El no saber leer ni escribir, no fue impedimento para que la señora Graciela, de más de ochenta años, optara por hacer su testamento antes de fallecer, ya que dos de sus siete hijos, le emprendieron una demanda a pocos días de haber fallecido su compañero de vida quien no dejó sus bienes en regla.
A un mes de haber fallecido José, su compañero de vida por más de 60 años, sus dos hijos mayores empezaron a hacer reuniones para repartir los bienes de su padre, incluso, hasta la casa de su madre, quien pese a haberse quedado en su hogar donde crió a sus hijos con todos los bienes de su esposo, no se sentía dueña de ellos.
“Sentí la cosa más fea en mi corazón, cuando mis 7 hijos hablaban de repartirse lo que había dejado José, yo ayudé siempre a mi marido en todo, ordeñábamos las vacas, cortábamos zacate, tejía petate, para poder dar de comer a mis hijos. Trabajamos mucho para darles su escuela, ninguno llegó a la universidad, se quedaron hasta la secundaria, las mujeres se casaron y los hombres no sentaron bien cabeza, a pesar de que su papá fue un hombre de mucho trabajo”, relató Doña Graciela.
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En la charla, dijo que los meses además de sufrir la ausencia de su esposo, empezó a sufrir más por ver a sus hijos enfrentados y ella, cada vez iba enfermando más, al grado que hoy en día, el médico le dijo que tenía sus días contados.
“Lo único que puedo agregar es que Dios bendiga a mis hijos, de mi y de su padre, solo pudieron ver personas que trabajaban, les dimos todo, para que no sufrieran y a pesar de eso, este es el pago que recibimos… a mi esposo no le dio tiempo de hacer testamento, pero yo sí lo dejo, para que si en vida o muerta me corresponde algo, sea para dárselo a quienes me están cuidando”, agregó.