La capital tabasqueña es un complejo entramado social. Los recintos culturales alternativos en Villahermosa son un fenómeno del que no se tiene una historia escrita a la mano.
De acuerdo con lo que se puede pepenar en la charla con los memoriosos o se registra de paso en los libros de historia, los posibles inicios de los “recintos culturales alternativos” se remontan por lo menos a principios del siglo 20 con las tertulias de los integrantes de esa generación intelectual conocida como la Bohemia Tabasqueña, quienes se reunían en la casa del escritor Manuel Sánchez Mármol.
En aquellos convulsos y lejanos tiempos no existía una infraestructura cultural como hoy se conoce, durante las fechas importantes las casas de familia dotadas como mínimo con un piano se convertían en pequeños recintos de convivencia artística, tertulia le llamaban, donde la declamación de poemas propios y ajenos se acompañaba con las canciones y los bailes de salón.
A lo largo de la historia de la cultura de Villahermosa se sabe de muchos recintos culturales improvisados o pensados para tal fin, de vida intensa y fugaz.
En su momento respondieron a las propuestas y necesidades de los creadores de teatro, pintura, literatura y música, a los que se sumaron también, por el desenfado de la vida romantizada de los creadores, la apropiación de espacios como los cafés, y otros “non santos” como las cantinas.
Se sabe por ejemplo, que en los años sesenta del siglo pasado la directora de teatro Carmen de Mora fue una gran promotora de las reuniones culturales en su casa. “De siempre las reuniones culturales eran en las casas de familia, pues los intelectuales eran contados”, comenta Jorge Priego Martínez, autor de “Anecdotario Tabasqueño” y de otros libros como “El zapateo tabasqueño” y “La décima en Tabasco”.
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