El Centro de Villahermosa, la llamada Zona Luz o Zona Remodelada, me parece el lugar más lindo de la ciudad. Las Plazas comerciales que han anegado a Villa, muestra de la más pura modernidad, no han quitado la preponderancia a esta zona, al menos no entre el pueblo bueno y sabio. Con esa certeza salí de mi casa a hacer unas diligencias, pero también aprovechar para darme una vuelta pasadas semanas, meses sin asomar.
Después de estar con mis amigos de Ideo, caminé rumbo al Centro, entré por ese andador adoquinado llamado Puerto Escondido, donde se encuentra esa especie de catedral para los chavorucos, y no tanto, que regentea el nombre leyenda: Marcos Pinto. Llovizna con terquedad.
Salí a Zaragoza y de frente me topé con Aldama, la calle de Tacolandia, donde me detuvieron las cintas que anuncian que se prohíbe el paso. Observo lo que quedó de la mítica taquería que explotara días antes.
Doy la vuelta en Zaragoza y me meto por Sáenz. Yo siempre quise vivir en el Centro, en esas casas de Sáenz que transpiran sosiego y tradición. Sigue lloviznando.
Llego a la esquina de Lerdo y me decido por el café El Jaguar. Ahí me encuentro a Ramón Tinajero, hombre de cultura. Conversamos y me ilustra con su teoría conspirativa sobre la explosión de Tacolandia. Lo hace mientras degustamos un delicioso chocolate. Se despide cuando ve venir a Chuy Falcón, quien está cumpliendo años. Sí que llovizna.
A Chuy lo esperan sus amigos en una mesa para festejarlo, le van a comprar un pastel, organizan la cooperacha sin resultados. Uno dice que él dispara la pizza y se levanta y va a comprarla. Regresa y al rato llega la pizza, los que cooperaban para el pastel guardaron sus monedas y le entraron a italiano platillo, el cumpleañero con más enjundia. Conversan de una historia de amor entre una güera y un chino. Yo dejo de escucharlos y releo a mi maestro Bruno Estañol (El féretro de cristal). Disfruto de las incursiones masónicas del fakir y sus lecturas teosóficas. Aún llovizna.
Saludo a Miguel Sánchez Vidal, quien ha encontrado la fuente de la eterna juventud, luce como chamaco de 30 a sus 72 años y conversamos. Se le nota el orgullo cuando habla de sus hijos y sus progresos académicos, entonces me contagia. Se despide diciéndome que va al Coco Bongo a resbalarse unas chelas. No lo detengo de tan importante misión. Sigue lloviznando.
Después de un rato pago la cuenta y camino a La cabaña en busca de algún conversador, nada. Sigo al Parissi con iguales resultados. Me vuelvo ya camino a casa. Tomo una foto a la icónica, dijeran los chamacos, calle Juárez y la comparto en mi face. Me detengo en Las dos naciones y compro pan. Camino Carranza hasta llegar al parque La Paz, ahí me asalta el antojo de una tradicional torta de pierna en La paz. El changarro está cerrado. No para de lloviznar.
Frente a Del Sol, espero mi combi, no tarda en llegar y presuroso me subo. Se llenó pronto y con El Buki a todo lo que da, avanzo rumbo a casa. La play list da justo para acompañarnos en todo el trayecto. Pago y camino a mi chante, lo hago a prisa y saltando charcos. Yo, soy uno en la llovizna.#LoQueViveElQueLee.