Enfermarse de COVID-19, no tan sólo afecta físicamente, en algunos casos el daño emocional duele mucho más que la fiebre y la tos, entre otros síntomas que genera el padecimiento que ha cobrado la vida de miles de personas en todo el mundo.
Por esta situación, para evitar agresiones físicas y verbales, en los hospitales se protege la identidad de los enfermos, dejas de llamarte Juan, María, Pedro, José y te identifican con un número, te conviertes en el paciente 510, 511 o el número que te toque al momento de tu ingreso.
En el área de COVID de los hospitales, nadie te conoce y tú como paciente desconoces a los héroes anónimos que se encuentran con trajes azules o blancos que utilizan médicos y enfermeras.
Francisco “N”, quien trabaja en uno de los hospitales de la capital del Estado, donde se atienden pacientes con COVID-19, relató que el mal realmente es como lo pintan, sinónimo de soledad, tus seres queridos no están cerca de ti en tus momentos más difíciles.
Incluso, para la muerte, el decir adiós, es aún mucho más doloroso, no puedes dar el último abrazo ni el último beso a tu ser querido que previo al salir del hospital tiene que ser embolsado, para luego ser puesto en su ataúd, por personal totalmente protegido.
Este trabajo, tiene que realizarse en menos de media hora, pues así lo establecen los protocolos, para que el proceso, sea seguro.
“Me ha tocado ver a trabajadores de las funerarias que casi tiemblan, cuando van a buscar a los pacientes que mueren de COVID-19, los cuales sólo identificamos por números… alguien tiene que hacer el trabajo… es igual que nosotros, tenemos miedo, pero igual, tenemos que hacer nuestro trabajo, para eso nos preparamos y las familias nos necesitan”, agregó.