TENÍA YO 13 AÑOS y delante de mi madre cantaba acompañado de guitarra la canción "El Progreso", de Roberto Carlos, cantautor brasileño. Y ella se enojaba. Agarraba un palo de escoba y me correteaba: "qué civilizado como los animales, ni que nada". Hasta que una vez me dijo que le explicara la canción, porque no la entendía. Y me puse a explicarle la intención del autor, sobre la importancia de que cuidemos la naturaleza, y que el ser humano es el mayor destructor de ella. Y entonces exclamaba: "ah, ya entiendo", y se ponía a cantarla conmigo.
ESTE ES UN EJERCICIO sobre la naturaleza. Compartimos el planeta tierra con cientos de miles de especies animales. "Racionales" somos nosotros, los humanos, aunque muchos de nosotros mismos somos irracionales, con nuestro comportamiento destructivo a más no poder: bombas, pobreza extrema, violencia intrafamiliar, explotación irracional, etc. Solo que tampoco es justo que le achaquemos a ellos, a los animales, nuestras conductas y comportamiento perniciosos, letales para la convivencia de armonía y para la misma naturaleza. Esto es lo que hemos escuchado, haciendo símiles con ellos.
HAY QUIENES SON COMO los zorros. Sacan ventaja de su inteligencia, armando estrategias para ganar, aun contraviniendo las reglas, evadiendo acuerdos. Las fábulas han dado cuenta de ello, como la del zorro y el cuervo que está arriba del árbol con un queso apetecible para el zorro. Este alaba y halaga al ave. "Usted canta muy bien", con el fin de que intente cantar y caiga el queso al hocico del zorro.
HAY QUIENES SON COMO las víboras. Se arrastran para conseguir sus objetivos. Y utilizan su lengua fatal y perniciosa para soltar rumores, mentiras, calumnias y chismes. Las personas aludidas y perjudicadas, hasta las consideran amigos o amigas. Y aunque algunos les alertan de dónde provino el infundio, no lo pueden creer, hasta que tarde se dan cuenta. Cuando están soltando el veneno del embuste, evidenciando que es la envidia la que los corroe, la mirada les brilla, se les inflan las venas del cuello y hasta juran por adiosito santo que es verdad lo que dicen.
HAY QUIENES SON COMO el avestruz. Esconden la cabeza cuando hay problemas y de alguna manera la responsabilidad es de ellos. O en caso de desbarajustes en los grupos, les son indiferentes y voltean para otro lado. Como que la pobreza no existe, los desaparecidos no existen, la indigencia no existe. Hay quienes son como los camaleones que cambian de piel. Y allí andan algunos hombres cambiando de bandera política como si nada. En esta elección con una, en la siguiente con otra.
HAY QUIENES EN ALGO son como el gato. No reconocen su error y tratan de taparlo, como si hubiera sido por generación espontánea, o de otros. En el caso del gato dicen que cubre con arena generalmente su excremento. Y así, sus semejantes humanos, a quienes se les compara, parecen muy limpios en apariencia, saludan sonrientes a los demás. Hay quienes son como la jirafa. Miran por sobre su hombro a los demás. La jirafa puede hacerlo, sin duda alguna, es su naturaleza, pero el hombre trata de imitarla no en lo físico, sino en su altanería, solo porque tiene un grado de estudios más, un algo de dinero más, o le dieron un carguito en el ayuntamiento o en el gobierno del estado.
HAY QUIENES SON COMO el cerdo, hasta se dice: "ese es malo como la carne de cerdo". Pero también se refiere a su higiene. Hay quienes se bañan una vez por semana, y tratan de cubrirlo con desodorantes y perfumes. Y su llegada se adivina desde lejos por el olfato aplicado. Se dice que la pobreza no justifica la falta de higiene. Hay quienes son como la hormiga, trabajadores. Llevan carga de alimentos para guardarlos y tener en los momentos difíciles. La fábula leída en la primaria nos habla de la diferencia entre la hormiga precavida y el grillo que solo se la pasa cante y cante, solo que cuando llega el invierno, la hormiga se la pasa disfrutando de sus alimentos guardados para ese tiempo, y el grillo no tiene qué comer. "Señora hormiga, ¿podría ayudarme con un poquito de su comida, que no tengo nada qué comer?" Y la hormiga nada egoísta le invita de lo suyo.
HAY QUIENES SON COMO la abeja. Trabajan y trabajan, para otros. Solo que así es su naturaleza. Extraen el néctar de las flores y lo transforman en miel en sus colmenas donde miles trabajan en acuerdo, para disfrute del ser humano: oveja reina, zánganos, obedientes obreras. Qué inteligencia, qué paciencia, las de las abejas. Se sabe que cuando salen de la colmena para ir en busca del néctar, dan una vuelta alrededor de la colmena antes de alejarse, para reconocer fácilmente el lugar y poder regresar sin contratiempos.
SE HABLA ASIMISMO DE LA LEALTAD de los perros, de la velocidad del guepardo, de la terquedad de la hiena, de la fuerza del león, de la belleza del pavo real, del bello canto de las aves, de las colonias y ciudades ordenadas de las termitas con sus laberintos y pasadizos, del bello vuelo en sus planeos de las aves, del recorrido de miles de kilómetros de las migratorias, de la construcción como arquitectos de sus nidos, del vuelo suave y grácil de las mariposas, del milagro de pasar de oruga a mariposa, del salto artístico de la rana con sus largas ancas, de la espera paciente de las aves cuyo alimento natural es la carroña.
PERO ANTE LA BARBARIE de quienes hacen las guerras y destrucción de la naturaleza, dejemos que Roberto Carlos lo diga de mucha mejor manera: "... Yo quisiera no ver tanto verde en la tierra muriendo/ Y en las aguas del río los peces/ desapareciendo Yo quisiera gritar que ese tal oro negro/ no es más que un negro veneno/ Ya sabemos que por todo eso vivimos ya menos/ Yo no puedo aceptar ciertas cosas que ya no comprendo/ El comercio de armas de guerra de muertes viviendo/ Yo quisiera hablar de alegría/ en vez de tristeza más no soy capaz/ Yo quisiera ser civilizado como los animales/ Lára, lára, lára, lára.../ Yo quisiera ser civilizado como los animales..."