea que lo urbano es desarrollo, comodidad, distancia frente a la naturaleza e inclusive radical negación de ella. “Se niega a la tierra y en este proceso de negación hemos ido gastando el medio ambiente”.

  • Entonces, “cultura y naturaleza no pueden separarse más; deben de ser el sustento teórico de la arquitectura”, y por extensión, de la gobernanza. Se deben procurar ciudades que no sean la negación de la naturaleza sino la combinación idónea de cultura y naturaleza. “El hecho de que las ciudades se hayan creado por un acto de voluntad social, no deber traducirse en negación del ambiente natural”.
  • En su proyección, escrita hace más de 30 años, plasmó lo que hoy es ya una realidad: las tierras del mundo serán desiertos, las especies animales perderán sus espacios vitales, y la concentración de la población mundial en grandes ciudades. Al final, conminó a los arquitectos a realizar su verdadero servicio social y profesional en el campo. No habló de políticos pero si se extiende su propuesta se pudieran nombrar como “arquitectos sociales” que transforman y dignifican el espacio humano. González Pedrero, como “diseñador social”, modificó el espacio humano más sensible, a las comunidades revalorando sus imaginarios, y la casa con la dignificación de la mujer.



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