Como pocas veces ocurre, desde la semana pasada la niñez estuvo en el centro de la discusión pública, a raíz de que la semana pasada se discutieran los pocos avances del gobierno de Tabasco y los municipios en la cuarta sesión ordinaria del Sistema de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del estado de Tabasco (SIPINNA), y también porque se lanzó la campaña nacional Si te drogas, te dañas, dirigida a este público.
Tuvieron que conjugarse estos factores porque socialmente la niñez y la juventud en raras ocasiones se encuentran como prioridad en la discusión pública, que se enfrasca en otros temas como la seguridad o la economía. Esto, de por sí, habla sobre el valor social que le damos a las más recientes generaciones y cómo se les relega en materia de políticas públicas.
Sin duda campañas de información sobre el consumo de drogas y sus daños potenciales son necesarios, sin embargo, limitarse a ello implica no reconocer ni atender las causas que originan que esta población sea vulnerable a esos riesgos. Hace falta escuchar lo que los niños y jóvenes tienen que decir.
Al respecto, la consulta infantil y juvenil que se realizó en 2021 es clara en sus resultados. 19% de los niños de 3 a 5 años refirieron recibir gritos de los adultos que los cuidan y 16%, también, golpes. Casi dos por ciento de la muestra entre ese grupo de edad manifestó que considera que no se respetan sus cuerpos. Los niños piensan que los adultos deben aprender a ser respetuosos, 11% manifestó que no deberían pegarles u ofenderles, y que no se sienten queridos.
Este instrumento del INE que permite da voz a la niñez, aunque sea de manera limitada, permite asomarse a la realidad cruel que enfrentan en sus casas, donde en muchas ocasiones tienen serios problemas, viven mucha violencia y carencias. A veces las condiciones son muy adversas. Habrá visto niños muy pequeños que juegan en la calle bajo este calorón sin piedad, simplemente porque sus padres son trabajadores ambulantes y no tienen con quién dejarlos. A menudo no pueden prestarles la debida atención. Tal vez sean padres amorosos, tan buenos como puedan ser, pero ¿cómo garantizarle a esa niñez sus derechos, si carecen de las condiciones elementales para crecer en un ambiente sano y seguro?
Resulta notorio cómo los niños se dan claramente cuenta de las carencias económicas, pero no les son tan sentidas como las afectivas. Muchos niños y jóvenes viven una auténtica falta de amor e incluso severos maltratos, abuso sexual y psicológico. La realidad de los tratos crueles hacia los niños está más extendida de lo que quisiéramos reconocer, pero es imperativo reconocerlo.
Si los niños y jóvenes crecen en un ambiente donde se se sienten menospreciados, no queridos y hasta odiados, o se sienten de algún modo culpables de los mil problemas que viven en sus familias, incluso los económicos, terminan siendo muy vulnerables. Tienen mucha tristeza, mucho enojo y buscan evadirse. Cualquier salida, por arriesgada que sea, les podría parecer mejor que lo que viven en sus casas. Es el caldo de cultivo ideal para que los jóvenes incurran en conductas de riesgo varias, que van desde realizar retos diversos (algunos muy peligrosos) de Internet, el consumo de drogas, prácticas sexuales sin protección e incluso el suicidio.
Hay que reconocer que ante esta realidad brutal es limitad el impacto de campañas como la que se puso en marcha la semana pasada. Es cierto que es mejor que los niños y jóvenes tengan más información para tomar decisiones (y esto abarca desde las drogas hasta la salud sexual). Sin embargo, parece que se ha omitido la parte fundamental de reconocer la complejidad del problema, entender su raíz social y atacarla.
En principio, sería absolutamente necesario que se facilite el acceso a la salud mental con psicólogos y psiquiatras en las escuelas de todo el estado, cosa que dista mucho de la realidad en la que, a veces, sólo se presenta una persona dos veces a la semana para toda la escuela. Dar ese paso permitiría empezar a avanzar de una campaña más contra las drogas a una auténtica política pública a favor de la niñez y juventud.