OTROS REGALARÁN UNA SORTIJA. Yo un libro. Otros esperarán la sortija como regalo, y otros el libro. Es que somos tan distintos. Y parece como que hay una carrera para ver quien tiene más. Hay cosas que el dinero no compra. Y no solo de pan vive el hombre.
YO LOGRO IMAGINAR a las dos personas (las que prefieren la sortija o el libro). Son tan distintas, su manera de ser, caminar, hablar. Son completamente diferentes. Incluso, los temas de los que platican son divergentes, encontrados y a veces hasta polarizados. Son una especie de antípodas. Donde uno mira los tantos matices entre el blanco y el negro. El otro mira solo "su luz", "su verdad" y la oscuridad de los otros.
A VECES HE LEÍDO que personas piden consejos sobre libros por leer para sus hijos. Me digo a mí mismo: "si fueran lectores no andarían preguntando". Pero no está mal que pregunten, claro. Y algunos nos animamos a dar nombres de títulos y autores, con el fin de ayudar.
Y VOLVIENDO A LA DISYUNTIVA inicial. ¿Acaso es malo preferir la sortija al libro? ¿O son excluyentes un objeto y el otro? ¿O es superior "per se" el que prefiere el libro? No. Solo que es un indicativo de personalidades distintas, formaciones de familia distintas. A nadie le dan a escoger: ¿Prefieres un libro o una sortija de regalo en tu cumpleaños? Y de seguro se siente bien recibir, sea uno u otro objeto. Y sobre todo dar. Plantear la disyuntiva es una manera didáctica de exponer las diferencias. Y en todo caso, la importancia del libro. Es más importante la mano que regala, que el regalo mismo. Y este habla más de la persona que da. Pero bien podríamos imaginarnos el rostro de agrado o de decepción en uno u otro caso. Aunque al lector que recibe la sortija, también le agrada. No así todo lo contrario: el no lector recibe un libro y se decepciona.
ERNESTO CARDENAL LO ANTICIPABA en un epigrama: "...Ni con las joyas de la Joyería Morlock/ ni con perfumes de Dreyfus/ ni con orquídeas dentro de su caja de mica/ ni con cadillac/ sino solamente con mis poemas la conquisté./ Y ella me prefiere, aunque soy pobre,/ a todos los millones de Somoza."
HAY LIBROS PARA TODA ocasión. Yo por ejemplo, luego de los libros de novelas, cuentos y poemas que he leído, me gustaría encontrar un libro que hable sobre la manera fácil de hacer suaves y sabrosas tortillas de harina. Sí, ya he visto videos instructivos en YouTube, y hago todo lo posible por seguir las indicaciones. Y me salen duras. Y al día siguiente parecen rocas. Entonces creo que un manual escrito ha de ser mejor.
UN LIBRO ES UN LUJO. No cualquiera lo tiene. No cualquiera lo puede comprar. Y aún pudiendo comprarlo al tener suficiente dinero, no lo compra porque no es de sus prioridades. Por eso es un lujo. Lo es en la riqueza del espíritu. En la grandeza de lo humano.
YO NO LEÍA POESÍA. Pero una compañera en 1979 se me acercó cuando yo estaba en la biblioteca, me llevó a un rincón y leyó en voz suave y casi al oído el "Poema veinte", de Pablo Neruda, que viene en el libro "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". ¡Cómo olvidarlo! Si ella era la más linda de la escuela. Estaba en mi grupo. Pero no me hablaba. Entonces fue a mí, yo estaba, ya dije, en la biblioteca. Me llamó a un rincón. Cuando lo terminó de leer, me abrazó y besó.
YO IBA INTEGRANDO en mis años juveniles una colección a la que nombré "Hurtado". Con pena y todo dejé de aumentarla cuando el propietario de la librería de la 6 y Bravo me pilló, pero le caí bien. Me dijo: "no los hurtes. El que gustes llévalo sin pagar, y cuando lo leas me lo devuelves".
YO HE SUFRIDO para decir no, cuando me piden prestado un libro. Se cuenta que Don Alfonso Reyes tenía una magna biblioteca. Y le gustaba que la conocieran sus visitas. A propósito de inhibir peticiones de préstamo había colocado un letrero que decía: "Visitante, no me pidas un libro prestado. Esta biblioteca se integró precisamente con libros prestados". Lo cual era obvio que no era cierto.
PARA ENAMORAR, no lo dudes. Compra para regalo el libro "Carta a D",de André Görz o "Epigramas", de Ernesto Cardenal. Me dicen que no falla. Si no te hacen caso, cuando menos haces circular los mejores textos de amor. Porque esa persona, si le gustan, volteará a verte. Y si no, volteará a ver a otros y se los regalará. Así inicia "Carta a D" (Una historia de amor): "Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo siento en mi pecho un vacío devorador que sólo colma el calor de tu cuerpo abrazado al mío..."