Uno de los mayores desafíos que enfrenta México es garantizar la seguridad ciudadana, un tema crucial para la gobernabilidad y el desarrollo humano. El artículo 21 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que: "La seguridad pública es una función del Estado a cargo de la Federación, las entidades federativas y los Municipios, cuyos fines son salvaguardar la vida, las libertades, la integridad y el patrimonio de las personas, así como contribuir a la generación y preservación del orden público y la paz social".
Desde hace tiempo, el tema ha adquirido una complejidad creciente, ya que nuestra sociedad está marcada por una violencia que genera escenarios de profundo dolor e incertidumbre para las familias. Más allá de esta problemática evidente, y de los debates acerca de las capacidades gubernamentales para abordarla, hay otro fenómeno que agrava la crisis y merece especial atención por su impacto en la paz social mencionada en el precepto constitucional: la explotación política del miedo. Este mecanismo, tan perverso como efectivo, no solo socava los esfuerzos por construir un futuro más estable, sino que perpetúa un ciclo de desconfianza y desesperanza en la población.
En contextos donde la violencia está presente, es comprensible que las personas busquen respuestas inmediatas, pero también es necesario reflexionar sobre el papel de ciertos actores que, a través de las redes sociales y otras plataformas, apuestan abiertamente por el fracaso del gobierno. Alimentan sus narrativas con discursos que pintan un horizonte en extremo sombrío, porque pasan por alto que instrumentalizar el miedo es, en sí mismo, una forma de violencia. La constante reiteración al fracaso de las políticas de seguridad supone un dilema moral: ¿están realmente interesados en soluciones, o su intención es capitalizar el caos?
Frente a este panorama, es fundamental investigar cómo las estructuras sociales, incluidas la familia y las instituciones, pueden fomentar la solidaridad y canalizarla hacia soluciones sostenibles que aborden las raíces de la violencia. Promover una cultura de paz no solo es un ideal, sino un imperativo ético.
¿Cómo resistir? Una sociedad que se alimenta del miedo pierde su capacidad de organización y acción. No se trata de ignorar los problemas, sino de enfrentarlos con lucidez. Solo así podremos desafiar a quienes, en medio del sufrimiento colectivo, encuentran oportunidades para mantenernos perturbados.
LOS VAMPIROS DE LA MENTE: REFLEXIÓN DESDE LA FICCIÓN
El libro " Los vampiros de la mente", de Dan Simmons, combina elementos de terror, ciencia ficción y thriller psicológico. Publicada en 1989, la novela explora temas como el abuso, la manipulación y la lucha por la supervivencia humana frente a una amenaza extraordinaria: un grupo de personas con habilidades psíquicas capaces de convertir a otros en peones de sus oscuros y destructivos juegos de poder.
La trama gira en torno a individuos que poseen la capacidad de controlar las mentes de las personas, obligándolas a cometer actos terribles mientras ellos se mantienen en las sombras. Son una especie de "vampiros psíquicos" que se alimentan de la energía y la voluntad de sus víctimas.
A lo largo de la novela, cuya narrativa intensa nos mantiene cautivados, la humanidad se enfrenta no solo a un enemigo que se oculta en lo cotidiano, sino también a sus propios temores y limitaciones.
El lector se ve obligado a reflexionar sobre los conflictos éticos y morales que plantea la historia. Los personajes humanos nos enseñan que, a pesar de ser susceptibles a la manipulación de los "vampiros psíquicos", la resiliencia y la voluntad pueden superar los desafíos más crueles. En las páginas de esta obra aprendemos que el coraje y la solidaridad son herramientas fundamentales para resistir incluso las fuerzas más devastadoras. En contextos de violencia, esto puede traducirse en la necesidad de mantener la esperanza y buscar soluciones colectivas que fortalezcan el espíritu de comunidad.