Ante el innegable ascenso en las temperaturas, con un noviembre inusualmente caluroso a pesar de las lluvias y catástrofes climáticas tan recientes como la de Acapulco, muchas personas pueden preferir no pensar demasiado en el futuro. Concentrarse en las fiestas decembrinas del corto plazo parece una opción mucho más atractiva.
Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene en su calendario de diciembre dos días internacionales que coinciden este 5 de diciembre: el del suelo y el de los voluntarios. Dos temas que, así por separado, se antojan insípidos y alejados de nuestra realidad. Sin embargo, en estas conmemoraciones podría estar la clave de las respuestas que necesitamos para enfrentar la crisis climática que empezamos a vivir.
En un entorno urbano, uno de los primeros trabajos voluntarios directamente relacionados con el suelo que vienen a la mente es el de los pepenadores, quienes se dedican a recolectar basura para que deje de ser basura y pueda convertirse en material útil para reciclarse. Una actividad sencilla que es fundamental para la economía de estas personas, pues usualmente quienes se dedican a ella lo hacen a falta de un empleo más estable. A escala de la macroeconomía también es una actividad muy redituable, pues resulta que en América Latina este trabajo tan menospreciado es el que proporciona casi la mitad de todos los materiales que se reciclan en la región.
La industria del reciclaje se estima en un valor anual de 3 mil millones de dólares en nuestro país, y eso que solamente se recicla el 11 por ciento de los materiales que consumimos. Todavía más importante en términos económicos y sociales es el valor del suelo, fuente de todo alimento y sostén de la vida material, así como culturalmente en todos los pueblos.
Más que en términos de un negocio lucrativo o económicamente competitivo, habíamos de repensar en los usos del suelo, del agua y nuestras formas de relacionarnos para mitigar la crisis climática. Justo porque ha sido el afán de lucro puro el que nos ha traído a estar a punto de sacrificar el futuro a cambio de un más amplio margen de ganancia.
A menudo, ahí donde la gente no tiene dinero o, teniéndolo, resulta inútil, son los voluntarios los que hacen la diferencia. Hemos sido testigos de maravillosos ejemplos de solidaridad en momentos difíciles, como los sismos, así como también en inundaciones.
En cambio, en un entorno rural un ejemplo de trabajo voluntario relacionado con el suelo es el que se realiza en las comunidades indígenas o pueblos originarios que conservan prácticas como el tequio o la gozona, entre otros nombres que tiene la costumbre de trabajar de manera colectiva.
En las comunidades este tequio suele ser una porción de tierra común, una tarea que constituye la razón de ser de los ejidos, pero también es posible realizar cualquier tipo de trabajo doméstico o incluso técnico intelectual para beneficio de la comunidad. Esto es posible gracias a que las comunidades conservan un profundo sentido de pertenencia y arraigo a la tierra, de modo que para ellos ser parte de la comunidad es un asunto relacionado a su identidad. Por eso es que se esmeran en compartir y colaborar, aunque estén lejos de su terruño.
Así pues, que el 5 de diciembre sean los días internacionales del suelo y del voluntariado es una oportunidad que nos permite valorar lo que aportan tanto uno como el otro como base del sostenimiento de nuestras sociedades, e incluso nos invita a reflexionar sobre otro tipo de relaciones de colaboración y de producción que son posibles, e incluso hasta necesarias para que podamos superar las condiciones que nos han orillado a la crisis climática que empezamos a ver.
Quizá sea provechoso el ánimo festivo de fin de año para imaginar soluciones a esa crisis del clima y de los recursos naturales de formas más imaginativas, tal vez hasta alegres. Así han sido ejemplo algunos pueblos indígenas que practican "la gozona", el trabajo voluntario que se retribuye de manera recíproca con más trabajo, y que sirve de pretexto para convivir en un rato agradable. En el afán de ampliar el horizonte de oportunidades para la humanidad hacia el futuro, la actitud no necesariamente tiene que ser catastrófica.